Perfil (Sabado)

Aparece libro póstumo de Irene Gruss

Tal como fuera anunciado en la última Feria Internacio­nal del Libro, acaba de salir De piedad vine a sentir, el volumen que reúne piezas inéditas de la poeta, fallecida en 2018.

- OSVALDO AGUIRRE

El homenaje a Irene Gruss en la última Feria Internacio­nal del Libro de Buenos Aires concluyó con un anuncio: había un conjunto de textos inéditos en proceso de edición. De piedad vine a sentir, como se llama el libro, acaba de publicarse a través de Ediciones en Danza, y su aparición reabre una de las obras más importante­s en la poesía argentina contemporá­nea.

“El libro estaba totalmente terminado: tenía ya un título, epígrafe, organizaci­ón en partes y un orden. Y estaba terminado al menos desde octubre de 2017”, cuenta Gabriela Franco, que estuvo al cuidado de la edición, junto con Eduardo Mileo. De piedad vine a sentir toma su título del Canto

V del Infierno de Dante Alighieri y específica­mente del célebre pasaje en que Francesca de Rímini relata la pasión que la unió a Paolo Malatesta, cuando “de piedad/ vine yo a sentir como quien muere;/ y caí, como cuerpo muerto cae”.

Si bien fue una poeta reconocida desde su primer libro, Una luz en la ventana (1982), la valoración de Gruss (Buenos A i res, 1950 -2018) se consolidó con la publicació­n de La mitad de la verdad (2008), una obra reunida a la que siguieron varios libros de poesía y narrativa. No obstante, siempre fue una voz incómoda que puso en cuestión los lugares comunes y las convencion­es sociales del ambiente poético.

Durante treinta años coordinó talleres de escritura. “Su arma temible” ante las lecturas que recibía, recuerda Jorge Aulicino en el prólogo del nuevo libro, era una pregunta: “¿Y a mí que me importa?”. La interpelac­ión podía enmudecer o sumir en balbuceos al poeta despreveni­do pero no tenía nada de personal sino que iba dirigida contra “un Yo autoconmis­erativo o complacido en sus sentimient­os”, lo que considerab­a una piedra de toque de la mala escritura. “No hay el para qué sino el cómo”, dice en De piedad vine a sentir, en una alusión al trabajo poético.

Gruss construyó sus textos en diálogo constante con otros escritores y artistas, cuyas palabras retomó como nuevos motivos de interrogac­ión. Esos cruces se reiteran en pasajes significat­ivos del nuevo libro, al asumir la voz del pintor Joseph Turner (“trato de conseguir el tono exacto del alba con el aspecto/ del ocaso”), componer un autor retrato a partir de un verso de Francisco Madariaga y en particular al reversiona­r en clave personal el poema El arte de perder, de Elizabeth Bishop, en la traducción de Mirta Rosenberg: “Tarde descubrí que el errar,/ el perderse/ podrían ser lo mismo, un oficio/ extravagan­te”, escribe.

“De piedad vine a sentir es una obra que se sabe última –dice Gabriela Franco–. Haciendo una lectura de los dos anteriores libros de poemas de Irene, hay un gesto que no solo implica un acercamien­to al final sino también una revelación: la de haber llegado a un lugar que no estaba previsto en el principio”. En ese proceso, “aquella mirada irónica que caracteriz­ó buena parte de su obra queda atrás, ya no le sirve, y en lugar de eso deja paso a una mirada en la que caben la dicha y la piedad”.

Otro procedimie­nto habitual en la poesía de Gruss es hacer pasar el discurso del yo por el de una tercera persona. En Notas de memoria, el texto que cierra el libro, acude al recurso para evocar un estado de felicidad, cuando la voz, “sin nada que nombrar”, resonó como canción.

Gruss construyó sus textos en diálogo constante con otros escritores y artistas

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FOTO: VALENTINA REBASA GRUSS. De piedad vine a sentir toma su título de un pasaje del canto V del Infierno de Dante Alighieri.
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