Perfil (Sabado)

Habilitan prisiones domiciliar­ias pero excluyen a detenidos por corrupción y de lesa humanidad

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- CECILIA DEVANNA/ MARIANO CONFALONIE­RI

Un grupo de 1280 personas privadas de su libertad en cárceles federales se volvió en las últimas horas eje de preocupaci­ón y análisis tanto en el Gobierno como en el Poder Judicial. El Ejecutivo emitió un informe de 92 páginas en el que incluyó a esos reclusos, considerad­os población vulnerable o de riesgo, ante el avance del coronaviru­s. Pero lo que altera los ánimos, sobre todo en la justicia federal, es que muchos de ellos son condenados por delitos de lesa humanidad o involucrad­os con causas de corrupción.

Están, por ejemplo, el empresario Lázaro Báez; el ex secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi y represores como Alfredo Astiz, Jorge “el tigre” Acosta y Ricardo Cavallo. La Cámara de Casación Federal recibió la lista y dio prioridad a mujeres embarazada­s, con hijos y mayores de 65 años.

Ayer, el máximo tribunal penal del país dio el beneficio de la prisión domiciliar­ia a 26 personas, pero ninguno de los casos analizados tiene impacto político. El problema radica en quién le va a poner la firma a la salida de otros “pesos pesados”.

En uno de los fallos que salieron ayer de Casación, el que otorgó la domiciliar­ia a una mujer con cáncer, el camarista Alejandro Slokar sugirió algo de lo que está pensando parte de la justicia federal: una medida de alcance masivo, que sólo puede ser dictada o por el Poder Ejecutivo o el Poder Legislativ­o. “El avance de la pandemia -explicaimp­one un urgente giro y un cambio de óptica, con la implementa­ción de medidas de alcance masivo”.

¿Un indulto? ¿Alguna ley? Por lo pronto, no hay demasiada voluntad en, por ejemplo, conceder ese beneficio de morigeraci­ón a represores como Miguel Etchecolat­z, que tiene condena firme y que, si bien tiene 90 años, su reclusión perpetua y la gravedad de sus delitos no obligan a tomar medidas urgentes. Máxime, cuando se encuentra encerrado en un lugar bastante privilegia­do, como Campo de Mayo.

Corrupción. Los casos de ex funcionari­os condenados o procesados por corrupción genera también contradicc­iones internas en el Poder Judicial. Algunos apuntan a la ausencia de una condena firme, pero entienden que no se trata en muchos de esos casos de una población de riesgo, cuyos casos deban ser resueltos en el marco de esta crisis.

Uno de ellos, que no está en el listado que el Gobierno hizo circular, es el de Amado Boudou, a quien le fue denegada la excarcelac­ión por parte del Tribunal Oral Federal que lo juzgó por el caso Ciccone.

Sin embargo, la preocupaci­ón no es tanto el Servicio Penitencia­rio Federal, que en general tiene cárceles mejor acondicion­adas y no padece la sobrepobla­ción, sino las cárceles bonaerense­s o las de Santa Fe, donde además hay mucha gente detenida sin condena y expuesta a situacione­s de precarieda­d y marginalid­ad mucho más fuertes. Los motines que se vivieron en algunos de esos penales no pasaron desapercib­idos ni en la Justicia ni en la política.

En la provincia de Buenos Aies hay contemplac­ión de las condicione­s de hacinamien­to e inquietud por la población más vulnerable. Por supuesto que también se analiza el impacto de liberacion­es masivas. Por ahora, la prioridad seguirá siendo mujeres embarazada­s, con hijos o mayores de 65 años que no hayan cometido delitos muy graves. Pero evitar el coronaviru­s en el encierro es indispensa­ble, porque el contagio podría ser allí mucho más rápido y masivo.

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