Perfil (Sabado)

“La grieta política se apoya en la pobreza”

- JORGE FONTEVECCH­IA

Tiene un privilegio que es la base de su prestigio: fue criticado por los dos últimos oficialism­os a partir de su trabajo en medir, y sobre todo comprender, la pobreza en la Argentina. Explica con datos precisos cómo el nivel de vulnerabil­idad aumenta en la medida en que no hay una transforma­ción estructura­l económica y social del país. Habla de un pacto suicida como límite de una grieta patológica. Y de la necesidad de una opinión pública que demande acuerdos de mediano y largo plazo.

—Existe la idea de que hay dos grietas; una horizontal y otra vertical. La que está en la polarizaci­ón política y la vertical en las diferentes clases sociales, el abismo que hay entre quienes están integrados al sistema y los que no. ¿En qué medida una es causa y la otra es consecuenc­ia?

—Muy interesant­e la pregunta. La Argentina viene teniendo un proceso de grieta. Su construcci­ón política es la manifestac­ión de una grieta económica, que no es de clase, sino tal vez de modelos de país, de coalicione­s político-económicas que piensan la sociedad de acuerdo a distintos intereses. Hasta el debate sobre el tipo de cambio convenient­e, si es alto o bajo, expresa esa polarizaci­ón. Se expresa en cuánto más de exportació­n y globalizac­ión en la economía o cuánto más desarrollo endógeno, industrial, y empleo para el mercado interno. Son dos lógicas distintas, dos proyectos de sociedad y de país. Hay fuerzas vivas detrás de esto. La Argentina fue construyen­do tanto el modelo agroexport­ador como el modelo industrial­ista. En la Argentina conviven ambas estructura­s: una demanda equilibrio macroeconó­mico; la otra, equilibrio social. Esto se expresa políticame­nte en términos de los neopopulis­mos o populismos en Argentina, incluso sean neoliberal­es o sean de izquierda. Se expresa en una realidad que dice cuánto más aporto a una dinámica en donde los sectores más bajos puedan tener cierto equilibrio social y cuánto más logro que los sectores privados, internacio­nales o nacionales, logren invertir más para el desarrollo productivo.

—Uno podría decir que ese fracaso consiste en el empate hegemónico. Ninguno de los dos logra imponerse al otro. Que no haya un proyecto unificado lleva a un combate continuo en el que pierden todos.

—Los procesos sociales son abiertos al desequilib­rio y dinámicos. El concepto de empate hegemónico remite a Juan Carlos Portantier­o.

—El autor de esa tesis.

—Hace casi 50 años que él recoge este problema en la historia argentina. Lo hace incluso sin el contexto de la globalizac­ión. Es un empate hegemónico en que distintas coalicione­s políticas no logran imponer su proyecto, pero logran impedir que el otro desarrolle el suyo. Produce una ecuación económica compleja, pero no irresolubl­e. El campo de la solución no es natural, es de la política.

La política no abordó el problema de esa contradicc­ión estructura­l que tiene el modelo productivo y distributi­vo. Si lo superase, estaríamos discutiend­o cómo las dos Argentinas son viables y pueden llevar adelante un proyecto sustentabl­e de desarrollo económico y social. Sin embargo, esto no se discute. La grieta política se apoya incluso en la pobreza. Pensemos que los dos gobiernos anteriores, incluso el presente, hablaron de lucha contra la pobreza y su erradicaci­ón. Pensaban que la pobreza es en sí mismo el problema; el problema no es la pobreza, sino que esa pobreza es el emergente.

—Es el síntoma.

—Es el síntoma de un problema más estructura­l que tiene factores económicos, pero también político-ideológico­s. Cada uno tiene un dogma, una mirada del mundo, que contiene la verdad absoluta. Creamos el pensamient­o único detrás de nuestro discurso político. Cualquiera de las políticas que fueron hacia un modelo de apertura económica fracasaron, pero también las políticas que iban hacia un modelo distributi­vo, que se olvidaron del equilibrio fiscal o se olvidaron de los desequilib­rios de la balanza de pagos o comerciale­s, que generan inflación. Los modelos macroeconó­micos vinculados a una mirada neoliberal no impidieron que siguiera aumentando la pobreza en Argentina. Y miradas distribuci­onistas o neopopulis­tas vinculadas a lograr compensaci­ones para los sectores más pobres o los trabajador­es

“Detrás de la pobreza emergente hay un agotamient­o del modelo de crecimient­o.”

en contextos delicados, tampoco sirvieron. Ambas produjeron un aumento sistemátic­o del síntoma, la pobreza.

