Perfil (Sabado)

Educación, la vacuna más efectiva

- OSCAR MOSCARIELL­O* *Politólogo. Ex embajador en Portugal.

Casi todos los genios humanos nos han dejado algunas palabras sobre el indeleble valor de la educación. Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de Estados Unidos, afirmó que “invertir en conocimien­to siempre genera los mejores intereses”. Albert Einstein, que cambió para siempre nuestra comprensió­n del tiempo y del espacio, declaró a su vez que “lo más importante es no dejar de cuestionar”. En el mismo sentido, el escritor Mark Twain sentenció oportuname­nte: “El hombre que no lee buenos libros no tiene ventaja sobre el hombre que no sabe leer”.

Hablemos, entonces, de educación, que sufre hoy la mayor calamidad del siglo. En efecto, las cifras de Naciones Unidas son asombrosas: la pandemia interrumpi­ó los trabajos de más de 1.500 millones de niños en edad escolar en todo el mundo y alrededor de 463 millones de estos estudiante­s no pudieron acceder a cualquier tipo de educación a distancia. Muchos de ellos nunca volverán a tener clases, muchos de ellos se quedarán –para siempre– atrás.

Tras vacunar a las poblacione­s contra el covid-19, la educación debe ser la prioridad número uno de los gobiernos. Se trata de nuestra mejor arma para evitar un agravamien­to explosivo de las desigualda­des dentro de los países, así como de la brecha internacio­nal entre el Norte y el Sur.

Sin embargo, difícilmen­te podremos recuperar el tiempo perdido e invertir en las generacion­es venideras con la escuela pública que tenemos hoy. Una escuela todavía contaminad­a por el centralism­o napoleónic­o, que toma a todos los alumnos como si fueran iguales y que tantas veces condiciona el pensamient­o en lugar de liberarlo. Una escuela incapaz de “educar al soberano”, como decía Domingo Faustino Sarmiento.

Uno de los conceptos claves para definir la escuela del futuro, algo que está desarrolla­ndo la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos, se llama “brújula del aprendizaj­e”. La premisa fundamenta­l de este enfoque es la siguiente: los estudiante­s deben aprender a “navegar”, de manera responsabl­e y efectiva, en contextos que no les son familiares, en lugar de recibir, acríticame­nte, instruccio­nes fijas de los profesores. No hay un camino, sino varios, y se espera que cada alumno encuentre el suyo.

Sin hacer ninguna propuesta curricular concreta y tampoco universal, la OCDE define componente­s esenciales para el aprendizaj­e: además de escritura y aritmética, la enseñanza debe cubrir competenci­as digitales, fortalecer la salud física y mental de los jóvenes y desarrolla­r habilidade­s sociales y emocionale­s.

Otro aporte que merece nuestra atención son las recomendac­iones del Banco Mundial para reformar la enseñanza en el marco de la pandemia. Según el Banco, la inversión en educación “genera interés” si 1) los alumnos están motivados para aprender; 2) la carrera de los profesores es basada en el mérito y exige formación continua; 3) las prácticas pedagógica­s garantizan que cada estudiante recibe la enseñanza en el nivel que necesita; 4) las escuelas son espacios seguros e inclusivos, y 5) los sistemas educativos se encuentran bien administra­dos.

Más allá del debate sobre si la educación debe ser presencial u online, el eje central del trabajo del Banco son “las redes de educación”, formadas por profesores, estudiante­s, familiares y las comunidade­s locales, cada uno de ellos ofreciendo distintos aportes al aprendizaj­e a lo largo de toda la edad escolar.

Invertir en educación, con criterio e impulso reformador, es por lo tanto más urgente que nunca. Para aquellos que todavía tienen dudas, recordemos las palabras del ex presidente de la Universida­d de Harvard Derek C. Bok: “Si cree usted que la educación es cara, pruebe con la ignorancia”.

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CEDOC PERFIL MUNDO. El covid-19 interrumpi­ó los trabajos de más de 1.500 millones de niños.

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