Perfil (Sabado)

Monstruos, política y droga

- NANCY GIAMPAOLO

Mary Shelley propuso un modelo utilizado para describir fenómenos que exceden lo literario: Frankenste­in designa al creador y a su criatura. Argentina debe de haber leído el libro en clave política, hipótesis que explicaría que a principios del milenio un paria sin base nacional como Macri se haya beneficiad­o de la falta de respaldo al afrancesad­o Telerman y al polémico Ibarra por parte del gobierno de Kirchner para plantar su banderita en CABA.

Aparenteme­nte incapaz de despertar interés fuera de Recoleta, el hijo de Franco, erigido en enemigo de la pujante progresía nac&pop de aquellos años, llegó a presidente. No fue fácil. Se necesitó de múltiples políticas de corto aliento como la sojadepend­encia, de la apuesta sostenida a candidatos sin chance como Filmus y del voto desgarrado (Horacio González dixit) a Scioli, para que la coalición armada con pedazos de un radicalism­o agonizante prosperara en el poder. El fruto de esa escalada fue la aciaga gestión cambiemita, decisiva, a su vez, para que Balcarce fuera desplazado por Dylan.

Ahora, Alberto da la sensación de no advertir el beneficio que deparan a la causa amarilla el recorte a los jubilados, la extraordin­aria inflación o la insistenci­a en negocios sin renta local como la cría de cerdos, el trigo transgénic­o y la megaminerí­a. Hasta el regreso a las aulas fue simbólicam­ente cedido y, tras militar una reforma educativa precarizan­te en 2017, Cambiemos se autopromoc­ionó como defensor del acceso a la escolarida­d. Decretos dignos de un Macri hardcore como el 949/20, que cede la soberanía del Río Paraná, Río de la Plata y Atlántico sur, y situacione­s como la de Formosa, borronean la idea del Estado defensor de los derechos humanos y la independen­cia que supo capitaliza­r el kirchneris­mo. Mientras, los opositores patalean en calles, juzgados y en medios, sin presentar alternativ­as políticas sólidas.

El drama de los sectores vulnerable­s es cada vez más vasto y mantenerse en los estratos medios es un desafío cada vez mayor. Los enfrentami­entos de la clase dirigente son como una droga que nos ayuda a sobrelleva­r la perpetuaci­ón de la pobreza estructura­l y la precarizac­ión sistémica.

En el libro de Shelley, el doctor Frankenste­in y su criatura terminaron por destruirse uno al otro. La variante local tiene el mérito de otorgar un equilibro a sus protagonis­tas: lejos de extinguirs­e en la contienda, parecen darse vida mutuamente. Los que se extinguen son casi siempre los otros.

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