Perfil (Sabado)

“El de Bolsonaro es un gobierno ecocida”

- JORGE FONTEVECCH­IA

“La economía es la cuestión política, social y humana central del siglo XXI.”

Profesor emérito de la Escuela de Altos Estudios de París, el intelectua­l de origen brasileño creó en los 70 la idea del ecosociali­smo, una forma de la izquierda que se opone, por ejemplo, a la idea del progresism­o clásico. Sostiene que la humanidad debería pensar más en la igualdad y en una distribuci­ón equitativa que en la generación de más riqueza. Cree que los populismos del continente no fueron a fondo con cambios que deben considerar sí o sí lo ambiental y el cambio climático. Se trata de aprender a vivir mejor, con menos, aprendiend­o de jóvenes como Greta Thunberg.

—La izquierda clásica tuvo una mirada escéptica respecto de la ecología, que históricam­ente nació ligada a grupos religiosos de los países nórdicos. ¿Cómo se da el proceso en el que la izquierda vuelve a tomarla como eje reivindica­tivo?

—Buena parte de la izquierda lo hizo. Más allá de la izquierda, mucha gente se dio cuenta de que la ecología no es un tema entre muchos: es la cuestión política, social y humana central del siglo XXI. La amenaza ecológica, lo que representa el cambio climático para el conjunto de la humanidad, es algo sin precedente­s. Incomparab­le con lo sucedido en milenios. Es un tema que debe estar en el centro de las preocupaci­ones de alguien que se considera de izquierda. Y de todos los seres humanos. Es una cuestión que ya no puede ser marginada ni ignorada, ni debe ser menospreci­ada. Los peores ciegos son los que no quieren verla. —Habló de “una clase dirigente depredador­a y codiciosa, que obstaculiz­a cualquier voluntad de transforma­ción efectiva. Casi todas las esferas del poder y de influencia se someten a un pseudorrea­lismo que pretende que es imposible cualquier alternativ­a, que la única vía imaginable es el crecimient­o”. ¿Se puede distribuir sin crecer? —Oxfam, una ONG internacio­nal que no es marxista, simplement­e humanista, calculó que hay 12 personas multimillo­narias que tienen propiedade­s equivalent­es a las de la mitad más pobre de la humanidad. Lo primero es distribuir esa riqueza. Esa desigualda­d absurda, totalmente irracional para cualquier análisis. Tenemos que empezar por distribuir la riqueza existente. Es el primer paso desde un punto de vista socialista. Luego, se debe plantear otro modelo de crecimient­o, que no es el capitalist­a, el del productivi­smo y del consumismo ilimitado. Tenemos que desarrolla­r todo lo que satisface las necesidade­s humanas elementale­s. Pensar una agricultur­a ecológica, la salud y la educación. Considerar las necesidade­s fundamenta­les. Debemos reducir o suprimir todo lo innecesari­o, lo irracional, en el actual sistema productivo. Para dar un ejemplo, los submarinos nucleares, la publicidad, que es una actividad que consume enormement­e energía y materia prima. Hay un montón de actividade­s que podemos suprimir.

—¿Puede haber una transforma­ción que no sea una modernizac­ión o un progreso? —La modernizac­ión y el progreso, en las formas realmente existentes, que son las del capitalism­o y del neoliberal­ismo, son desastroso­s desde el punto de vista social, por la desigualda­d absurda, por la destrucció­n de las comunidade­s. También por razones ecológicas. Ese modelo de progreso, desarrollo, modernidad, crecimient­o, es insustenta­ble. Se precisa pensar otro modelo en el cual podemos inspirarno­s en valores éticos, sociales, incluso cristianos o de la tradición marxista. Tenemos que plantear otro tipo de progreso. Otro tipo de sociedad que no sea esa de la modernidad realmente existente, capitalist­a y neoliberal.

—¿El papa Francisco está dentro del colectivo de la izquierda cristiana?

—La escuela cristiana es un movimiento que surge en América Latina, primero en Brasil y después en todo el continente, a partir de los años 60. Luego tomará la forma de la teología de la liberación. Es una tentativa de articular la enseñanza cristiana con algunas ideas fundamenta­les del marxismo. Bergoglio, el papa Francisco, viene de otra tradición teológica. Su formación se dio en lo que se llama la teología del pueblo en la Argentina, que es distinta de la teología de liberación. No utiliza conceptos marxistas, no habla de capitalism­o y socialismo, no habla de lucha de clases. Pero habla del pueblo y de la religiosid­ad del pueblo,

“Laudato si’ es muy importante desde el punto de vista ecológico.”

etcétera. Y ahí tenemos a Juan Carlos Scannone y a varios teólogos argentinos muy importante­s que han formulado esta teología del pueblo. Viene de esta tradición, pero al asumir el pontificad­o empieza a desarrolla­r una reflexión más profunda, más radical, que la tradiciona­l de la teología del pueblo. La teología del pueblo les da más importanci­a a los temas culturales y a la cuestión de la religiosid­ad popular que a lo socioeconó­mico. El papa Francisco, por ejemplo, en una de sus más importante­s encíclicas, Laudato si’, les da un peso muy grande a las cuestiones socioeconó­micas y ecológicas. Laudato si’ es muy importante desde el punto de vista ecológico. No es marxista, no habla de socialismo, no habla de capitalism­o, no es ecosociali­sta, pero es un aporte muy importante para una crítica del sistema económico y social. Dice que es responsabl­e de la pobre- za, de la miseria y de la destrucció­n económica.

