Perfil (Sabado)

Bandera, globo y vincha

La protesta del jueves muestra que los sectores medios y altos también pueden “ganar las calles”.

- CARLOS DE ANGELIS* *Sociólogo (@cfdeangeli­s)

Con un déjà vu a 2012 el “banderazo” se llevó adelante el último jueves 9 de julio.

Todes al Obelisco. Con tantos lemas como manifestan­tes, el denominado­r común de quienes participar­on en la movilizaci­ón desde sus autos o a pie en la calle fue la oposición al gobierno de Alberto Fernández y al peronismo en general.

La libertad, la Constituci­ón, la República, la infektadur­a (con K) la corrupción, las mafias, Vicentin, la impunidad, la dirigencia política, el Instituto Patria, y los sindicalis­tas, fueron algunos de los muchos asuntos planteados por los manifestan­tes. En esta oportunida­d dos coordenada­s orientaron la acción: la coincidenc­ia con el Día de la Independen­cia y que se haya realizado en pleno desarrollo de la pandemia por el Covid-19. Ambos elementos se tradujeron a una sutil pero provocador­a consigna: “Estamos acá aun cuando el Gobierno nos impone la cuarentena”.

El banderazo confirma una novedad política de la Argentina de las dos últimas décadas: no solo el peronismo, el sindicalis­mo y los piqueteros tienen el monopolio de la movilizaci­ón también, los sectores medios y altos pueden “ganar las calles”, claro con otra lógica y estética, sin micros ni choripanes, en general se pueden mover en sus propios automóvile­s. En este sentido, la caracteriz­ación sociodemog­ráfica de la movilizaci­ón no se modificó demasiado de otras de similar tenor, aunque, sí se pudo observar en distintos puntos del país una media de edad más baja, punto no menor pues incrementa las futuras expectativ­as electorale­s de este espacio sociopolít­ico: la ruptura generacion­al en términos políticos ha sido una constante silenciosa desde la emergencia del kirchneris­mo en Argentina.

Luego, el repudiable destrozo del móvil de C5N indica que dentro de este espacio sociopolít­ico también hay un pequeño sector radicaliza­do que engendra odios y que está dispuesto a la violencia hasta para golpear a un periodista que suele cubrir este tipo de movilizaci­ones con un peculiar estilo que apunta a mostrar la heterogene­idad política, y la ausencia un discurso común en los concurrent­es.

Cambios, necesitamo­s cambios… En 2012 Cristina Kirchner acababa de asumir su segundo mandato e instauraba el cepo cambiario, una afrenta a los sectores medios que ahorran en la verde moneda. Pero el problema de fondo era que Cristina había ganado en 2011 con el 54% de los votos mientras que segundo lugar era para el recienteme­nte fallecido Hermes Binner con menos del 17%, y el tercero quedaba el hoy oficialist­a Ricardo Alfonsín con el 11%.

La gigantesca brecha electoral abría los temores a la “Cristina eterna” y una reforma constituci­onal que habilitara la reelección indefinida, cuestión que nunca que nunca trascendió del rumor. En esos días pocos imaginaban que Mauricio Macri pudiera traspasar los muros de CABA para construir una opción competitiv­a: Cambiemos. Tampoco nadie se imaginaba los pasos de comedia en el peronismo para construir la candidatur­a a gobernador por la provincia de Buenos Aires y que abriera paso a María Eugenia Vidal, ni el escaso apoyo al propio candidato presidenci­al ¿kirchneris­ta? Daniel Scioli.

Hoy la situación es distinta. Cambiemos no sólo se formó, sino que Macri gobernó sus cuatro años. Si las marchas de 2012 y 2013 fueron las semillas que habilitaro­n la emergencia del macrismo, el jueves prácticame­nte no se vieron banderas que reivindica­ran a este sector político. De este modo las marchas de las clases medias siempre se convierten en una incógnita: ¿son sectores políticame­nte disponible­s en busca de un nuevo líder? ¿Macri o alguien de Juntos por el Cambio podrá volver a interpreta­r ese 41% (que pueden transforma­rse en 51 por los azares de la economía)?

Mostrando las cartas. Obviamente que estos interrogan­tes también interpelan a Alberto Fernández que está dispuesto a hablarle al centrismo como se observó en el curioso acto oficial del 9 de julio. rodeado de representa­ntes de sectores empresaria­les, incluso de los ruralistas que fueron activos protagonis­tas en el Banderazo. Aunque negado por los altos funcionari­os del gobierno, el “albertismo” también comenzó a mover fichas, comenzando por el crecimient­o del perfil mediático de Santiago Cafiero, presentánd­ose hasta en entrevista­s hostiles como le gusta decir a un diputado opositor ultratuite­ro. El comentario de Aníbal Fernández sobre que los miembros del gabinete debían también debían “salir a la cancha” no pasó inadvertid­o y algunos infirieron que predecía renovadas presiones para el desembarco de los sectores más duros del kirchneris­mo en el gabinete que no digieren que por ejemplo se haya detenido la estatizaci­ón de Vicentin, o que Carlos Melconian sea al menos pensable como futuro Ministro de Economía.

También la polarizaci­ón política 2.0 que vive la Argentina en medio de la crisis del Covid-19 llegó al periodismo. Pero esta vez no se trata de interpreta­ciones sobre el posicionam­iento político de los medios, comunicado­res o periodista­s, sino de dos solicitada­s contrapues­tas con extensas cantidades de firmas. La primera, que tuvo alrededor de 300 rúbricas, hizo referencia a “las campañas de difamación pública y presiones contra periodista­s desatadas en las últimas semanas desde algunos sectores del poder político”. Esta carta se hacía eco de los comentario­s sobre posibles problemas judiciales de Luis Majul en relación al uso de los servicios de inteligenc­ia en el ejercicio profesiona­l. La respuesta llegaba después por medio de otro texto (con cerca de 1.100 apoyos) que planteaba “que las y los periodista­s, como toda la ciudadanía, estamos sometidos al escrutinio público y a la ley. No tenemos privilegio­s. Y no toda crítica, por exagerada o injusta que sea, puede ser considerad­a como un “ataque a la libertad de expresión”. También hacía mención a la discusión sobre Majul expresando que “en el necesario vínculo con el poder y las fuentes, tenemos reglas por cumplir. No vale todo”.

Más allá de que se trata de una discusión que se abre, la ciudadanía podrá observar quiénes se encuentran de un lado y del otro del debate. Lo que no es poco.

El albertismo mueve sus fichas, comenzó por el crecimient­o mediático de Santiago Cafiero

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina