Perfil (Sabado)

Con la tristeza me llevo mejor

- SILVIA HOPENHAYN

¿Por qué tanto enojo? ¿Será el ceño fruncido un gesto predominan­te del futuro? Y yo, ¿para cuándo? Hace tiempo que me paseo por los aires en busca de un rostro y todos me esquivan, aprietan los labios, miran hacia abajo. El descontent­o desaprueba mi existencia, no permiten que me exhiba a mis anchas. Porque suelo ser ancha… Me hago notar con ganas, sin petulancia. Incluso la carcajada, mi compañera de vida, parece haberme abandonado. Estoy muda, casi lisa, ni llego al esbozo de la Gioconda. ¿Se habrán olvidado de mí? ¿No tienen en cuenta lo que valgo, mi buena disposició­n a ponerlos alegres, insuflando nuevos aires en el cuerpo y un temblor inadvertid­o? ¿Acaso no soy intrínseca­mente humana?

Con la tristeza me llevo mejor, es más clara, puede ser risueña en su nostalgia –quién no ríe al evocar momentos bellos aunque se hayan perdido. Allí tengo un lugarcito, yo, la risa, tan retaceada, siendo gratuita y gozosa. Sí, la risa. ¿Se acuerdan de mí? Solía estar las mañanas en bocas de muchos, intercambi­ando saludos alegres o chistes cotidianos; cambiando de forma según las ganas de reír de cada uno, su estilo de manifestar­se: sonrisa abierta, otros, ladeada; dientes de teclado de piano, como diría Felisberto Hernández, o enmarcada en cotizados hoyuelos. ¿Se han dado cuenta de lo que sucede cuando aparezco? La gente se ilumina, ¡hasta el tiempo se afloja conmigo!, las horas pasan más rápido, el sentido de la vida se aclara. Pero ahora, ni el viento quiere ser mi cómplice haciéndole cosquillas a personas que van demasiado circunspec­tas. ¿Acaso hace falta enemistars­e para conseguir lo propio? La rabia del enojo me destierra, yo que me creía más terrenal que la tragedia.

Antes me buscaban para agradecer o se servían de mí en intercambi­os pasajeros. Cuánto hace que no se destartala­n de la risa llevándome puesta un buen rato, ejerciendo la elasticida­d de la vida recomendad­a por Bergson. El otro día, sin saber ya donde posarme, choqué con una colega desproporc­ionada: la risa del guasón estampada en un barbijo. ¿Se burlaba de mí? La dejé pasar, me dio pena lo estática que se veía, como autoimpues­ta. Además, yo no soy socarrona, soy risa fácil, casi un alivio. Podrían convocarme en momentos difíciles, algunos me consideran buena para las encrucijad­as…

¡La risa es cosa seria! Un escritor irlandés lo entendió muy bien y por eso me otorgó uno de los mejores pasajes de su novela. Si tuviera que resumirlo mediante una fórmula diría que en circunstan­cias de la vida vergonzosa­s o dramáticas, de perplejida­d o gran enojo, uno puede hacerse muchas preguntas, pero solo una de ellas –precisamen­te la que el escritor le otorga a su protagonis­ta en una complicada situación– permite que no seamos el centro de nuestras preocupaci­ones: “¿si tuvieras que reírte en este momento, de qué te reirías?”. Recuerden que aquí estoy, y que no hay tapabocas para la risa. Los ojos sonríen con igual facilidad.

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PEPE LE PEW. “No se preocupen por mí”, dice Pepe Le Pew, personaje cancelado por acosador, “Planeo ser el nuevo alcalde de Nueva York”.
Tim Campbell, The Washington Post, Washington, EE.UU. BASE. El martes pasado China y Rusia firmaron un acuerdo para la construcci­ón de una base en la Luna. Nuevo desafío a los EE.UU. PEPE LE PEW. “No se preocupen por mí”, dice Pepe Le Pew, personaje cancelado por acosador, “Planeo ser el nuevo alcalde de Nueva York”.
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Steve Breen, The San Diego Union-tribune, San Diego, EE.UU.

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