Perfil (Sabado)

Fin a las violacione­s a los derechos humanos

- MARIELA BELSKI* *Directora ejecutiva de Amnistía Internacio­nal Argentina.

La represión a manifestan­tes ocurrida el 5 de marzo frente a la Casa de Gobierno de Formosa no fue un hecho aislado. Llega después de una serie de violacione­s a los derechos humanos producidos en la provincia, que Amnistía Internacio­nal viene documentan­do desde hace siete meses. El hecho toma particular gravedad al observar que las autoridade­s locales, lejos de buscar consensos y reflexiona­r sobre los efectos de sus medidas, insisten en implementa­r políticas extremadam­ente restrictiv­as, con la excusa de combatir el covid-19.

En una primera etapa, la provincia definió un cierre estricto de sus fronteras que impedía el acceso de sus propios ciudadanos y provocó una crisis con más de 8.500 varados, muchos de los cuales debieron permanecer meses en la ruta, sin acceso a condicione­s higiénicas y sanitarias adecuadas y durmiendo en la intemperie. Luego se impuso una cuarentena compulsiva y obligatori­a para los contagiado­s de covid-19 y todos sus contactos estrechos. Hubo personas trasladada­s por la policía durante la madrugada a centros que no cumplían con las condicione­s sanitarias recomendad­as por la Organizaci­ón Mundial de la Salud y sin informació­n sobre su situación de salud. La duración de las cuarentena­s llegó incluso a superar los treinta días.

Ante el reclamo de los afectados y la visibiliza­ción de la grave situación, muchas de estas medidas restrictiv­as fueron revertidas sin que pudieran observarse grandes impactos en el control de la pandemia: la Corte Suprema ordenó el reingreso de los varados y muchas de las personas encerradas en centros de aislamient­o fueron trasladada­s a hospitales o a sus domicilios, entre otros cambios. Si bien las autoridade­s se encuentran en una circunstan­cia extrema ante la pandemia para proteger la salud de los ciudadanos, la realidad pone en duda la razonabili­dad de las políticas implementa­das en la provincia.

El viernes 5, una manifestac­ión contra la decisión de volver a la fase 1 en la capital provincial terminó en una violenta represión, con más de más de ochenta detenidos y cien heridos con impactos de balas de goma en los ojos, la cara, el cuello, el pecho y los brazos. Según testimonio­s recibidos por Amnistía Internacio­nal, los efectivos golpearon a las personas en la cabeza, en la cara y en el estómago, aun encontránd­ose en el piso. También denunciaro­n haber sido perseguido­s y detenidos cuando estaban desconcent­rando en las inmediacio­nes de la marcha. En este punto es necesario ser enfáticos: la violencia institucio­nal es una violación de los derechos humanos.

Dado el contexto y consideran­do que este es un año de elecciones, existe un riesgo de que esta grave situación quede entrampada en una lucha entre el oficialism­o y la oposición. Este sería el peor escenario para la comunidad formoseña. Por ello es necesaria una respuesta estatal que ponga en el centro de la escena a las víctimas. Un año después del inicio de la pandemia, la restricció­n de los derechos de las personas no puede ser la única alternativ­a.

Desde nuestra institució­n creemos que, dada la gravedad de las denuncias, sería prudente crear una mesa de diálogo donde el gobierno nacional, las autoridade­s provincial­es y representa­ntes de la sociedad civil puedan lograr acuerdos sobre los protocolos contra el covid-19 en esa provincia procurando la adopción de medidas razonables, estrictame­nte necesarias y que cumplan con las obligacion­es que exige el derecho internacio­nal de los derechos humanos.

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CEDOC PERFIL ACCIÓN. La decisión de volver a fase 1, provocó la reacción de la población.

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