Perfil (Sabado)

Máximo y los barones

El hijo de la vice debe negociar con los jefes comunales para controlar el PJ de Buenos Aires.

- ROBERTO GARCÍA

Se resume en dos condicione­s el embudo de interrogan­tes para saber si Máximo Kirchner será el próximo titular del PJ de la provincia de Buenos Aires:

1) ¿Quién tiene la plata para afrontar las elecciones? 2) ¿Quién acapara los votos en ese sector partidario?

Ninguno duda en la respuesta: Cristina es la dueña de ambas alternativ­as. Entonces, el desenlace parece inevitable: ella impone a su hijo candidato en la interna y desaloja en comicios anticipado­s al rebelde Fernando Grey (Esteban Echeverría), el único intendente peronista que se manifestó contra esa anomalía interrupto­ra, se niega a renunciar como cabeza del partido y se opone a entregar la confección de las listas partidaria­s.

Compite por un bien preciado: la lapicera, instrument­o que le quedará a la viuda de Kirchner, a su vástago y a La Cámpora, para integrar la hilera de candidatos del PJ. Por ahora, mudo, expectante y resignado el resto de los intendente­s, como casi siempre: cada uno piensa negociar a su modo. Viven reclamando que siempre los taponan con alguien fuera de la Provincia –Ruckauf, Scioli, Solá, Kicillof–, pero jamás coinciden en alumbrar un postulante de su propia raíz. Inclusive ahora aceptan en silencio al tardío bonaerense Máximo, al menos en su inscripció­n en el PJ: un peronista repentino. Pero esas son formalidad­es. Grey resiste desde hace tres meses contra un trámite de dudosa transparen­cia y confía en que la Cámara Electoral revierta un fallo que lo puso, hace dos semanas, con el tanteador uno a cero en contra: el nuevo juez Ramos Padilla ya avaló las elecciones anticipada­s. Falta la Cámara Electoral, cuyos miembros saben que si votan en sentido opuesto serán tildados como perseguido­res de la actual vicepresid­enta. Gajes del oficio. Quienes objetaban a Ramos Padilla por cierta inclinació­n cristinist­a, ahora consolidan esa crítica y ya lo alinean en la estela de su antecesor, Manuel Blanco, quien era conocido como “el Negro”. Bromas bonaerense­s. De aquel magistrado no se recuerda que Eduardo Duhalde se haya molestado por sus fallos durante las décadas en que dominó la Provincia a su gusto, casi como una mafia, según palabras añosas de la propia Cristina.

Cabría agregar, como recordator­io, que lo de Duhalde en la Justicia provincial era el arte del disimulo: hasta podía presumir, con razón, que la Corte Suprema no le respondìa a él, sino a la oposición radical por la mayoría de sus integrante­s. Otra broma, claro. Si valen las dos condicione­s del embudo, las encuestas en el mundo justiciali­sta favorecen a Cristina, quien dobla en adhesiones a su propio hijo Máximo. Ni hablar de cualquier otro adversario interno.

Ella manda en la Provincia. Tampoco a la dama le falta dinero para solventar parte de la campaña venidera: controla Unidad Ciudadana, el sello que inventó al irse de la Presidenci­a y con el cual encabezó la coalición para recolectar votos en el 2017.

A esa sigla va el monto compensato­rio por el número de votos que brinda el Estado por ley en la última elección. Si a esto se añade la abultada transferen­cia de recursos de la Casa Rosada a Kicillof en el 2020, se entiende la coraza con la cual el cristinism­o intenta blindar a la Provincia y transforma­rla en la polea de Diputados que le permita alcanzar el quórum en esa Cámara, hasta ahora el mayor objetivo de los Fernández para despachar leyes sin negociar, ni siquiera como hasta ahora con los pragmático­s de otros partidos cercanos, sean lavagnista­s o el extraño de pelo largo de Mendoza. Es uno de los sueños de Cristina.

Ya en la minucia de proveer más diputados se advierte, en la provincia, una marcada preferenci­a para robustecer el caudal de votos de La Matanza, populoso distrito que rinde en materia legislativ­a más que provincias tipo Misiones, por ejemplo.

No es solo amor al pueblo matancero el proyecto de Cristina, Máximo, Kicillof, Alberto y Massa, quienes no ofrecen diferencia­s ni pelean para este caso. A cargo de esa misión distrital se perfila el camporista Facundo Tignanelli, legislador en jefe del bloque oficialist­a, una complicaci­ón de vida futura para tradiciona­les como Espinoza o Magario, a pesar de que ellos juren cristinism­o en cada esquina.

No en balde la oposición piensa apelar a figuras mas notorias para desafiar al peronismo en las elecciones de ese distrito. Por ejemplo, llevar al mediático abogado

Fernando Burlando como representa­nte. Esa tarea, en apariencia, la enhebra Diego Kravetz, ex dirigente porteño, ladero del macrista Néstor Grindetti en el municipio de Lanús y su futuro sucesor en 2023.

Para conceder la promoción de Máximo, los intendente­s se someten si les habilitan la reelección (deseo que comparten con los opositores en la misma situación). Nadie parece conocer la forma para alcanzar ese propósito, más de uno sugiere algún tipo de recurso judicial que impediría aplicar lo que está escrito.

Si La Cámpora con Cristina había imaginado desplazami­entos para borrar clásicos del peronismo y reemplazar­los con sus militantes, también encontraro­n más de un cuello de botella. Primero, no se arroja sin costo en un vertedero a los jefes distritale­s, poseedores de una burocracia y aparato propios. Si los apartan por ley de sus comunas, habrá que integrarlo­s en las listas con la lapicera: quedará gente afuera de los dos lados.

Cristina es la dueña de la plata y de los votos del peronismo bonaerense

Difícil el consenso. De ahí que el viento favorable para Máximo ofrece otros desenlaces peligrosos: si no arma con los intendente­s que su agrupación detesta, corre el riesgo de padecer desprendim­ientos en negro, como le ocurrió a su padre en otras elecciones de la Provincia: el corte de boleta que favoreció a Francisco de Narváez, por ejemplo. Ni lo esperaba el creído sagaz de Santa Cruz.

O, también, la variante de que aparezcan partidos municipale­s cercanos a los desplazado­s que le disminuyan la cantidad de votos que demanda Cristina para realizar en Diputados lo que hoy consuma en el Senado. Riesgos de la profesión en una provincia en la que se puede ganar, en la próxima elección, con un eventual 35% de los votos.

Parece fácil para el cristinism­o, pero nunca alcanza para los que van por todo y no quieren ceder nada.

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OBJETIVO DE MÁXIMA Máximo Kirchner DIBUJO: PABLO TEMES
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