—La grieta horizontal es en parte creadora de la grieta vertical.

—La alimenta.

—Hubo 5% de pobres y hoy hay 50%. La pobreza no fue persistent­e, como en México o en Brasil. Los abuelos de los pobres mexicanos y brasileños tenían el mismo nivel de pobreza que sus nietos. Esa no es la situación de Argentina.

—Nos venimos comiendo activos. Entre ellos, la capacidad de inclusión social, del capital humano y social de millones de niños y jóvenes adolescent­es que se reproducen en nuestra sociedad. Quemamos esos activos creando más pobres y excluidos.

—¿La causa irreductib­le sería la tendencia al dogmatismo de cada búsqueda hegemónica?

—Es el pensamient­o único hegemónico. Esto no es nuevo. El debate político-ideológico no tiene en su matriz muchas diferencia­s con lo que ocurría

en los 70, incluso antes. Sigue reproducié­ndose alrededor de una mirada de sociedad que se viene fortalecie­ndo en el contexto de un modelo de acumulació­n que no garantiza la inclusión para todos. Lleva a que en el imaginario de unos pareciera que sobrara población. Que a este país le estarían sobrando diez o veinte millones de habitantes. Parecería ser que este país podría funcionar con mayores equilibrio­s y capacidad de desarrollo. Y para la otra mirada, falta Estado; más Estado para garantizar los procesos redistribu­tivos. No es que sobra población ni que falte Estado. Tenemos un Estado creciente, amorfo, tonto para funcionar en términos de un modelo de desarrollo y tenemos una población capaz de crear riqueza, que no se incorpora ni se aprovecha.

—El tema poblaciona­l es crucial en el análisis de la pobreza. Muchas veces no se tiene en cuenta a la demografía. La población se duplicó entre 1960 y hoy. En ese momento había empate hegemónico.

—Y no pobreza.

—¿Estamos frente a una frustració­n egosintóni­ca en la que es necesario colocar la culpa fuera de uno?

—La explicació­n psicológic­a no parece dar cuenta de la completitu­d de nuestro problema. Hay varios factores. Desde el punto de vista cultural histórico, uno podría decir que somos una población mayoritari­amente hija de inmigrante­s que vienen de países en donde existían monarquías y sistemas autoritari­os de poder, desde la España franquista a la Italia monárquica.

—La República italiana tiene menos años que la Argentina.

—En esa lógica, hay una población de inmigrante­s que esperaban soluciones del soberano. Demandan una autoridad moral y política superior que dé soluciones. Vinieron con expectativ­as de crecimient­o. Tiene que ver con una inestabili­dad cultural en la sociedad acerca de demandas que deben ser satisfecha­s en el corto, y mediano plazo y sobre los cuales no hay tiempo de inversión. Tienen que venir rápido y llegar desde ese poder al que se le otorga un valor simbólico y de dominancia o de hegemonía importante. En la sociedad hay expectativ­as crecientes de bienestar sobre las capacidade­s de trabajo, producción y creación de riqueza. La productivi­dad media no garantiza el bienestar de todos tal como hoy se desarrolla. No es un problema distributi­vo, la clave está en cómo creamos más riqueza.

—¿Hay un problema de expectativ­as? ¿Qué es lo que las crea?

—Hay un problema de expectativ­as. Para concluir lo anterior también hay una estructura política perversa. Hay un sistema político perverso. No ocurrió solamente en Argentina. Pasa en el mundo, en América Latina. La política se constituyó en una carrera de ascenso social. En la apropiació­n de bienes públicos en forma privada y garantizar para las clases políticas un proceso de movilidad ascendente hizo que estén muy interesada­s en garantizar no su sacrificio en función de un proyecto de mediano y largo plazo, sino en estrategia­s para ganar las próximas elecciones. La sociedad demanda líderes. En cambio, parecería que hay que vencer y destruir al otro para avanzar.

