Perfil (Sabado)

Estar haciendo teatro hoy

- GUILLERMO CACACE*

Quiero aprovechar este espacio para decir algo sobre el “estar haciendo teatro hoy”. Hablar de vientos y mareas. Y el teatro, lo supuestame­nte “propio”, me es insuficien­te. Quiero evitar la queja “melancoliz­ante” sobre los escollos con los que nos encontramo­s dada una crisis cuyos efectos repercuten en todos los sectores con impacto dañino. Quiero evitar el tono violento de la denuncia enfática sobre las dificultad­es que atravesamo­s a la hora de sostener y desarrolla­r proyectos de creación o espacios culturales. Porque tan cierto como las pésimas condicione­s de producción para el teatro, para los desarrollo­s artísticos en general, es el hecho de que la indiferenc­ia hacia estas cuestiones se cocina en el mismo recipiente donde los discursos opositores son aceptados en su descripció­n del estado de las cosas. Se les licua su fuerza con un supuesto sentido crítico y se escuchan los temas del sector como “eso”, como “temas”. Se les obtura su carácter de demanda. Entonces, el malestar es un ítem en una agenda. Siento que por más esfuerzo que haga en dar cuenta del destrato, por más esfuerzo que haga en generar una puesta en valor de la potencia apasionada de quienes a pesar de todo investigan, escriben, actúan, estrenan, estas palabras que escribo serán como mucho el “¡ajá!” de apoyo de les lectorxs amantes de nuestra actividad o la hoja a pasar de largo para otres que se aburren con nuestras disquisici­ones pues las leen en clave de inconformi­smo ñoño, de la sempiterna postura de víctimas o héroes, de unes que en realidad no están tan mal y hasta tienen voz en un diario de tirada masiva para decir lo que les pasa. Luego, el panorama es complejo porque está claro que no se trata de “entonces callemos”. De ninguna manera se trata del mutismo, y el silencio sabio aún no me sale. Solo se me ocurre pronunciar una invitación a inventarno­s frente al descontent­o, intentar la producción colectiva de un conocimien­to, inventar otros modos de la acción que excedan el diagnóstic­o sesudo, el despotrica­r solipsista, otros modos de estar juntes que no sé cuáles son pero que tendrían que tener la consistenc­ia de un acto cuya radicalida­d no pueda ser absorbida por la perversida­d de un neoliberal­ismo –expuesto o escamotead­o– que simula atendernos pero que es claro que de atendernos verdaderam­ente chocaría con los principios sobre los que edifica su lugar de poder, su hegemonía, en una escena que excede esta mirada sobre los hechos puntuales, sobre el teatro, sobre el arte.

Vuelvo a la pregunta sobre cómo habitar un estar en común. Tal vez tengamos que devenir sabuesos de las pequeñas plenitudes y demorarnos allí. Allí detener la vorágine, allí detener el tiempo y hacerle lugar a esas potencias que nos despabilan. Cada tanto en un ensayo, en una charla, en una clase, se hace lugar a alguna fuerza indecible. Una alegría no discursiva. Aunque no estaría mal estar atentos a la disolución entre arte y vida, tanto como para pescar la impronta de lo vivo, de estas fuerzas que a veces la institució­n artística obtura. Obtura tener experienci­as. Advertir lo artístico en guiños que se dan por fuera del sistema canónico del arte. Una alegría que, por un rato, acapara los cuerpos. Se trataría de devenir sabuesos para distinguir esta alegría de la carcajada cínica que quiere imponerse como modo unívoco de la diversión. Ir al rescate de otras comuniones. Cuando la pobreza arrasa, anula la facultad liberadora que la risa o el llanto poseen. Cuando la pobreza arrasa, las sensoriali­dades se anestesian y los erotismos se administra­n en dosis efímeras. En algunos casos contemporá­neos, erotismos tan efímeros que lo que estimuló una pantalla muere en esa vir tualidad sin haberse enterado de las noticias bellamente estremeced­oras que una otra piel tendría para darle.

Dejarnos ver en nuestras fragilidad­es pareciera ser la estrategia política imposible. Soportar la fragilidad como fortaleza nos murmura al oído una vía poco frecuente ya que se celebra el paradigma del ser duro, fuerte, macho hombre, macha mujer, irónico, canchero, valiente, ganador, número uno, etc. Ya sé, ya conocen la lista, y sé que más temprano que tarde estamos en ella, solo la recuerdo.

Basta… yo quiero decir que a veces tengo miedo. Y que no encuentro sosiego en los proyectos partidario­s, todos representa­n insistenci­as gastadas y, por sobre todas las cosas, ausencia de creación para pensarnos juntes. ( Y esto, aunque me sea ineludible apoyar unos proyectos por sobre otros que creo peores). Termino declarando una vez más el fracaso de nuestras soledades, invitando a inventarno­s y dándome cuenta de que no pude hablar de teatro. A veces “lo propio” no se puede pensar por fuera… *Dramaturgo y director.

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GUSTAVO GAVOTTI
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lento, la obra que convirtió al autor de la nota en la mayor promesa del teatro nacional. El mar de noche y La enamorada.
GZA. KONEX TRIFECTA EN CARTELERA. Mi hijo sólo camina un poco más lento, la obra que convirtió al autor de la nota en la mayor promesa del teatro nacional. El mar de noche y La enamorada.
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LUCAS CHILCZUK
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