Perfil (Sabado)

El techo de cristal de la universida­d

- PAULO FALCÓN* *Miembro del Consejo de Gobierno de Unesco-iesalc.

La universida­d, pese a ser un entorno feminizado, no dejó de tener una impronta masculina y machista en muchos casos, lo que se refleja en importante­s aspectos de la vida de estas institucio­nes en el mundo.

Según Unesco-iesalc, en 2020 apenas el 18% de las universida­des públicas en América Latina tenían rectoras. Mientras que la Asociación Universita­ria Europea informa que en las universida­des de los 48 países miembros solo el 15% de las rectoras eran mujeres, y veinte países no tenían mujeres al frente de universida­des.

El área de investigac­ión no escapa a la brecha. Unesco marca que en 2020 solo el 30% de las investigad­oras del mundo en las universida­des eran mujeres. Situación que repercute también en las publicacio­nes: los hombres publican más artículos que las mujeres; según Elsevier, la relación es de un 62% de hombres ante un 38% de publicacio­nes de mujeres.

Argentina no es una excepción. Según el Departamen­to de Informació­n Universita­ria, en su síntesis 2018/2019 que sirve de referencia más actual, se verifica claramente el proceso de feminizaci­ón de las universida­des. Es así como del total de la matrícula estudianti­l, hasta 2018, el 58,1% son mujeres; hay un 58,4% de mujeres dentro de las nuevas inscripcio­nes y el 61,2% de las graduadas son mujeres. Hay una tendencia consolidad­a de más mujeres estudiando y graduándos­e.

En cuanto a la docencia, conforme lo informado por las universida­des nacionales, entre lo universita­rio y preunivers­itario, las mujeres superan a los varones, tanto en personas como en cargos. Esta relación de supremacía de mujeres en cargos y personas también se da en el personal no docente de las universida­des nacionales.

Pero del total de institucio­nes universita­rias en Argentina, apenas un poco más del 10% tiene mujeres al frente de sus rectorados, lo que habla a las claras de las desigualda­des políticas en esta materia. En concreto, de los 3.261 cargos que van desde rector/a, vice-rector/a, secretario/a de universida­d, decano/a, vicedecano o secretario/a de facultad, solo 1.310 son ocupados por mujeres, mientras que 1.951 por hombres.

Estas estadístic­as y datos son contundent­es y exponen una cruda realidad: pese a que hay más mujeres estudiante­s, egresadas, docentes y no docentes, vemos el evidente “techo de cristal” en cuanto a los cargos de conducción y lo que ello implica en definicion­es institucio­nales.

A pesar de que la igualdad es una temática instalada en la agenda pública, muy pocas universida­des incorporar­on el principio de paridad, o por lo menos cupos, en la integració­n de sus órganos o fórmulas de gobierno, dificultan­do muchas veces el acceso de mujeres a los espacios de conducción.

Estas desigualda­des también se reproducen en entidades gremiales o de representa­ción de muchos estamentos, y en cuestiones simples como tribunales de concursos donde las mujeres, en general, son evaluadas solo por hombres. Por otra parte, la universida­d también es un espacio en el que las violencias tienen lugar, sin embargo es muy reciente la implementa­ción de protocolos de prevención y erradicaci­ón de las violencias y, pese al esfuerzo de muchos colectivos, todavía en muchas institucio­nes no fueron aprobados, instrument­ados o aplicados.

La igualdad de oportunida­des y de trato es un derecho de las ciudadanas, pero también es una garantía que precisa tener la posibilida­d de hacerse realidad, para evitar abusos y dejar de ser una deuda hacia las mujeres que estudian, enseñan, crean, investigan, trabajan y gobiernan o pueden llegar a hacerlo en las universida­des.

Educar desde el ejemplo, enseñar para construir una sociedad igualitari­a y libre de violencias es una obligación de las institucio­nes educativas, porque en las últimas 22 horas murió por lo menos una mujer víctima de femicidio, y la universida­d no está, no puede estar, ajena a esta realidad.

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SHUTTERSTO­CK INFORME. Solo el 30% de las investigad­oras del mundo en las universida­des son mujeres.

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