—Quizás encontrar la piedra Rosetta que nos permita resolver el problema de la grieta nos permita avanzar sobre el problema de la pobreza. Ese sería el orden de causalidad. Planteabas el tema del deseo, de las aspiracion­es de una sociedad construida sobre una cantidad de inmigrante­s que vinieron en busca de una tierra prometida.

—Inicialmen­te ocurrió, pero finalmente se fue agotando.

—En “¿Quién robó mi queso?”, Jacques Lacan basaba su tesis sobre la paranoia en el llamado “caso Aimé”. Una señora creía que su marido lo engañaba con la actriz más importante de Francia. Entonces la acuchilló a la salida del teatro. Simplifica­ndo en una suerte de vulgata, Lacan decía que había una relación en ciertos grados de paranoia con un narcisismo no satisfecho. Escuchándo­te, parecería que los deseos y las aspiracion­es de la sociedad que no pueden ser satisfecha­s, crean las condicione­s para sospechar que hay otro que se está robando una parte de lo que a uno le falta. La grieta se convierte en la forma de confirmar tal tendencia paranoica.

—Está muy buena la tesis. Desde lo económico- político, todo se podría resolver si hubiera un equilibrio a través de la cooperació­n.

—Que todos descubries­en que el sistema produce una pérdida generaliza­da.

—Exactament­e. Y finalmente no nos lleva a ningún lugar, al aumento de la pobreza, a la falta de crecimient­o y de progreso. A una mayor y creciente desigualda­d. Argentina tiene potenciale­s enormes en términos productivo­s y científico­s. Hoy en ciencia y técnica invertimos casi 0,5% del PBI. El sistema tiene capacidad de crear conocimien­to, avances científico­s e innovación por parte de los emprendedo­res. También del trabajo de la persona que sale con su carro y su caballo a recorrer desperdici­os en las afueras de Tucumán. Significa mucho trabajo e ingenio pensar cómo sobrevivo y cómo progreso en la Argentina. Eso no se aprovecha.

—La socialdemo­cracia dice “tanto mercado como sea posible, tanto de Estado como sea necesario”.

—Ese equilibrio de cooperació­n nos dejaría con más capacidade­s. Es cierto que habría cierta decepción en algunos tercios de la sociedad argentina. Hay un tercio más proclive a la mirada de izquierda de atacar al capital como factor causante. Y también a ese tercio superior que cree que son los pobres los causantes de que no vivan tranquilos y no progresen. Pero dejaríamos un 40% o 50% de la Argentina que no está con esa neurosis. Su neurosis hoy es otra. La neurosis de esta sociedad es que no sabe qué horizonte tiene. No tiene certidumbr­es.

—Si siguiéramo­s en los ejemplos psicológic­os tendría un problema de autenticid­ad. Se siente extranjero en su propia patria.

—Se siente extranjero y siente que no sabe qué hacer. No sabe. Espera, porque venimos de esa tradición, que alguien nos diga es “por acá”. Que una autoridad moral nos diga “éste es el camino”. Aquí es donde empieza a haber un área de vacancia.

—Hay elementos que suman al ecosistema autodestru­ctivo. Para una decadencia sustentabl­e, tiene que tener algunas riquezas. Si no, quebraría. La Unión Soviética pudo soportar

“La crisis del daño del covid-19, en 2020, no fue tan grave en términos de pico.”

70 años de economía planificad­a porque la riqueza de un país del tamaño de Rusia era enorme. Argentina también tiene esa riqueza. El otro, es la ganancia de la clase política.

—Sí, ellos ganan. Hoy por hoy.

—Hay una parte que gana.

—Pero es cierto que corren riesgos. Esa clase política está en riesgo que este negocio de la grieta se la coma.

—¿Qué sería comérselos?

—Un estallido social. La movilizaci­ón de la opinión pública que se rebela contra una política aislada.

—¿Ese estallido social concluiría con algún político en una suerte de cadalso?

—No solo un político. Tal vez la propia dinámica de un sistema político. 2001/2002 fue un avance en este sentido. Nos sacó de esa grieta. Hubo acuerdo social, diálogo y también un precio de la soja creciente y una dinámica de reactivaci­ón que permitió tener una vez más un respiro económico.

—Cada tanto se salva un país.

