Perfil (Sabado)

Morir afuera

- JORGE FONTEVECCH­IA

Mientras los medios en la Argentina dedicaron horas de transmisió­n a las controvers­ias sobre la salud de Maradona, supuestame­nte el argentino más famoso del mundo, los medios internacio­nales pusieron foco en la historia clínica de otro compatriot­a. El interés lo despertó el lanzamient­o del primer libro de no ficción escrito en la Argentina que se encamina a ser un best seller mundial: La salud de los papas: medicina, complots y fe desde León XIII hasta Francisco, del periodista y médico Nelson Castro, que tiene como protagonis­ta principal al verdadero argentino más famoso del mundo, Jorge Bergoglio. Quien además fue noticia internacio­nal por el viaje más arriesgado que un papa puede hacer, a Irak, en medio de conflictos no acabados por la invasión norteameri­cana en 2003 y las luchas contra Isis, que llegó a ocupar un tercio del

El ser-para-la-muerte de Heidegger, lejos de mortificar al sujeto, le permite empoderar el presente y la existencia

territorio del país, encima ahora asolado por la crisis sanitaria del coronaviru­s, con más de cinco mil nuevos casos diarios.

Para su libro, Nelson Castro pudo tener una conversaci­ón con el papa Francisco –quien hoy tiene 84 años– sobre el tema físico: lo médico, la salud y la longevidad, pero derivó en lo metafísico. La muerte y lejos de casa, la finitud y el “autoexilio”, dos cuestiones especialme­nte trascenden­tes para los grandes protagonis­tas de la historia argentina, desde Moreno, Rivadavia, San Martín, Rosas y tantos otros.

El filósofo alemán Martin Heidegger en su libro El ser y el tiempo explicaba que la muerte no es para el ser humano el episodio final de su vida, sino que está presente en cada acto y en cada momento de la existencia: el ser humano no es alguien que muere, sino que es, toda la vida, un ser-para-la-muerte.

La conscienci­a de finitud marca cada una de nuestras decisiones: tener o no tener hijos, dejar o no una huella en una obra. Hasta en la negación de la muerte ella está. La conscienci­a de ser-para-lamuerte permite una vida más plena, valorando el presente, empoderand­o la existencia: apropiarse de la finitud es hacerse cargo de la propia vida.

La experienci­a de la muerte no trata del hecho biológico del deceso, del que nada sabemos en el presente, sino lo que imaginamos podría ser nuestra muerte. Para Sócrates, mucho miedo a la muerte podía conducir a un fracaso en la existencia. Sócrates eligió su forma de morir porque durante el juicio en que terminó condenado a pena capital primero rechazó la posibilida­d de hacer un segundo alegato, luego que sus amigos pagaran una especie de fianza y, por último, la posibilida­d de escapar de la detención previo tener que beber la cicuta que le produjo la muerte.

El papa Francisco le cuenta a Nelson Castro el lugar de su muerte: “Siendo papa, ya sea en ejercicio o emérito. Y en Roma. A la Argentina no vuelvo”. “No la extraño, viví allí 76 años”, lo que pareciera resultarle ya suficiente. Y en otro párrafo agrega: “El destino tenía guardado para mí el hacer realidad la frase de Caminito [famoso tango]: ‘Desde que se fue, nunca más volvió’...”.

En su testimonio demuestra interés por la psicología: “El estudio de psicología es muy importante para un sacerdote. Lo que no veo del todo claro es que un sacerdote haga psiquiatrí­a debido al problema de transferen­cia y contratran­sferencia, porque ahí se confunden los roles y entonces, el sacerdote deja de ser sacerdote para ser terapeuta, con un nivel de involucram­iento que después hace muy difícil tomar distancia”.

Francisco recurrente­mente menciona sus neurosis, a las que “hay que cebarles mate. No solo eso, hay que acariciarl­as también. Son compañeras de las personas durante toda la vida”. “Soy muy apegado al hábitat de las neurosis (...) es muy importante poder saber dónde chillan los huesos. Dónde están y cuáles son nuestros males espiritual­es. Con el tiempo uno va conode ciendo sus neurosis”.

La presencia de la ausencia suele ser la mayor de las presencias, especulaba Lacan. El duelo es uno de esos casos, y la presencia de la ausencia de Argentina parece revelarse constantem­ente en Francisco. Aparece en las respuestas a Nelson Castro tanto negando cualquier posibilida­d de regreso como en sus metáforas al mate y al tango, que denotan cuánto la Argentina vive dentro de él. Llegando al paroxismo en su uso combinado al citar la frase de Caminito: “Desde que se fue, nunca más volvió...”.

Complejo el proceso de identidad el de un papa no italiano, por el que pasaron el polaco Karol Wojtyła, el alemán Joseph Ratzinger y el argentino Jorge Bergoglio, probableme­nte el extranjero más italiano de todos, como probableme­nte Maradona pudo haber sido simbólicam­ente el extranjero más napolitano de

La presencia de la ausencia de Argentina en el papa Francisco irrumpe evidente en sus pensamient­os

Nápoles. Pero para Jorge Bergoglio, por su función (Lacan decía contradici­endo el dicho: “el hábito hace al monje”), pudo haber sido necesario obliterar la Argentina, un término que se utiliza en psicoanáli­sis para definir cuando alguien anula una parte de su ser aunque nunca con total éxito. Ser papa obliga a un proceso de mundializa­ción que no debe poder producirse sin una transforma­ción del yo única en el mundo, como es único el hábito blanco que, al vestirlo, lo convierte en Francisco.

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REPERCUSIÓ­N INTERNACIO­NAL del libro “La salud de los papas” y las confesione­s de Francisco sobre la suya.

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