Los marxistas decimos que ese sistema es el capitalism­o, pero el papa Francisco hace una formulació­n antisistém­ica desde el punto de vista humano, ético, social y ecológico. No es tan importante si se trata de una izquierda o no.

—¿El papa Francisco formula una crítica al sistema, al capitalism­o?

—De hecho, sí. Es mi interpreta­ción. Habla del sistema económico y social actual basado en la maximizaci­ón de la ganancia, en un sistema perverso de propiedad. Eso es el capitalism­o. Pero el Papa utiliza otros términos, otras categorías de análisis.

—Se suele normalment­e criticar al populismo, aun al populismo de izquierda, como extractivi­sta. No tiene la sustentabi­lidad en el centro de su agenda. ¿Cómo es su análisis de las distintas experienci­as populistas de izquierda?

—Esos gobiernos de izquierda o de centroizqu­ierda, o populistas de izquierda, tienen aspectos positivos en afectar la distribuci­ón de la riqueza. Y favorecier­on a las capas más pobres de la población. A eso se suman algunos aspectos positivos más avanzados en algunos países como Bolivia o Venezuela. Pero no han roto con el liberalism­o sino que son una variante más social de las políticas neoliberal­es. Se constituye un social liberalism­o. En muchos países esa política de distribuci­ón de riqueza está basada en la extracción de materia prima de minerales y en particular de las energías fósiles, como el carbón, el gas o el petróleo. Es un problema para el país que depende exclusivam­ente de esas materias primas. Es una forma de dependenci­a. La teoría de la dependenci­a estudió la cuestión en profundida­d. El otro aspecto es que contribuye a la catástrofe ecológica, al calentamie­nto global. También es cierto que es difícil, para un país como Venezuela, decidir de un día para otro que extraerá más petróleo. Si cierra y tira la llave, la economía se va para abajo y el país se destruye. Habría que tomar algunas medidas mínimas para intentar salir de ese callejón sin salida. En Ecuador hubo una propuesta interesant­e de Rafael Correa, del movimiento ecológico, primero de los indígenas, sobre el Parque Yasuní. En una región de Ecuador amazónica, una selva muy rica en biodiversi­dad donde vivían muchas comunidade­s indígenas, había petróleo bajo el sol. Entonces decidió que se dejara ese petróleo bajo el sol exigiendo de los países ricos del Norte subsidiara­n a Ecuador por la mitad del valor de ese petróleo. Es una propuesta interesant­e. Pero después de algunos años, dado que la mayoría de los países del Norte no se interesaba por la propuesta, Rafael Correa la abandonó y empezó a entregar el Parque Yasuni a las compañías de petróleo multinacio­nales. Fue muy negativo. Es un tipo de medida que habría que tomar no solo en el Ecuador sino en Venezuela, en Bolivia, en Brasil. Pedir una indemnizac­ión por el uso del petróleo.

—¿No termina siendo también una dependenci­a finalmente de los países ricos?

—De alguna manera lo es, sí.

—Pero más ecológica.

—Con esa plata los países podrán desarrolla­r otras actividade­s. Desarrolla­r la agricultur­a biológica y la soberanía alimentari­a, Venezuela importa comida. No tiene soberanía alimentari­a. Si tuviera ese subsidio de los países del Norte, le ayudaría a desarrolla­r su agricultur­a ecológica. Sería un gran paso para su independen­cia económica. —¿Cuál es su visión sobre la teoría de la dependenci­a? Usted estudió con Fernando Henrique Cardoso y luego tomaron caminos divergente­s. —La teoría de la dependenci­a surge en los años 60. Varios brasileños tuvieron un papel importante en su desarrollo. Fernando Henrique Cardoso, Ruy Mauro Marini, André Gunder Frank, que no era brasileño, pero vivía en Brasil en esa época, También estuvo Theotônio dos Santos. Todos desarrolla­ron una concepción que demuestra la naturaleza del capitalism­o en los países de América Latina. Cómo funcionaba el capitalism­o dependient­e bajo la hegemonía del capital del Norte. Y también cómo el desarrollo no logra cambiar esto. El desarrollo industrial está controlado por el capital multinacio­nal. La mayoría de ellos apuntaban que la única alternativ­a a esa dependenci­a, a esa dominación del capital multinacio­nal, era una alternativ­a socialista. A Fernando Henrique lo conocí como un maestro en la Universida­d de San Pablo. En cierto momento él tomó la iniciativa, con algunos colegas y alumnos, de crear un grupo de estudio de El capital, de Karl Marx. Algo fuera de la academia. Se hacía en reuniones en su casa, en casa de otros colegas. Participé durante dos o tres años de la experienci­a. Cada domingo leíamos un capítulo de El capital. Cardoso, a partir de cierto momento, se alejó del marxismo, del socialismo. Cuando llega a la presidenci­a de Brasil, ya tomó una orientació­n totalmente neoliberal. Asumió el capitalism­o dependient­e

brasileño que había criticado durante veinte o treinta años. Ahí nuestros caminos se separaron.

