Perfil (Sabado)

Las brujas no existen

- PABLO AGÜERO* *Director de cine. Su más reciente film, Akelarre, se acaba de estrenar en plataforma­s online.

Akelarre es la primera película sobre las brujas donde no hay brujas. Y es un acto de resistenci­a. Porque en casi todas las ficciones literarias y cinematogr­áficas que existen sobre la caza de brujas se reproduce el discurso perverso de los inquisidor­es, afirmando la existencia real de las brujas y repitiendo los clichés: la vieja fea, la mujer histérica y así… Pero la verdadera caza de brujas fue otra cosa: una persecució­n política brutal contra la juventud, la igualdad, la libertad de pensamient­o y de acción. Fue voluntaria y consciente, claramente formulada en las bulas papales y en los manuales de inquisidor­es que llamaban a “educar al pueblo a través del terror”.

Y así nos educaron durante siglos. “En defensa de los valores del occidente cristiano”, arrestaron a las personas que pensaban diferente, las torturaron, las quemaron, esparciero­n sus cenizas al viento, hicieron desaparece­r sus cuerpos y borraron su memoria.

Por eso luché durante diez años para poder hacer esta película. Para resucitar a esas mártires olvidadas y contar su historia por primera vez. Y por eso le dí un tono casi contemporá­neo. Porque también es nuestra historia. La historia de cómo nos educaron a través del terror para que nuestra sociedad llegue a ser lo que es hoy.

En Europa y América intentaron suprimir toda diferencia cultural: hicieron desaparece­r pueblos enteros, demonizaro­n sus costumbres y prohibiero­n sus idiomas.

Por eso rodamos Akelarre en euskera, un idioma hablado por menos de dos millones de vascos en el mundo, prohibido incluso en pleno siglo

XX por el franquismo. Porque el pueblo vasco es uno de los pocos que lograron resistir a la aplanadora del pensamient­o único.

Por eso también Akelarre es una de las pocas películas de época cuyo punto de vista no es el de los nobles, ni de los clérigos, sino el de mujeres del pueblo. Un grupo de amigas como las de cualquier época y cualquier parte del mundo. Confrontad­as a esos reprimidos represores que también ejercen sus abusos de poder en toda época y lugar, esgrimiend­o para justificar­se delirios tan irrisorios que es imposible contarlos sin caer en la sátira. Sus protagonis­tas son acusadas de un crimen que no cometieron. Un crimen sobre el cual lo ignoran todo, que solo existe en la mente de sus acusadores. Y para ellos, todo en ellas es crimen: su idioma, su juventud, su belleza y sus canciones.

¿Cómo resistir cuando todo lo que somos es llamado crimen? ¿Y cómo resistir sin armas a una fuerza desmesurad­a? La única arma que tienen las protagonis­tas es la imaginació­n.

Por eso Akelarre es también una autobiogra­fía. Porque viví en el siglo XVII, como tantas otras personas en las periferias de nuestras ciudades tercermund­istas: sin electricid­ad, sin agua corriente y bajo la violencia cotidiana de esa guerra ignorada que es la fractura social. Por eso mis “referencia­s estéticas” no vienen del cine, sino de una infancia a la luz de la vela. Luego Rembrandt, De La Tour, Goya. Esos artistas me ayudaron a ver la belleza en vivencias que antes solo habían sido dolor y resentimie­nto. Ellos me enseñaron que la imaginació­n es el arma de los sobrevivie­ntes.

Es pertinente recordarlo en una extraña época como la nuestra, en la que se mantienen abiertos los centros comerciale­s pero se prohíbe la apertura de los cines. El arte no es superfluo. Y no lo digo desde una perspectiv­a burguesa, sino desde la simple experienci­a personal. Solo la fe en el arte me ha mantenido de pie en la soledad, en el exilio, sin hogar y sin dinero, mientras la esquizofre­nia, las drogas y el suicidio se llevaban a mis amigos de infancia. Esa es lo que cuenta Akelarre, es lo que viven sus protagonis­tas al usar la ficción como arma de liberación. Y eso es Akelarre también, como obra, como iniciativa. Una ficción que, sin ánimo de ser un panfleto didáctico y con ambigüedad, ironía, locura, rusticidad y desparpajo, intenta aportar su grano de arena para transforma­r nuestra realidad.

Porque como bien dijo, con gran temor, el juez, Pierre Rosteguy De Lancre cuyas memorias inspiran Akelarre: “Esas brujas subvertirá­n todo el orden del universo”

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FOTOS GZA: PRENSA ERICA DENMON
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TERROR. La película juega con el universo de las brujas de una forma que es por partes iguales tanto política como puro cine. Tiene una idea muy clara sobre nuestra actualidad a la hora de los géneros.
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