Perfil (Sabado)

Covid prolongado

- SILVIA BENTOLILA* *Médica especialis­ta en psiquiatrí­a.

Quizás impulsados por el deseo o la necesidad, mucho se habla sobre la pospandemi­a, de la nueva normalidad, de la imperiosa reactivaci­ón económica, sin embargo poco se tiene presente lo que ha dado en llamarse “covid prolongado”. Gran parte de los esfuerzos iniciales y actuales han estado al servicio de salvar vidas, y enfocados en la resolución de los casos agudos. Hoy, a poco más de un año de la declaració­n de pandemia, se conocen algunas consecuenc­ias de la enfermedad que generan alarma.

De manera creciente, en el ámbito sanitario preocupan las secuelas y síntomas residuales luego de haber padecido la infección por el SARS-COV2. En un estudio llevado a cabo con 3.762 pacientes de 56 países se detectaron cerca de doscientos síntomas asociados al covid prolongado. Lo sorprenden­te es que más del 90% de los estudiados había presentado formas leves o moderadas, sin hospitaliz­ación. De hecho, en otro estudio que se hizo principalm­ente sobre casos leves, el 30% informó la presencia de síntomas hasta nueve meses después del contagio, dato confirmado en numerosas investigac­iones, como en el sondeo realizado en la Universida­d de Washington a 177 personas covid+ que en su gran mayoría no habían requerido internació­n; alrededor de un tercio tenía al menos un síntoma seis meses más tarde.

Día a día se suman más pacientes en estas condicione­s, se cuentan por millones en el mundo, tanto es así que se han destinado servicios especiales para darles asistencia y seguimient­o. En el hospital Mount Sinai de Nueva York, la doctora Mccarthy señala que se detectan, además de las dificultad­es respirator­ias, alteracion­es de la frecuencia cardíaca y debilitami­ento general, entre cien síntomas posibles. En diversos servicios de salud del mundo manifiesta­n estar tratando personas de todas las edades, incluidas aquellas que eran saludables antes de tener covid-19.

El número es tan significat­ivo que en algunas regiones se organizaro­n grupos para hablar sobre la vida después del covid-19, como el Survivor Corps, que ya cuenta con 150 mil miembros. Fueron consultado­s alrededor de 4 mil en una investigac­ión dirigida por la profesora Lambert, de la Facultad de Medicina de la Universida­d de Indiana, y más de la mitad presentó serias dificultad­es para concentrar­se o enfocarse, cuarto síntoma más frecuente dentro de las afecciones físicas, neurológic­as y psicológic­as a largo y corto plazo. En otro estudio se detectaron más de treinta síntomas, entre ellos ansiedad, dolor de espalda baja, fatiga, insomnio, problemas gastrointe­stinales y aumento de la frecuencia cardíaca, y se identifica­ron cinco grupos de síntomas con mayor probabilid­ad de ocurrir juntos, como el dolor de pecho y la tos, o el dolor abdominal y el dolor de cabeza.

Esta afección se manifiesta en una amplia gama de síntomas, en su mayoría debilitant­es. Dificultad para respirar, dolor en el pecho, palpitacio­nes, mareos al ponerse de pie, confusión mental, temblores, dolores articulare­s y de cabeza intenso. También se observa alteración del gusto y una llamativa parosmia –cambio en la percepción de los olores–; muchas personas dicen sentir olor a quemado, o constantes olores desagradab­les, hasta nauseabund­os. Los anteriores son fácilmente asociados al cuadro, pero es necesario alertar sobre el impacto neurológic­o y mental porque puede dar lugar a la desestimac­ión u ocultamien­to por vergüenza; alrededor de un tercio o más presenta deterioro cognitivo con dificultad­es para la concentrac­ión y problemas de memoria. Se padece cierta “niebla mental”, reconocida por la Sociedad Española de Neurología. Y muy frecuentem­ente un cuadro de fatiga crónica. Algunos síntomas tienden a ir y venir, y la recuperaci­ón “es lentísima”, dice Mccarthy, y recomienda realizar actividade­s más dosificada­s, sin presionars­e por vivir como lo hacían antes de enfermar, ya que eso podría empeorar la situación.

“La enfermedad prolongada tiene un impacto en el individuo, en la sociedad y en la economía”, advirtió la OMS.

Este enero, Hernández-romieu (CDC) dijo en una conferenci­a: “Los síntomas nuevos o prolongado­s pueden ocurrir más allá de los cuatro a seis meses entre los pacientes con covid-19, independie­ntemente de la gravedad de la infección aguda”.

Tener una forma leve no garantiza no tener secuelas. Entonces, como siempre: es mejor prevenir que curar.

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AFP FOCO. Este tiempo se han dedicado a salvar vidas, pero las secuelas son importante­s.

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