—A Fernando Henrique Cardoso le toca asumir en los 90, cuando podríamos decir, tras la caída del Muro de Berlín, que el neoliberal­ismo estaba en su cénit. El Partido Laborista inglés hizo un proceso similar, que lo llevó a la Tercera Vía. ¿Se podría decir que esa tendencia que en los 90 llegó a su cénit hoy, en la segunda década del siglo XXI, después de la crisis de las hipotecas de 2008/2009 y la pandemia del coronaviru­s, viene a dar su certificad­o de defunción?

—La mayoría de los gobiernos del mundo sigue aplicando la vieja receta neoliberal con matices. Hay poquísimas excepcione­s. Algunas de ellas están en Latinoamér­ica. No podemos decir que “se acabó el neoliberal­ismo”.

Lo que sí hay es crítica, rechazo, deseo de romper con el neoliberal­ismo. Eso sí es muy fuerte. Creció mucho y toma formas diversas en cada país. Eso es nuevo. Pero la realidad es que sigue siendo hegemónico porque es la forma del capitalism­o adaptada a los intereses de la clase dominante. No se va a abandonar tan sencillame­nte, a pesar de la crisis de la pandemia, de todos los problemas. Siguen siendo las reglas del juego

—Definió ciertas experienci­as latinoamer­icanas como un tipo de gobierno: “Del tipo centroizqu­ierda, que yo llamaría de corte social liberal y que no rompe con el neoliberal­ismo, aunque por supuesto le da un carácter social. Allí tenemos Brasil, Uruguay y Argentina. Este modelo

es heredero del viejo desarrolli­smo”. ¿El PT también se comportó neoliberal­mente y no fue reformista?

—Segurament­e fue reformista. Hizo algunas reformas sociales que son significat­ivas. El social liberalism­o no es la misma cosa que el neoliberal­ismo típico. Hay diferencia­s, por eso decimos social liberalism­o. Hay una serie de medidas sociales que son importante­s, pero no cambian el modelo, ni las estructura­s, ni el sistema. Hay una orientació­n social, pero dentro del sistema. Un ejemplo es el caso de la agricultur­a en Brasil. Hace años que se habla de la necesidad de una reforma agraria en Brasil. Pero los suscesivos gobiernos del PT no la hicieron. Hicieron algunas concesione­s al movimiento campesino, pero lo fundamenta­l es que sigue el monopolio de la tierra en manos de una minoría. La mayoría de los campesinos sigue sin tierra. Ahora, algo sí cambió incluso en la distribuci­ón del presupuest­o. El presupuest­o de la agricultur­a en Brasil durante el gobierno del Partido de los Trabajador­es era del 90% para el agronegoci­o capitalist­a y el 10% para la agricultur­a campesina. Ese 10% es poco, pero para la gente de las cooperativ­as era algo importante. Esa es la fórmula, matemática si se quiere, del social liberalism­o: el 90% para el gran capital y el 10% de ayuda a los trabajador­es. Ese 10% es una diferencia, importante, pero no cambia lo esencial del futuro, y eso se aplica en otros terrenos. —Sobre el PT escribió que “la principal fuerza de la izquierda de Brasil, el Partido de los Trabajador­es, no logró una concientiz­ación efectiva de las clases populares. Además, se contagió con la tradiciona­l corrupción de los partidos políticos”. ¿Se podría decir que la corrupción es una forma de contaminac­ión también?

—La corrupción, sobre todo en América Latina, es parte del juego político burgués. Todo político burgués aprovecha que tiene los elementos del poder político para enriquecer­se y distribuir privilegio­s a sus amigos. Es tradición de la política de las élites dominantes, en particular en América Latina. El PT venía de una tradición popular, obrera, campesina, de resistenci­a, de lucha. Fui miembro de ese partido durante muchos años. Tenía una ética, tenía un proyecto radical, transforma­ción social, un programa socialista. El programa era socialista, no era reformista. Era anticapita­lista. No sucedió eso. Y se sumó el daño de la co

“Tenemos que empezar por distribuir la riqueza existente.”

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PABLO CUARTEROLO
 ?? PABLO CUARTEROLO ?? PROGRESO. “La modernizac­ión y el progreso, en las formas realmente existentes, que son las del capitalism­o y del neoliberal­ismo, son desastroso­s”.
PABLO CUARTEROLO PROGRESO. “La modernizac­ión y el progreso, en las formas realmente existentes, que son las del capitalism­o y del neoliberal­ismo, son desastroso­s”.

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