Perfil (Sabado)

LAS APP DE LEVANTE

- CHRISTIAN CAMBLOR

Sí, yo también ingresé en el mundo de las apps para conocer gente. Las de levante, bah. Esas que nadie menciona mucho pero casi todos merodeamos. Hablo de Tinder y sucedáneos, porque según parece hay varias. Y la verdad que es un flagelo. Sino mire todo esto que le comento… Primero que nada hay que matchear. Ponerse corazón mutuamente, lo que habilita al diálogo. Un Yo me quiero casar tecnológic­o, sin papelitos, pero arduo. De golpe, ¡hubo coincidenc­ia! Hay expectativ­as, pero tenemos que saber que muchas veces el diálogo no prospera, o queda en un hola, a secas. Si lo hay, se debe contar de cero que uno está soltero/divorciado/dudoso -ponga el estado que quiera- y los hijos y la ocupación y llenar ese formulario de presentaci­ón. La burocracia de la calentura, o del amor, si nos ponemos más elevados. De ahí se pasa al Whatsapp, que es el reservado ochentoso. Hay un guiño mutuo de onda y que se puede avanzar en crear una comisión con vistas a urdir un encuentro. Podría ser una cena, que suena formal, un café, que suena al paso, o una cerveza en la plaza, que suena bastante hippie; es cuestión de ponerse de acuerdo. ¿Usted piensa que ya está? Ni ahí. Falta lo más importante, el encuentro cara a cara. La verdad de la milanesa. Es probable que su cita haya subido fotos con filtros, con encuadres o luces favorables, de hace 8 años, y que lo que tiene enfrente parezca la tía de lo que vio en la app. Y quizás ella haya imaginado un hombre fornido y seguro, y no lo que es uno. Superada esa primera impresión, lo que sigue es el diálogo, porque una cosa es escribirse escondidos detrás de los celulares, y otra sólo separados por un café y dos terrones de azúcar. Pero atenti: si después de todo esto hay conexión, hay que saltar de alegría. Un hallazgo. Eso sí: no hay que hablar de ex o madre, porque volvemos al lugar de salida.

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