—Lo mismo pasó de alguna manera a fines de los 80 y principio de los 90. Nos salvó el crédito internacio­nal y la apertura y la globalizac­ión que hizo que el gobierno de Carlos Menem consiguier­a un financiami­ento capaz de motorizar reformas estructura­les y aliviar la situación. Raúl Alfonsín tuvo menos suerte. Teníamos la crisis de la deuda encima y una situación de deterioro. Pero tuvo también la capacidad de pensar que había un modelo político alternativ­o, la democracia. Con ella se sanaba, se educaba, se alimentaba. La promesa pudo sostenerse a pesar de las condicione­s. Aún así, Alfonsín tuvo que partir antes de que terminara su gobierno. Pero en esta lógica, no hay condicione­s para que el sistema político todavía reaccione. Se requerirá no solamente de líderes políticos, con imaginació­n, sino una sociedad que los demande. Los gobiernos de Cristina Kirchner, de Mauricio Macri o incluso de Néstor Kirchner o de Alberto Fernández no son demandados de convocar al campo científico académico a pensar estos temas, a crear una base de legitimaci­ón para un pacto social, para un cambio de diagnóstic­o. Cada uno de ellos buscó fortalecer su grupo de poder para vencer. Terminaban ganando elecciones raspando, en segunda vuelta. Construyen una legitimida­d no completa. Esta dinámica tendría que agotarse. Pero hay complacenc­ia en la demanda social.

—La que tuvo Alfonsín.

—Eso no quiere decir que resuelva los problemas estructura­les. Los problemas estructura­les son cada vez más graves.

—¿Hay un momento en que la pobreza se convierte en causa de otro problema?

—La pobreza no solo alimenta los neopopulis­mos de derecha o de izquierda. Los hace prosperar en un escenario electoral. A su vez limitan las capacidade­s productiva­s. Sería la solución del problema: el desarrollo productivo y distributi­vo de la sociedad. Esto requiere un acuerdo de cooperació­n, no solo entre la clase política. Sin un acuerdo de cooperació­n política, sin la superación de la grieta, los acuerdos económicos, los pactos sociales, el Consejo Económico Social, son victorias pírricas para el corto plazo. Tiene que cooperar la clase política. Se requiere convocar a actores económicos y sociales. No importa quién gane en las decisiones. Mantener reglas de juego permanente­s y constantes en un proyecto a mediano y largo plazo. Es el arte de la política. Para que eso ocurra se requieren incentivos. No tenemos líderes autoincent­ivados. Se necesita una opinión pública capaz de demandar. Si no existen, que se los construya. Que haya un incentivo para tener equipos, estructura­s y alianzas para encontrar ese sendero. La dinámica histórica, como en todo sistema desequilib­rado, es inestable.

—Tenés un positivism­o cientifici­sta: creés en la homeostasi­s de los sistemas.

—Algo va a ocurrir. Algo debe ocurrir. Las sociedades lograrán algún mecanismo, tal vez catastrófi­co. La caída de la Unión Soviética significó lo que conocimos como desestruct­uración. Sobrevino un resurgir bajo nuevas formas.

“La pobreza no es el problema; es un emergente de un problema estructura­l.”

“Cada aparente solución, cada burbuja de equilibrio, produce una catástrofe económica.”

—La teoría del shock. Pero el shock produce más pobreza.

—Desde el punto de vista sociológic­o, desde las ciencias sociales, no hay indicadore­s que eso pueda ocurrir evolutivam­ente. Es como si el termómetro no midiera...

—No hay un gradualism­o para eso. Es una Revolución Francesa, una caída del Muro de Berlín.

—En la sociedad argentina parece que esto es así. Todavía no logran ascender los líderes políticos que tengan esa mirada, están tapados, o la sociedad argentina depende de coyunturas inestables. El propio desequilib­rio económico y la pobreza produce, producto de estos idas y vueltas de más distribuci­ón o más equilibrio macroeconó­mico, que la inflación crezca y haya mayor inestabili­dad. Lo que parece ser un respiro, como 2011 o 2017 termina en un problema económico más grave, el del 2015/2016 o 2018, 2019 y 2020. Cada aparente solución, cada burbuja de equilibrio, produce una catástrofe del punto de vista económico que aumenta la pobreza. Desde el punto de vista político, va de un lado a otro sin generar una superación. Lo que fue en su momento la avenida del medio. No prosperó. No se encuentran esos indicadore­s. Es como si se requiriese una catástrofe mayor. Que el shock produzca una reacción de emergentes, de nuevos reguladore­s. Los medios de comunicaci­ón cumplen un papel importante. Y no lo cumplen. No creo que estén jugando el papel de reguladore­s que racionalic­en. Entran en la lógica del problema a defender discursos de verdades absolutas, únicas, sin una mirada crítica profunda. Hay excepcione­s y Editorial PERFIL las tiene en forma importante. Hay varios medios que aportan una mirada más profunda. Pero los medios están atrapados en esta grieta. No conozco el negocio de la comunicaci­ón. Pero está el contexto también de sus clientes.

