El humor que quiere
La banda creada en 1985 regresa a los escenarios con la reposicion de Los Albornoz, delicias de una familia argentina. Aseguran que su formula hacer reir con inteligencia.
Nacieron como grupo teatral en 1985, en los primeros pasos de la recuperada democracia. Daniel Casablanca, Martín Salazar, Gabriel Wolf y Marcelo Xicarts integran el grupo Los Macocos. Fueron compañeros en las aulas del Conservatorio Nacional de Arte Dramático y se transformaron en un clásico del Centro Cultural Ricardo Rojas (UBA). Su evolución les permitió llegar al Teatro San Martín y a ámbitos comerciales. Cada uno de ellos emprendió una carrera artística en paralelo. Hoy vuelven con una revisión de uno de sus espectáculos emblemáticos Los Albornoz, delicias de una familia argentina, con dirección de Sebastián Irigo. Están en el CPM Multiescena (Corrientes 1764) los viernes y sábados a las 21.
“Fue un profesor el que nos incitó a que saliéramos a buscar público –recuerda hoy Salazar–, y a sí f u i mos a las pla zas. Con Daniel (Casablanca) nos conocemos desde el secundario; en esos primeros años éramos tres con Joaquín Romero. Había muchos grupos: La Organización Negra, Dorrego, Los Melli, Las Gambas al A ji l lo. Nue s - tro nombre se lo debemos a Raquel Sokolowicz, cuando compartimos un seminario de clown”.
“En 1988 me junté para dirigirlos –agrega Wolf– y luego me sumé a la actuación”.
“Elegimos volver con Los Albornoz... –subraya Xicarts– porque era un espectáculo que nos lo pedían mucho en el país. Quisimos reponerlo para que nos conozca otro público, el que nunca nos vio”. “Hay un optimismo bobo o la falsa esperanza que tiene esta familia –subraya Salazar–que se puede ver reflejado en esta realidad”.
Cuando se les pregunta qué los une para volver, cada uno se expresa. “Nos une lo ideológico y lo estético. Macocos es un mundo distinto, único, y cualquiera de nuestros espectáculos se diferencia de lo que podamos hacer afuera del grupo. Lo nuestro es trabajo de actores”, dice Casablanca.
“Creo que ya tenemos un lenguaje –analiza Salazar–, casi una técnica de actuación. Adquirimos una ética y estética de trabajo”.
“No hay nada definido en cuanto a la dramaturgia –explica Xicarts–.
Uno puede escribir algo y los compañeros lo cambian, lo ajustan. Reescribimos en el es
cenario. Tenemos una cierta destreza después de tantos años y sentimos lo que puede funcionar”.
¿Qué es el humor? Salazar es el primero en responder: “Hay muchos humores, tantos como argentinos”. “El nuestro –continúa Casablanca– es exigente y culto, al lado del de otros lados. Competimos a veces con los medios masivos, más fácil que atentar contra la inteligencia. Buscamos que la gente se ría y que complete el chiste, más que nada mostramos personajes, la constr ucción de cada uno es gracioso”.
“Es difícil definir nuestro humor –suma Wolf– desde el público hasta los intérpretes.
Hoy no hay programas en televisión, queda solo Peter Capusotto, pero es casi de culto”. “En el teatro –sigue Xicarts– tenemos desde las propuestas de Los Midachi hasta Les Luthiers, con espectáculos muy distintos”.
“Con Los Albornoz... buscamos reírnos de lo que estamos viviendo –aclara Casablanca– para sanarnos un poco y pensar que a lo mejor en unos años, podamos hablar de otro tema, que no sea la crisis. Todo el mundo se siente representado y lo mismo pasa con los personajes”. “Hicimos cambios porque hoy son tiempos del feminismo y todos nosotros lo apoyamos –anticipa Xicarts–. Sacamos algún datito que podía molestar. Somos cuatro actores y tres hacemos de mujeres. Quisimos revisar para que quedara claro que no nos ensañábamos con ellas”. “Nunca nos reímos de las víctimas”, aclara Salazar.
El éxito y el fracaso son dos temas de los que tienen experiencia. “Eramos muy jóvenes –dice Salazar–, y con Adiós y buena suerte tuvimos un gran éxito, por eso decidimos cambiar y ahí estrenamos Geometría de un viaje. Fue un fracaso”. “A nosotros la frustración nos ayudó a pensar –son palabras de Wolf–. Así comprendimos que no podíamos modificar los horarios, ni los precios de las entradas o los lugares de función. Nuestro maestro fue Jorge Maronna, quien nos dirigió en dos espectáculos”. “Aprendimos mucho más del éxito – suma Xicarts–. Y para eso hay que estar atentos y analizar”. “Uno trabaja mucho –finaliza Casablanca–. Por eso siempre tanto los éxitos como los fracasos son relativos”.
“Quizás en unos años, podamos hablar de algo que no sea crisis.” (Casablanca)