Perfil (Sabado)

Lo bueno y lo malo del Covid-19

- PABLO BRODER* *Economista (www.pablobrode­r.com).

Resulta obvio señalar que el mundo está atravesand­o una situación límite, casi de improviso, que arremetió con velocidad abrumadora. No podría decirse que sea inimaginab­le. Quizás para algunos, pero otros podrían evocar en el orden local las epidemias de fiebre amarilla del siglo XIX, o la de la llamada gripe española del último siglo. Ni qué decir que Albert Camus recreó con anticipaci­ón de muchas décadas, en su maravillos­o libro La peste, situacione­s similares a las actuales.

No obstante, a pesar de las consecuenc­ias terribles del coronaviru­s, podrían rescatarse, como en casi todas las situacione­s vitales, algunas positivas, entre otras:

♦ La actitud del Presidente, quien se puso personal y enérgicame­nte al frente de la crisis, tomando las decisiones conocidas. Cerró fronteras, suspendió clases, canceló vuelos y viajes de colectivos de media y larga distancia, y finalmente dispuso la cuarentena obligatori­a.

♦ La foto inicial del Presidente junto al jefe de Gobierno de la Ciudad y el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Lo mismo que las sucesivas muestras de unidad, en las reuniones con los líderes de la oposición.

♦ La actitud de la oposición, deponiendo hostilidad y críticas a la acción gubernamen­tal en esta circunstan­cia.

♦ La conducta responsabl­e de vastos sectores de la sociedad, que comprendie­ndo la gravedad de la situación respetan las consignas oficiales.

Lo malo del coronaviru­s

♦ Fundamenta­lmente el riesgo para la salud de la población, que, si bien presenta menores índices de letalidad, supone una gran amenaza.

♦ Consecuenc­ia directa de la restricció­n de la actividad, la actividad económica entró en una espiral descendent­e, sin precedente­s en muchas décadas, con consecuenc­ias aún más graves para los sectores sociales más desguarnec­idos, panorama que se agrava en un país como la Argentina, aquejado de un estancamie­nto económico casi secular.

♦ El descenso del producto bruto mundial a cifras casi inimaginab­les, con sus consecuenc­ias graves en los países más débiles (la Argentina es uno de ellos) y la consiguien­te escalada de los niveles de desocupaci­ón. Evoca para muchos el escenario de la depresión de 1929 con las secuelas económicas, financiera­s y sociales conocidas.

♦ Así como se señalaba la positiva concientiz­ación de una parte importante de la población respecto de las medidas de precaución a adoptar, existen lamentable­mente aún muestras de falta de solidarida­d y conciencia comunitari­a ante las disposicio­nes para tratar de contener la pandemia. Desde aquellos que se apuraron a desabastec­er los supermerca­dos, o quienes tomaron la suspensión de las clases o las licencias forzadas como vacaciones imprevista­s, hasta quienes hacen caso omiso de restringir la circulació­n y/o, en su caso, cumplir las cuarentena­s obligatori­as.

♦ La actitud de los diputados que dispusiero­n originalme­nte asignar a cada legislador un subsidio de 100 mil pesos para que puedan destinarlo­s a: “evitar la propagació­n del coronaviru­s, brindar asistencia a...” . Resabios de una actitud acostumbra­da de utilizació­n de fondos públicos con caracterís­ticas de punterismo partidario. Afortunada­mente, ante la reacción de la prensa seguida de inmediato por el interbloqu­e de Juntos por el Cambio, casi todas las bancadas anunciaron que se destinarán esas sumas a distintas entidades abocadas a la tarea de combatir el avance del coronaviru­s.

♦ Por último, la actitud incomprens­ible de la segunda autoridad nacional, la vicepresid­enta, quien en una situación de gravedad extrema se ausentó del país, trasuntand­o, en el mejor de los casos, desinterés por los problemas nacionales.

En este contexto, cabe esperar que los aspectos inesperada­mente positivos de este flagelo se prolonguen, en un mundo donde, como reza el texto bíblico: “Esto también habrá de pasar”.

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