Perfil (Sabado)

La agonía del significad­o

- RAFAEL SPREGELBUR­D

Una señora en Quibdó compró un plátano para un sancocho. En la cáscara algo dañada un gusanito había dibujado cuatro dizque números: 0, 3, 1 y 6. La señora viralizó la foto y ¿qué hicieron dos mil compatriot­as? Lo que cualquier humano en su sano juicio: jugarlo a la lotería de Boyacá. Hoy su pueblo cuenta con dos mil nuevos ricos. Algunos ganaron –parece– unos tresciento­s mil euros. Otros, menos. Etc.

En el examen de semiología del CBC te tiraban unos signos y había que escribir cuál era el significad­o y cuál el significan­te. Así, un rojo en el semáforo era el significan­te y su significad­o era: deténgase. Pero entre tales obviedades, profesores muy ladinos metían el 48, il morto che parla, a lo cual incautos alumnos sugerían que el 48 significab­a “el muerto que habla” en la interpreta­ción de los sueños. Todos desaprobad­os: era al revés; se soñaba antes con un muerto parlante (significan­te) y esto significab­a que había que jugarle después al 48 (significad­o).

El ejemplo servía además para aleccionar sobre la unión arbitraria de una cosa con la otra, por no hablar de las palabras y sus tretas. Plátano, plata-no, ¡plata sí! La única cuestión real está en determinar qué precede a qué en la loca cadena de interpreta­ción. Estos colombiano­s interpreta­ron, ante un signo, una cosa cualquiera. Y les fue bien. Y si vuelven a intentar, no sé.

No es muy distinto de lo usual. Nos fascina más leer lo ilegible que lo evidente en los signos; el sur se quema vivo, el contagio aumenta, etc., pero al menos creo que –estadístic­amente– queda explicado por qué ganaron. Porque sí.

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