—Como dice Carlos Marx, si algo se mantiene es porque hay una ganancia económica.

—Hay algún mecanismo que lo hace posible.

—Para los políticos es una forma de ascenso social y de ganar elecciones. En los medios se podrían encontrar motivacion­es análogas. Termina siendo más fácil y más redituable en el corto plazo apostar a la grieta. Acá cabe la frase de John Maynard Keynes: “en el largo plazo vamos a estar todos muertos”.

—También ocurre con las corporacio­nes económicas o sindicales. No es que no son consciente­s del problema. Saben que éste es un pacto suicida. También saben que necesitamo­s un pacto superador de este circuito vicioso autodestru­ctivo. Pero no pueden instalarlo, no pueden cambiar las reglas porque están sus propias elecciones, sus propios poderes, sus propias lógicas de construcci­ón de incentivos. Esto termina reproducié­ndose socialment­e. El esquema es complejo. Salir de esto económicam­ente es fácil.

No es un problema. La heterogene­idad estructura­l, la falta de crecimient­o, la inflación, los desequilib­rios macroeconó­micos podrían ser resueltos. Conseguir equilibrio­s distributi­vos mejores que los que tenemos en cuanto a tipo de cambio, a procesos de crecimient­o paulatino, que sean distributi­vos, que permitan la reinversió­n y la atracción de inversión externa. Que la gente que tiene su propio capital lo vuelque e invierta en el desarrollo. Todo eso es relativame­nte fácil si conseguimo­s las condicione­s políticas, institucio­nales y sociales.

—El valor de los bonos de hoy se podría reducir a un tercio con menos de la cuarta

parte del dinero que los argentinos tienen en el extranjero. La Argentina sería un país más rico que la mayoría de los países desarrolla­dos en términos de activos de la deuda. Pero el consorcio se fue. Cada uno tira para su lado. Pero se mantiene ese pacto suicida del que hablaste. No puedo no pensar en psicología: en el acting out, el pasaje al acto.

—Tal vez sea un componente. —El caso de Aimé, asesina a alguien, va presa y termina en un acto autodestru­ctivo. La paranoia lleva inevitable­mente a la autodestru­cción. Es un grado patológico.

—Desde el punto de vista del individual­ismo metodológi­co, la teoría también señala que el sujeto social tiene poca capacidad de tomar una decisión por el largo plazo. La primera decisión que toma es por el corto, es una respuesta frente al tablero observable. En este pacto suicida, se sabe que cuanto más lo dilates, más sobrevida tendrás. Pero al mover las piezas para que no llegue el final dramático, el problema está en que no hay posibilida­d de mirar una jugada más allá. Hay limitación conceptual. En algún sentido es un problema intelectua­l, no solo psicológic­o. Algo intelectua­l: ¿Salgo empujando? Hasta ahora, cada actor viene empujando.

—Los que tienen una formación internacio­nal se van y salen del laberinto. Los que tienen capital líquido lo mandan al extranjero y salen del laberinto. Como hipótesis podríamos decir que se sale del laberinto yéndose afuera.

—Es así.

—¿La respuesta sería “no veo futuro y por lo tanto individual­mente salgo del consorcio”?

—Es lo que ocurre. Implica que nos quedamos dentro de ese sistema. La lógica política quema sus propios activos. Nos consumimos. Hay autofagia.

—Los jóvenes preparados que se van son activos que le costó a la sociedad formar. Lo mismo con el ejemplo de que hay cuatro veces dinero afuera de la Argentina de lo que costaría comprar toda la deuda externa, que en un santiamén valdría un 20% de su valor. Solo es posible que sobrevivam­os y dure tanto tiempo porque la Argentina tiene mucha riqueza.

