ESTRELLAS Y PREJUICIOS
—En tu trayectoria, has trabajado con grandes como Carla Fracci y el coreógrafo Yury Grigorovich. ¿Cómo los recordás? —Es gente que me ha aportado el amor y el respeto por el trabajo y la profesión, una inmersión casi al doscientos por ciento en la vocación, que es su vida. Son mitos vivientes, frente a los cuales lo único que uno puede hacer es cerrar la boca y fijarse en todo lo que hacen, y en sus fallos también. Mi carrera se ha desarrollado principalmente en los tres ejes del ballet clásico: Francia, Italia y Rusia. En Francia, con Charles Jude, el íntimo y predilecto alumno de Nureyev; en Rusia, con Grigorovich, donde su mujer me recibió y me hizo de comer huevos fritos; en Francia, con
Carla, que siempre ha sido la elegancia, siempre una reina.
—Billy Elliot es una película que, aunque tiene algunos años ya, sigue vigente en relación a los prejuicios sobre ballet y homosexualidad. ¿Qué reflexión podrías hacer?
—Si me formulas esta pregunta, es porque el problema existe, ese estereotipo sigue colgado. Pero si alguien hoy en día cree que no existe la homosexualidad dentro del fútbol, yo no me lo creo. También en el fútbol tienen un problema importante, por resolver esa cruz que nosotros llevamos. Muchos niños varones no se puedan dedicar a la danza por todos los estereotipos. Yo tuve que vivir esa especie de bullying, y lo sigues viviendo ya de adulto también.