Perfil (Sabado)

Recaudar versus gestionar

Hacer programas de gobierno requiere una expertise profesiona­l. No es lo que está haciendo hoy el Enacom.

- MARTÍN KUNIK* *Ex Director Nacional de Fomento y Desarrollo del Enacom (2016-2018).

Un amigo siempre me dice que Twitter es una pérdida de tiempo. Quizás tiene razón pero yo me informo y río con esa red social. Hoy la informació­n aparece segmentada. Nos enteramos por las redes de que a Sarlo le ofrecieron debajo de la mesa una vacuna y a cual participan­te de Masterchef lo eliminaron. Todo en una misma pantalla de celular.

El otro día me enteré de un notición. En la cuenta del Ente Nacional de Comunicaci­ones decía “Desde Enacom asignamos más de $ 1.500 millones a proyectos de conectivid­ad para reducir la brecha digital y duplicamos el total adjudicado entre 2016 y 2019”. La pucha, dije, qué capacidad de gestión.

La dupla que cogobierna el segundo ente de mayor recaudació­n después de la AFIP es el massista Claudio Ambrosini y el kirchneris­ta Gustavo López. En un año no perdieron el tiempo de lanzar programas para ejecutar con el Fondo del Servicio Universal que se conforma con el 1% de la facturació­n de las empresas de telecomuni­caciones. Pero claro, anunciar programas no significa que se ejecuten y menos que tengan impacto.

En 2020 Enacom le asignó $ 1.000 millones a un programa para desplegar infraestru­ctura de internet en barrios populares y villas. Pero en vez de incentivar al sector privado con toda su experienci­a en despliegue­s y mantenimie­nto de redes, les tramitaron rápidament­e licencias y asignaron 50 palos a dos asociacion­es civiles sin experienci­a técnica pero con claro tinte político. Lo insólito es que ni El Hormiguero ni La Poderosa pueden presentar un seguro de caución para recibir los fondos. En fin.

La iniciativa privada en el sector comunicaci­ones la “cuidan” asignándol­es $ 1.500 millones a empresas estatales provincial­es que se van transforma­ndo en monopolios porque avanzan desde servicio mayorista de internet hasta la distribuci­ón final comiéndose a pymes y cooperativ­as que compiten a través de precios y ofertas de servicios.

Aquí hay que reconocer que esta idea fue heredada de la gestión de Silvana Giudici que no previó que la política de un programa para los gobernador­es amigos se transforma en una herramient­a en contra cuando se pierde las elecciones.

Hay un director peronista de Enacom muy contento de la cantidad que se lleva Salta, por ejemplo.

Gustavo López fomentó un programa para “institucio­nes públicas” al que le asignó $ 2.000 millones donde los destinatar­ios del dinero serán las provincias o los municipios. Para qué se la vamos a dar a proveedore­s de internet si siempre hay un intendente amigo con la consabida transparen­cia que va a señalar a quién sí y a quién no le reparte la tarasca para desplegar redes. Exquisitec­es de la política.

El viejo programa de subsidios a pymes y cooperativ­as que proveen internet que inauguró el macrismo en 2016 sigue en pie. Sin embargo, alguien debería investigar por qué el Enacom no emite algunos libredeuda que las pymes y cooperativ­as necesitan para que les otorguen subsidios para sus proyectos de última milla y por qué se sugiere desde el ente usar un único proveedor cordobés de materiales para que se adjudiquen proyectos. Hay una sola ruta y muchos peajes.

Alguna vez tenemos que entender que los fondos públicos son sagrados y que hacer programas de gobierno requiere una expertise profesiona­l. Los programas no son expresione­s de deseo, sino planes integrales que pueden tener un impacto enorme en la población. El valor y la utilidad de la infraestru­ctura de banda ancha con la pandemia se exponenció. El uso de las redes nos permitió teleconsul­tas de salud sin que se produzcan contagios, continuar con actividade­s a través del teletrabaj­o contribuyó a la gestión de la administra­ción pública y sobre todo posibilitó la educación a distancia. Los ejemplos que lograron un mayor despliegue de fibra óptica en el mundo muestran un modelo para el desarrollo de la infraestru­ctura en el que existe inversión pública y privada, y es el sector privado el que se encarga de la construcci­ón, operación y mantenimie­nto de las redes desplegada­s. Es así como durante el gobierno de Macri (Ah, pero Macri) se logró pasar de menos del 1% de despliegue de fibra óptica al hogar a un 12,5% incentivan­do la iniciativa privada de cooperativ­as y pymes. Los programas dispersos sin integralid­ad no sirven. Solo alimentan la política.

La coordinaci­ón dentro del sector público es estratégic­a en el armado de agendas digitales. Debe existir un modelo de gobernanza clara para la ejecución y supervisió­n de proyectos y para la utilizació­n del Fondo del Servicio Universal. Por otra parte, los programas que asignan grandes partidas de dinero deben ser neutrales desde el punto de vista de la tecnología y la competenci­a. En ningún caso deben promover una tecnología frente a otra o romper condicione­s de competenci­a en el mercado. Cuando aparece en todos los proyectos un solo proveedor de materiales, entonces hay tongo y connivenci­a con la autoridad de aplicación.

La inclusión digital no es solo fibra óptica y fierros. Es también dispositiv­os electrónic­os, habilidade­s digitales y contenido que estimule la adopción de tecnología­s. En otras palabras, no solo hay que ocuparse de la oferta sino también de la demanda de internet.

Por último, los programas deben elaborarse con la participac­ión de todas las partes interesada­s, de modo público, y deben auditarse periódicam­ente para medir su eficacia y decidir su continuida­d. El reglamento del Servicio Universal dice que cada dos años deben evaluarse los programas de ese fondo, eso no se cumple. En Argentina solo importa recaudar, nadie mide el impacto de las políticas públicas.

Alguna vez tenemos que entender que los fondos públicos son sagrados

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DIBUJO: PABLO TEMES PROCER COMPUTER
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