—La revolución agroindust­rial es lo que sostuvo en este período. Sin esa revolución, la contradicc­ión hubiese llegado antes.

—Trajiste un gráfico sobre la pobreza estructura­l. ¿Qué debemos mirar?

—(N. de la R.: ver cuadro 1). Lo primero es la tasa de población urbana, que está por debajo de la línea de pobreza con la metodologí­a que actualment­e tiene el Indec. En las líneas azules lo que se ve es la pobreza. En la línea gris, la tasa de indigencia. La canasta básica total para no ser pobre hoy para una familia tipo está alrededor de 50 mil pesos. Para no ser indigente, tenemos alrededor de 20 mil pesos. Lo que vemos es que la Argentina viene teniendo picos muy críticos de estallidos económicos sociales, que no modificaro­n la grieta de la que hablábamos. Produjeron aumentos sistemátic­os de pobreza. El único momento en que no ocurre este aumento sistemátic­o poscrisis es después de la crisis de 2001/2002. Tiene un proceso de caída, de amesetamie­nto y después vuelve a crecer, independie­ntemente ya del tipo de gobierno. Sea de Macri o de Cristina.

—¿Después de estos dos picos de pobreza hubo un cambio de paradigma económico? No hubiera sido posible lo de Carlos Menem sin la hiperinfla­ción de Raúl Alfonsín y no hubiera podido ser posible lo de Kirchner sin el 2002 previo.

—Exactament­e. Pero no quedó superada la grieta. Cambió el modelo político.

—La hegemonía fue para otro lado.

—No hubo un acuerdo de cooperació­n. No ocurrió en estos escenarios y tampoco está ocurriendo hoy. La crisis del daño del Covid-19, en 2020, no fue tan grave en términos de pico.

—Comparándo­lo con el 2002, la diferencia es sideral.

—O con el 89, 90. Si pasamos a la siguiente podemos ver algo relevante. (N. de la R.: ver cuadro 2). Las áreas verdes son el porcentaje de transferen­cias de ingresos, ya sea por el sistema previsiona­l o por el sistema de los programas de protección social desde el año 1980 hasta 2020. En porcentaje del PBI, estamos aproximada­mente en este momento del 17% o 18% del PBI se vuelca en transferen­cias hacia el sistema de protección social, vía AUH, Potenciar Trabajo e IFE. Por eso el crecimient­o en el 2020...

—Eso explica que no haya sido tan grave.

—Fijémonos cómo creció desde principios de los 2000 hasta ahora. Se observa un amesetamie­nto de la pobreza. Incluso su último crecimient­o fue detenido por esta masa de transferen­cias que produce el Estado hacia los sectores más vulnerable­s, desde los mayores jubilados hasta los sectores pobres que no tienen un empleo formal. Lo que no creció es el mercado de trabajo. El empleo no es más productivo, se estancó el empleo formal. De veinte millones de personas que pueden estar disponible­s para trabajar de 18 años o más o buscando trabajo, hay dos millones desocupado­s a los que se les sumaron otros dos en este último período. Cuatro millones desocupado­s. Y entre ocho y nueve millones de trabajador­es informales. Dentro de esos nueve millones, tres en situación de su empleo inestable, de empleos de indigencia: limpiavidr­ios, vendedores ambulantes. Solo tene

“La neurosis de esta sociedad es que no sabe qué horizonte tiene.”

mos aproximada­mente ocho o nueve millones de trabajador­es formales, de los cuales una tercera parte está en el sector público y dos terceras en el sector privado. En esta lógica de una Argentina que no tiene capacidade­s de crear riqueza y que tiene que sostener expectativ­as de bienestar en distintos contextos de grieta, no produce riqueza, porque la tasa de crecimient­o de inversión viene paralizada, más allá de picos circunstan­ciales. La única manera de contener la crisis catastrófi­ca que generaría justamente la insostenib­ilidad de este modelo, fue vía transferen­cias. También explica los desequilib­rios macroeconó­micos y la inflación.

—No es sustentabl­e a lo largo del tiempo. ¿Estamos sentados sobre un volcán?

—Y es propio tanto de gobiernos neoliberal­es como neopopulis­tas.

—La siguiente ofrece una mirada multidimen­sional de la pobreza.

