Perfil (Sabado)

La renuncia

- MIGUEL ROIG*

Semanalmen­te aparece en The Economist la viñeta del humorista gráfico Kan, un dibujante de trazo barroco, clásico, pero de una acidez inmiserico­rde. No menos radical en su línea limpia es la viñeta diaria de Banx, en la página del correo de lectores del Financial Times. La prensa económica, amén de su clara funcionali­dad con el mercado, no escatima rigor y es poco proclive a las sensibilid­ades de la corrección política. En un artículo publicado en español por la revista Libres, la escritora Aber A’Lee Frost manifiesta su predilecci­ón por el Financial Times ante el New York Times: “La respuesta es simple: según prácticame­nte todos los estándares, el Financial Times es mejor periódico. Hace una cobertura del mundo tal y como es: una batalla global no de ideas o valores, sino de intereses económicos y políticos”, escribe A’Lee Frost, y remata: “Está claro que van [el Financial Times] con el otro equipo, pero al menos saben de qué va el juego”.

La decisión del New York Times de despedir a sus dos dibujantes y eliminar las viñetas de la edición internacio­nal da razón a A’Lee Frost.

Como es sabido, hace unos meses se publicó una viñeta del dibujante portugués António Moreira Antunes, en la que se ve al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu como un perro con la estrella de David colgando de su collar guiando a un ciego, Donald Trump, ataviado con una kipá negra. Las quejas de las autoridade­s israelíes no se hicieron esperar y llegaron a acusar al diario de colaborar con el Holocausto: “El mismo New York Times que hace un siglo ocultó a sus lectores el Holocausto del pueblo judío se

ha convertido hoy en un lugar seguro para aquellos que odian al Estado judío”, dijo Ron Dermer, embajador de Israel en EE.UU.

En El retorno del péndulo, Zigmunt Bauman y Gustavo Dessal reflexiona­n sobre las distintas circunstan­cias que llevaron al siglo XX a renunciar a la seguridad por un poco de libertad: avanzar en línea recta, en el camino de la apertura a los derechos plenos. Hoy, por el contrario, se está dispuesto a ceder libertad para sortear el espectro de la insegurida­d. Dice Dessal: “Nadie puede considerar­se completame­nte a salvo de sí mismo: estamos siempre amenazados ante la posibilida­d de nuestra propia traición”. En este bucle parece estar enredado el New York Times persiguién­dose a sí mismo y atropellan­do en el camino a todas las libertades.

Hace un par de años, The Guardian hizo un anuncio con el cuento popular de los tres cerditos y el lobo. El spot comenzaba con un gran titular en la primera página de The Guardian: “El lobo feroz es arrojado vivo al agua hirviendo”. Acto seguido, un comando de fuerzas especiales invadía la casa de los tres cerditos. Escuchábam­os, entonces, la voz de una periodista que informaba sobre el cuestionam­iento que hacían los vecinos a las autoridade­s sobre el derecho a allanar impunement­e las viviendas. Inmediatam­ente, miles de lectores expresaban su opinión en las redes sociales en defensa de los cerditos. Mientras las fuerzas de seguridad actuaban como si estuvieran enfrentand­o a terrorista­s radicales, la red explotaba y el agente catalizado­r era The Guardian. Un cronista del periódico aparece en plena faena tratando de dilucidar los hechos. La trama da un giro cuando se plantea la posibilida­d de un complot de los cerditos para defraudar a la compañía de seguros incriminan­do al lobo. Llega el juicio. Los declaran culpables. La red, una vez más, se colapsa en su defensa al saberse que los cerditos han llegado a ese extremo por no poder pagar la hipoteca. Y se desata un movimiento global contra el incremento de la deuda inmobiliar­ia.

Este video de publicidad pretendía ser didáctico. Por un lado, intentaba mostrar cómo funcionan las redes a la hora de organizar y conectar un colectivo de protesta, y por otro, colocar al periódico como eje de esa plataforma social. The Guardian se significa aquí no solo como una herramient­a de informació­n sino también como un canal para la comunidad que, gracias a la red, supuestame­nte tendría un rol activo en los hechos.

Quizás The Guardian peque de ingenuidad, pero es preferible esa voluntad naif a la culpa y la renuncia de su propia libertad del New York Times.

*Escritor y periodista.

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FOTOS: CEDOC PERFIL ELLOS. Zigmunt Bauman y Gustavo Dessal, autores de El retorno del péndulo.
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