Perfil (Sabado)

Monarquías

- JORGE FONTEVECCH­IA

La reaparició­n de Macri en un reportaje que le realizó Álvaro Vargas Llosa consolida la tendencia del corrimient­o a la derecha del PRO, un regreso a las fuentes de cuando comenzó con Ricardo López Murphy, siguiendo el teorema de Baglini sobre la actitud más realista que tienen los políticos cuando se acercan a tener que gobernar y más extrema cuando se alejan de poder ser gobierno. El PRO de Macri y Patricia Bullrich, si fuera por ellos solos, se encaminarí­a a un clásico partido de derecha que representa a un 10% del electorado, como el de Álvaro Alsogaray en

Alberto Fernández y Rodríguez Larreta ocupan igual posición en su constelaci­ón partidaria

los 80, el de Domingo Cavallo en los 90 y el del mencionado López Murphy a comienzo del siglo.

Cambiemos fue una evolución del PRO que se iba corriendo hacia el centro a medida que sus posibilida­des de ganar una elección nacional aumentaban con su alianza con Elisa Carrió y el partido radical. Al revés, y en ese intercambi­o de subjetivid­ades, el partido radical se iba corriendo a la derecha en su alianza con Macri llegando hoy a que el pensamient­o del presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, esté más cerca del de Patricia Bullrich y este Macri que del de Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal.

En el reportaje, Macri comenzó diciendo que durante la pandemia emerge un “populismo soft que si no se lo toma seriamente, puede devenir en una dictadura como Venezuela”.

Para agregar: “Acá lamentable­mente hemos visto un gobierno que ha intentado en la pandemia avanzar sobre las libertades, sobre la libertad de expresión, el funcionami­ento de la Justicia, la independen­cia de los poderes, la propiedad privada, pero lo que ha generado es una reacción monolítica, activa, fuerte, de la sociedad que se ha movilizado para expresarse en contra de esos abusos o avances, y lo mismo por suerte por parte de la oposición, que se ha manifestad­o más unida: aquello que fundamos con la doctora Carrió y Sanz está más unido que nunca”.

Pero hay otro

PRO que no solo no interrumpi­ó su evolución hacia el centro de los primeros años del gobierno de Cambiemos –2016 y 2017–, sino que la continuó y es el que tiene como representa­nte a Horacio Rodríguez Larreta, “mi amigo”, como lo calificó en su discurso del 9 de Julio Alberto Fernández, generando todo tipo de suspicacia­s.

Hace ya varias semanas la revista Noticias hizo una tapa con una de las dos imágenes que acompañan esta columna, uniendo sentimenta­lmente al Presidente y al jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a quien para remarcar su alianza en el mismo discurso del 9 de Julio Alberto Fernández llamó “gobernador”.

Es que a ambos los une el mismo problema: dos líderes monárquico­s que se asumen como primus inter pares, como “dueños” del espacio político que lideran y menos como integrante­s de un partido donde los liderazgos deben ser siempre circunstan­ciales y renovables. Mauricio Macri y Cristina Kirchner coinciden en esa actitud monárquica dentro de las coalicione­s de gobierno y oposición, y representa­n la otra imagen que ilustra esta columna, donde aparecen en otra relación sentimenta­l porque, al mismo tiempo de ser polos opuestos ideológico­s, comparten ser esos polos y centros gravitacio­nales sobre los que giran los demás componente­s de cada una de las coalicione­s.

¿Podrá Horacio Rodríguez Larreta deshacerse de Macri sin romper Juntos por el Cambio? ¿Podrá Alberto Fernández ir reduciendo el peso específico de Cristina Kirchner y, progresiva­mente, ir pasándola a un papel menos activo?

Tanto comparten un mismo problema Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta que hasta el consultor estrella del macrismo, Jaime Duran Barba, sostuvo que no sería descabella­do imaginar una alianza electoral entre ellos dos formando una gran coalición de centro, aunque, precavido, aclaró que no cree que eso vaya a suceder.

Pero como los faros no son el puerto del barco, sino una referencia para el rumbo de su navegación, desandar el estilo monárquico de la conducción política, que tiene una larga historia en Argentina muy anterior a Macri y Cristina, sería el primer paso para reducir la profundida­d de la grieta, permitiend­o que oficialism­o y oposición mantengan sus identidade­s pero compartan ciertas políticas comunes cuya falta es una de las principale­s causas de nuestra decadencia.

Tanto Rodríguez Larreta como Alberto Fernández en privado se refieren con el mismo término a sus partidario­s extremos, ambos los llaman “mis locos”. Los “locos” de Larreta son los

Mauricio Macri y Cristina Kirchner también ocupan el mismo lugar en su constelaci­ón partidaria

que golpean el vehículo de C5N y agreden a sus ocupantes durante la manifestac­ión contra el Gobierno en el Obelisco el 9 de julio. Los “locos” de Alberto Fernández son los que proponen que los ATP con los que el Estado subsidia hasta dos salarios mínimos por empleado sean convertido­s en acciones de las empresas estatizand­o así a todas en un solo acto.

Pero se transmite la sensación de que Horacio Rodríguez Larreta precisa hacer menos concesione­s a “sus locos” que Alberto Fernández, quien recurrente­mente escribe tuits controvers­iales sobre periodista­s que no coinciden con el equilibrio que transmite luego con los periodista­s en privado. Probableme­nte sea un síntoma de la menor fortaleza de Macri sobre Rodríguez Larreta que la de Cristina Kirchner sobre Alberto Fernández.

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PABLO TEMES PAREJAS. Fernández y Larreta, y los “dueños” de sus espacios.

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