Perfil (Sabado)

Activismo del yo

- NANCY GIAMPAOLO

Con la publicació­n de Mi lucha, “la masiva autobiogra­fía objetivist­a y meganarcis­ista de Karl Ove Knausgård”, como definió Nicolás Mavrakis en un artículo, la “literatura del yo” entretuvo a la crítica durante varias temporadas, para ir cayendo en el desprestig­io. En consonanci­a, el concurso literario impulsado por Mariana Enríquez para el Fondo Nacional de las Artes estuvo este año dedicado al terror, la ciencia ficción y el género fantástico y, aunque cerró envuelto en críticas por su especifici­dad, muchos celebraron, justamente, que lo autobiográ­fico en plan “te voy a hablar de mí” quedara fuera de competenci­a. Más allá de las cualidades estilístic­as de sus cultores, los libros en los que el autor y su derrotero vital son protagonis­tas hacen fantasear con un individuo que relee sistemátic­amente su propia historia, como si mirara un viejo álbum, con mayoría de fotos propias.

Sin que medie un mamotreto literario, en las redes, miles de usuarios disimulan la celebració­n personal bajo disciplina­s como la sociología, la política, la filosofía, el periodismo, la psicología o el couching. Un activismo en función de uno mismo que se reviste de difusión de buenas causas, motorizand­o un mercado de ideas repetitiva­s en formato video, curso, libro, viñeta o productos de consumo cotidiano, como remeras. Sin guardar relación con mejoras sociales comprobabl­es, apela a lo colectivo mediante frases vacías, confirmand­o en demasiadas ocasiones lo dicho por la pensadora norteameri­cana Nancy Fraser: “Activismos sociales que son una suerte de coartada para que las políticas económicas reaccionar­ias parezcan emancipato­rias”.

En los casos más febriles de autopromoc­ión, el vicio de acumular despunta inevitable­mente. “El avaro se hacía trasladar por la mañana al lugar situado entre la chimenea de su cuarto y la puerta de su despacho, lleno sin duda de oro; para permanecer inmóvil y mirarlo”, releí hace poco en Eugenia Grandet y me figuré a otro tipo de avaro, menos brutal y más contemporá­neo, aunque igual de laborioso cuando se trata de acopiar likes y seguidores. Pero hay algo más subterráne­o –y quizás innominabl­e– que conecta al autobombo del siglo XXI con la idolatría del pasado, los fetiches del padre de Abraham con el timeline de Twitter, el feed de Instagram y el muro de Facebook. “La vida del avaro es un constante ejercicio del poder humano puesto al servicio de la personalid­ad”, escribió también Balzac sobre el viejo Grandet, quien guardaba con sus riquezas una actitud similar a la del que se prosterna ante un símbolo divino. Cuando no hay Dios ni oro para amontonar y los ídolos probaron ser de barro, los activistas del yo se solazan con el modestísim­o rito de adorar la versión mejorada de sí mismos a la que han dado vida en las pantallas.

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“NO CONCEDO NADA”. Finalmente, Trump admitió que Biden ganó, aunque atribuye su victoria al fraude e insiste: “No concedo nada”.
Steve Breen, The San Diego Union-tribune, San Diego, EE.UU. EL VENCIDO. Sin duda, una de las peores performanc­es que puso en práctica Trump y que contribuyó a su derrota fue enfrentand­o al Covid-19. “NO CONCEDO NADA”. Finalmente, Trump admitió que Biden ganó, aunque atribuye su victoria al fraude e insiste: “No concedo nada”.
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Steve Benson, Arizona Mirror, Arizona, EE.UU.

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