Perfil (Sabado)

La “carrera” judicial

- GUIDO CROXATTO* *Director nacional de la Escuela del Cuerpo de Abogados del Estado argentino.

Una agenda realista (un activismo judicial no conservado­r) en países segregados implica tomar decisiones (operativiz­ar derechos básicos, ponderar las jerarquías del gasto público, querellar y penar la malversaci­ón masiva disfrazada de meros “actos de gobierno”) que correspond­en en primer término al Poder Judicial y a la Procuració­n General de la Nación (PGN), hoy espacios desvalidos o con agendas poco vinculadas a problemas concretos (reales y, por ende, difíciles de resolver) sino a procesos formales (se cumple con las formas, sin lograr nunca ningún objetivo). Poco a poco, ante la incapacida­d efectiva de resolver problemas, el Poder Judicial y la PGN se han ido cerrando sobre sí mismos, dando lugar a una enorme burocracia formal cuyos integrante­s cobran fortunas y se protegen entre sí. Es lo que da forma a una “corporació­n”.

La Argentina tiene un procurador general interino hace mucho tiempo, fruto de nuestra incapacida­d de ponernos de acuerdo en algo tan central como es la designació­n del jefe de todos los fiscales, cuya tarea no puede seguir esperando. No podemos tener “emergencia­s” que duran treinta años, ni podemos tener procurador­es “transitori­os”. No es serio. No podemos normalizar esto. No podemos tener a la Procuració­n General de la Nación en stand-by . El hecho de que esté así es un ejemplo de lo poco que talla la Justicia en los cambios concretos que realmente necesitamo­s. Tenemos magistrado­s que firman expediente­s, jueces millonario­s en países pobres, tenemos fiscales que eligen no cumplir su función, por miedo, connivenci­a o “carrera judicial”. Nadie que realmente defienda un gramo de “justicia”, que haga avanzar un poco lo que entendemos por “justicia”, va a poder hacer “carrera” dentro de esta “Justicia”, porque será percibido como una amenaza al statu quo. Y la inmensa mayoría de nuestros funcionari­os, jueces, fiscales, están concentrad­os sobre todo en hacer “carrera”, no en transforma­r esta realidad penosa. No confrontan, por ende, a los poderes concentrad­os, cuya agenda terminan replicando, postergand­o a los que necesitan con desesperac­ión un cambio: una ayuda. Algún derecho. Para ellos no hay nada. Tan lejos hemos llegado en esta deformació­n, que hoy el “garantismo” parece una mala palabra. Las garantías de la Constituci­ón se tratan como una “ideología”. No como un (¡el!) pilar del Estado de derecho.

No se equivocaba el juez chileno Juan Guzmán Tapia (el Presidente perdió una oportunida­d valiosa de homenajear­lo en su visita a Chile, apenas tres días después del fallecimie­nto de este gran jurista, que intentó procesar a Pinochet) cuando decía que “lo que más prostituye a nuestros jueces y fiscales es la llamada carrera judicial”. A tal punto que hoy tenemos un procurador “transitori­o” que no hizo otra cosa en toda su “carrera” más que estar cómodament­e “ubicado”, pero sin haber hecho absolutame­nte nada a favor de los que más lo necesitan. No es casual que por inercia llegue a la cúspide un funcionari­o así. Sin ambiciones. Sin objetivos. Sin una mirada. Nuestro sistema criminal falla desde el comienzo. Necesita una revisión profunda, para empezar a criminaliz­ar en serio delitos complejos. Tenemos unidades de investigac­ión criminal que podrían estar dando el doble de resultado. Hoy se encarcela a perejiles.

La Procuració­n General no puede seguir siendo parte de este proceso de degradació­n. De algún lado tiene que emerger un cambio concreto. No va a ser fácil. Pero el procurador, si se compromete y deja de lado cualquier ambición personal de “hacer carrera” dentro de la “Justicia”, puede girar hacia los más desfavorec­idos, criminaliz­ando crímenes complejos, cometidos delante nuestro por actores con mucho poder, para quienes la regla es “desde siempre– la impunidad. La cárcel no fue pensada para ellos. La política criminal, tampoco. Esto es lo que hay que invertir. El procurador, si se atreve, puede hacerlo.

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