LA CASI NORMALIDAD
CHRISTIAN CAMBLOR Atenti muchaches que esta pandemia seguramente dejará secuelas por varios años y en varios aspectos de nuestra vida en sociedad. Sí, me puse más serio que perro en Kayak, pero alguien tenía que decir estas cosas. Sin ir más lejos, ¿cómo saludarse de ahora en más? Los argentinos antes arrojábamos besos en forma indiscriminada. De mujer a hombre, mujer a mujer, hombre a hombre, hombre a mascota (admitamoslo). Pandemia mediante, concientizamos lo peligroso que podía ser semejante fogosidad. Empezamos a saludarnos con los codos. Nos sentíamos medio nabos, así que pasamos al puño contra puño. En algunos casos la manito alzada de lejos. En fin, ¿qué saludo quedará cuando nos avisen que ya pasó todo? Misterio. El Covid nos alertó sobre el riesgo de compartir espacios pequeños y cerrados. El ascensor del edificio quedó reservado para uno solo. En algunos casos, hasta fue un alivio: ¿quién quiere compartir el elevador con desconocidos, que encima nos comentan sobre el estado del tiempo? Es más, esta nueva costumbre nos sacaría culpa cada vez que cerramos la puerta sabiendo que a metros se acerca un vecino en crocks con ansias de entrar. Por supuesto que este sacudón pandémico dejará secuelas en los trámites diarios. ¿Sigo poniéndome a metro y medio del otro en la fila del cajero, o ya puedo espiar cuánto le queda de saldo? El de adelante tarda una eternidad en pagarle a la china de la caja, ¿empiezo a apoyar mis compras como forma solapada de meterle presión, o mantengo una paciencia oriental? ¿Y qué espera la china para decirle “gracia a vo’” y de esa forma darle las hurras? En los encuentros con amigos en una mesa de bar en la vereda. ¿Se debe subir foto a Instagram, o estamos promoviendo una conducta descuidista, que será sancionada por nuestros contactos? ¿Debemos aparecer todos con barbijo, aunque nadie nos crea que los usamos durante ese encuentro?