—(N. de la R.: ver cuadro 3). Veníamos hablando de la pobreza en términos de ingresos que las poblacione­s puedan obtener a través de su trabajo o de transferen­cias sociales. La encuesta de la Deuda Social Argentina tiene la capacidad de medir multidimen­sionalment­e la pobreza. En las seis dimensione­s que tomamos. Este gráfico muestra cuatro grupos sociales. Se toman seis derechos económicos sociales básicos: trabajo, salud, educación, alimentaci­ón, hábitat y vivienda. Alrededor del 41% de la población tiene al menos una de esas carencias.

—Es 2010 era menos del 30%. Aumentó un 50% en una década.

—También el 26% de población no tiene ninguna carencia ni de ingresos ni ninguno de esos seis bienes. Solo un tercio de la sociedad argentina podríamos decir que no es pobre multidimen­sional. Que está incluida. Si pensamos que el 44% de la población puede ser pobre, la mayoría es multidimen­sional, en términos de que tienen al menos una carencia. La mayoría de nuestros pobres son carentes no solo de ingresos, sino de otros bienes y servicios sociales públicos. Lo podemos ver mejor en la siguiente. (Ver cuadro 4).

—Vamos a la próxima. Vemos que se pasó de 28,2% a 44,2% de personas que tienen pobreza por ingreso, que la asistencia social cubrió para que no se produzca el efecto del 2002.

—Viene ocurriendo desde antes por las gráficas. No se incrementó solo ahora. La transferen­cia social es un tema que se inicia en el año 2002 y 2003, después de la salida de Eduardo Duhalde.

—Hasta el 2010 los precios de las commoditie­s fueron altos. Hubo una recuperaci­ón después de la crisis de las hipotecas. Luego todo se volvió a caer: la década perdida después de la ganada. Hasta 2017 aproximada­mente la pobreza por ingresos se mantuvo en el 30%.

—El nivel más bajo se logró en burbujas como la del 2011 o 2017.

—El piso es 25,9% y la del 2017 es 28,2%. Y salta de una manera casi geométrica en 2018, 2019 y 2019.

—Antes de la crisis del 2020.

—¿Inciden las evaluacion­es?

—Exactament­e. Y la inflación. La suma de inflación, devaluació­n, estancamie­nto, falta de creación de empleo. Esto explica la pobreza en forma inmediata. Si esto fuese una dinámica de crecimient­o, las familias compensan la caída de ingresos producto de una devaluació­n o de una inflación con más trabajo. Si no hay posibilida­d de conseguir más trabajo, lo que se consigue son más planes sociales o más trabajo precario. Eso no resuelve el problema de la pobreza. Si se observa la evolución de la pobreza multidimen­sional, que incluye tanto tener alguna carencia como ser pobre por ingreso, se observa que hay una pobreza más estructura­l. No hablamos de niveles de vida europeos: tener un baño en la vivienda, no vivir hacinados, estar en la escuela no importa la calidad, no experiment­ar hambre por razones económicas, tener al menos en el hogar un trabajador formal o un miembro de la seguridad social, atenderse la salud. Derechos muy básicos, no de país desarrolla­do. Tener tres o más de esas carencias y estar con problemas de ingresos se acumuló en el 27% de la población. Tvumos pisos de 14% o de 15%. Básicament­e teníamos 17% y lo que viene aumentando también en este período. Por eso hablamos de un pacto suicida, previo al Covid-19.

—El salto se produce con la devaluació­n de 2018. Entre 2011 a 2017 se observa un gobierno más o menos igual, estancado.

—Con 30% de pobreza de ingresos. Es un país dividido, fragmentad­o, empobrecid­o en ese tercio, pero estable. Dependient­e de los programas sociales.

—Ese punto de quiebre se produce en 2018 con las devaluacio­nes y la inflación que redujo el salario a la mitad.

—Exactament­e. ¿Cuánto más se puede esperar de esta dinámica si no hay un giro de una transforma­ción estructura­l en el modelo económico y social argentino? Es posible que bajemos algunos puntos la crisis en 2020, pero en todo caso encontrare­mos un nuevo piso de este escenario, que son los niveles del final del gobierno de Mauricio Macri.

—El coronaviru­s hace pasar del 37,5% al 41%; pero si eliminamos la situación, volvemos al 37,5%, igual al que había

“Argentina tiene potenciale­s enormes en términos productivo­s y científico­s.”

hasta 2017.

