Una de acción feliz en su torpeza y límites
SPENSER: CONFIDENCIAL
Título original: Spenser Confidential Dirección: Peter Berg Guion: Sean O’keefe y Brian Helgeland Intérpretes: Mark Whalberg, Winston Duke, Alan Arkin, Iliza Shlesiger, Michael Gaston y Bokeem Woodbine
Origen: Estados Unidos (2020)
Duración: 111’ Disponible en Netflix
Una nueva colaboración del director Peter Berg y el actor Mark Whalberg (juntos han hecho Día del atentado, Milla 22: el escape y Horizonte profundo, entre otras) se convierte en una película perfecta para estos días. ¿La razón? Whalberg, que puede oscilar con su rostro todo norteamericano entre la seriedad policial y la comedia (entre sus destellos se encuentran Ted y Policías de repuesto), lleva a cabo una operación fundamental para estos días de seriedad y saturación: un policial que se autodestruye, y que vive feliz su ser descartable. Eso no implica que no se tome con seriedad su premisa, basada en el personaje que alguna vez escribiera Robert B. Parker. Su motor a base de la fórmula “policía bueno que termina en la cárcel por fajar a uno malo y cuando sale años después de prisión eso se le vuelve encima” está perfectamente lubricado. De hecho, ahí esta su otra virtud: no realiza su pirueta de género sin ninguna otra cosa que total convicción y así es como va logrando el policial cuadrado alcance el perfecto equilibrio entre el entretenimiento absorbente, que todo alrededor lo apaga, y al mismo tiempo genere un disfrute pleno.
De aquella premisa lo que se va desprendiendo es un modo caprichoso, pero efectivo, de construir a Spenser como el famoso chico bueno que pelea como un boina verde y siemque pre por las razones justas. Este tipo de objetos, ya casi en extinción entre las series que todo lo estiran o aquellas formulaicas pero que requieren una conexión sentimental casi adolescente con los personajes, necesitan de la energía de alguien como Mark Whalberg y no solamente eso: necesitan de un sistema de secundarios que vaya sosteniendo el guion coescrito con conocimiento de causa por Brian Helgeland (alguna vez ganador del Oscar por Los Angeles al desnudo y director de clásicos brutales como Revancha y aquel milagro que es Corazón de caballero). Y ahí es donde todo cae en el preciso lugar que su justicia canchera, obvia en sus valores, necesita: nombres como Alan Arkin o Winston Duke, incluso Bokeem Woodbine como perfecta pieza crucial en este juego de unir los puntos y descubrir por qué se asesinó a tal personaje. Efervescente, canchera, rápida y predecible: un precioso bólido de cine conducido por ese camionero del noveno arte que es Mark Whalberg.