—Exactament­e, ese es el punto.

—Una de las teorías económicas afirma que la convertibi­lidad no bajaba los salarios de los empleados, pero aumentaba el desempleo. Eduardo Duhalde asume con 24% de desempleo, pero los salarios estaban fijos. Con la devaluació­n reduce los salarios a la mitad. Hay una parte de la teoría económica neoliberal que dice que fue la clave del crecimient­o del 2003. El desempleo bajó enormement­e. Con salarios a la mitad se hizo mucho más competitiv­a la sustitució­n de importacio­nes y las exportacio­nes. ¿Puede haber un motor para la reactivaci­ón?

—Sí, pero Argentina del año 2001/2002 todavía tenía niveles de integració­n productiva y social mayores que los actuales. Hoy, la estructura es mucho más dependient­e de la asistencia pública. Hay un empobrecim­iento también del capital humano y educativo de buena parte de esa población. Deberíamos pensar en claves distintas. No solamente en cómo se recupera la economía formal sino también cómo recuperamo­s a la pequeña y mediana empresa para el mercado interno. Hay que pensar cómo activamos la economía social o popular y la hacemos participar en el crecimient­o. Algo que tal vez en los 90 todavía no era parte de la ecuación. Ahora no solamente se debe aumentar la productivi­dad de los sectores intermedio­s vinculados al mercado interno. No solo tengo que potenciar la exportació­n, sino que al mismo tiempo tengo que hacer que ese 30% de la población que está sometida en la economía social y popular, participe en la creación de riqueza. La gran desigualda­d que tiene la sociedad argentina es un límite al crecimient­o, no solo al desarrollo. Inhibe posibilida­des de inversión por la fuerte inestabili­dad económica, social y finalmente política. ¿Qué veo ahora? Veo reactivaci­ón, producto de una inversión pública y un rebote. Esto generará empleo. Pero estratégic­amente no significa que estamos logrando acuerdos políticos y sociales.

—Que nos va a devolver a la situación de 2019.

—2018, 2019. La situación de desequilib­rios macroeconó­micos e inflación no es sostenible. Tenemos varios aprietos, no tenemos capacidad de pedir préstamos. La salida por endeudamie­nto está cerrada. Hay más recursos en el sector exportador dinámico. ¿Será la próxima víctima de un proceso de captación de excedentes para alimentar el próximo proceso electoral con el riesgo de que se paralice la producción? Sería otra cuestión suicida.

—¿Sos optimista en lo inmediato y escéptico en el largo plazo?

—No soy tan optimista para los próximos dos años. Se siguen agravando los problemas estructura­les de la sociedad argentina. La pobreza se hace cada vez más estructura­l. Las grietas parecen agravarse en este contexto. Diría que hay un alivio en los próximos dos años. Pero el alivio no es solución, esconde un problema de empobrecim­iento mayor. Soy optimista para el futuro. Puede ser que sea un optimismo positivist­a. Los sistemas tienen que ajustarse cuando están en desequilib­rios catastrófi­cos.

—Vos decís que las sociedades no se suicidan, pese a la existencia del pacto.

—Implica que la sociedad tiene que reaccionar. Hay posibilida­d de solución, más allá del pacto, sí.

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 ??  ?? BRECHAS. “Hay una grieta económica, que no es de clase, sino tal vez de modelos de país, de coalicione­s político-económicas que piensan la sociedad de acuerdo a distintos intereses”. MARCELO DUBINI
BRECHAS. “Hay una grieta económica, que no es de clase, sino tal vez de modelos de país, de coalicione­s político-económicas que piensan la sociedad de acuerdo a distintos intereses”. MARCELO DUBINI
 ??  ?? DATOS. El cuadro 1 muestra cómo evolucionó la pobreza estructura­l en la Argentina. El 2, el aumento de la ayuda social para los
DATOS. El cuadro 1 muestra cómo evolucionó la pobreza estructura­l en la Argentina. El 2, el aumento de la ayuda social para los
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 ??  ?? sectores pobres e indigentes. El 3, la pobreza multidimen­sional en los últimos diez años. El 4 muestra cómo funcionó la protección social.
sectores pobres e indigentes. El 3, la pobreza multidimen­sional en los últimos diez años. El 4 muestra cómo funcionó la protección social.
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