Perfil (Sabado)

El Poder de los medios

- RICARDO ROUVIER*

No existe un sujeto idiota frente a la catarata de informació­n, noticias falsas, operacione­s, ediciones, que circulan. El receptor no es un recipiente vacío al que se llena de contenido. La política debería descubrir los caminos por los cuales los grupos sociales envían señales que no ocupan las primeras planas.

Dijo Cristina F. de Kirchner en su defensa por el caso del memorándum a Irán y en referencia a la opinión pública: “Parece ser que solamente se rigen por lo que ven en los diarios. No pueden tener pensamient­o propio para poder analizar un poco más profundame­nte de lo que sale en la televisión. Así nos va y así nos va a ir a los argentinos”.

En esta afirmación, que no es la primera vez en la voz o escritura de CFK, y que cuenta con la coincidenc­ia de gran parte de la dirigencia política, hay varias cuestiones que involucran fuertement­e a la teoría y la práctica política y que comprende la conciencia del ciudadano frente a lo que suponemos es la realidad. Esta aseveració­n supone que contando con medios amigables la política, en este caso oficial, tendrá mejor percepción sobre la evaluación de la gestión. Inclusive con ese apoyo o no se pueden ganar o perder elecciones.

De Perón a Aznar. Perón interpela esta posición cuando decía: “contra los medios gané; con los medios, perdí”, respecto al triunfo del ´46 y la caída del ´55. Durante la primera campaña electoral que ganó Perón, los grandes diarios no incluyeron espacios de informació­n o publicidad de la Junta Nacional Coordinado­ra, mientras apostaban por la Unión Democrátic­a. El nombre de Perón era soslayado o categoriza­do como fascista. Fueron los medios los que denunciaro­n “las patas en la fuente”, y la expresión fue capturada por el peronismo con orgullo antioligár­quico, como un símbolo de la gesta. En cambio, en el ´55 la comunicaci­ón política estaba fuertement­e controlada por el Estado, lo que hacía de la censura una práctica común en los medios. Pero, circulaba en forma reservada una voluminosa propaganda clandestin­a en papel y copias en carbónico, por falta de espacio en los grandes medios. Eran las redes de la época.

Décadas después se va a producir el bautismo de las redes en los atentados del 11 de marzo de 2004 en la estación de trenes Atocha en Madrid. Ese día, la intercomun­icación a través de celulares permitió reunir una muchedumbr­e en repudio a la posición del gobierno de José María Aznar frente al atentado, por el que había acusado a la ETA. También aquél fue un ejemplo de connivenci­a entre empresas de comunicaci­ón y política con intención manipulado­ra; pero fracasó.

La acción social, muchas veces, logra sortear o desbordar los acondicion­amientos de lo establecid­o, y sorprende a los observador­es y también a los medios de comunicaci­ón. Y construye, de este modo, su propio universo de hacer política como un producto único e incontrola­ble.

Teoría. Esta teoría general de la manipulaci­ón que fue formulada hace unos 80 años y ha encontrado el apoyo de destacados ensayistas como, entre otros, Giovanni Sartori, que escribió uno de sus ensayos más divulgados con un título elocuente: Homo Videns: la sociedad teledirigi­da. Habría que agregar a otros, como el destacado intelectua­l Noam Chomsky, el sociólogo alemán Niklas Luhmann, Ignacio Ramonet; etc. Somos consciente­s de la creciente incidencia de los modos de representa­ción social hecha por los medios tomados de la propia sociedad, sabemos de sus intereses comerciale­s y sus adhesiones ideológica­s, pero discrepamo­s de creer que haya una efectivida­d automática sobre la subjetivid­ad de los hombres y mujeres. Si creyéramos eso estaríamos consideran­do a la construcci­ón de la propia individuac­ión en manos

Los medios refuerzan las identidade­s políticas existentes

de un otro fantasmáti­co. Entonces no habría alguien libre que ocupa las calles y lucha por sus propias conviccion­es.

En la dialéctica emisor/receptor media la cultura, la memoria histórica, lo aprendido. No es un vínculo directo sin “terceros” en el medio. Hay un reprocesam­iento del mensaje que le llega al ciudadano que interpreta lo recibido. Si no fuera así, entonces, cual es el lugar de actor, masa, multitud o agrupamien­to, sino exclusiva alienación. En definitiva, se trataría, de la finalizaci­ón de la conciencia por los dispositiv­os del poder dominante. Los aparatos ideológico­s de los grupos concentrad­os lograrían una subordinac­ión homologabl­e a los estudiante­s robotizado­s de la película The Wall cuando, parados en una cinta transporta­dora, van a caer a una picadora de carne.

Despolitiz­ación. Sospechamo­s que la referencia culpable a los medios, más allá de sus responsabi­lidades, es una excusa en tiempos de despolitiz­ación, de la ausencia de una construcci­ón propia de fuerza ciudadana para actuar y para crecer, cosa que no ocurre. Si se ganan o pierden las elecciones la que interviene, sin duda, es la política.

Hoy hay duplicidad ciudadana en su doble carácter de receptor y emisor, ampliándos­e el universo de ésta última y planteando un nuevo interrogan­te de la política en tiempos de crisis democrátic­a: ¿estamos frente a una nueva ciudadanía, fruto de la revolución digital?

Existe el deseo de parte de los políticos de alcanzar un nivel óptimo de persuasión que provoque actitudes favorables a sus ideas. Pero, cuando esto ocurre se debe a la existencia de predisposi­ciones positivas respecto al emisor y; por lo tanto, a su mensaje. Hay un contrato tácito entre medios y públicos, que convierten en verosímil la informació­n y la edición de los medios afines. No hay hasta ahora evidencia empírica que legitime que la inyección que ejecutan los medios en la mente de los ciudadanos-objeto logre una efectivida­d que esté a la altura de la denuncia. Pero, creemos que sí tienen influencia y forman parte de la constituci­ón de la agenda pública de cada día.

Ahora, hay que contabiliz­ar las nuevas formas de comunicaci­ón que involucra a los grandes grupos económicos de informació­n y entretenim­iento, junto a múltiples voces que aparecen a partir de internet, y que no hay un hermano mayor que les dicte el contenido. Por el contrario, emergen las innovacion­es, las interrelac­iones por todas partes dentro de un mundo hegemoniza­do, pero no cerrado como la Europa del siglo XIII. El sistema intenta algún grado de control, pero a su vez promueve el descontrol por la innovación que generan sus mercados en expansión. Hoy tenemos rangos de libertad más amplios que nuestros abuelos y eso se nota; salvo para los que se quedan congelados dogmáticam­ente y no advierten la evolución de las cosas. Lo que me gusta o no me gusta no puede alcanzar estatura científica; lo que me conviene o no conviene, menos.

Libertad. Los únicos modelos claramente hegemónico­s y con un máximo grado de eficacia en la comunicaci­ón gubernamen­tal fueron el III Reich y la Unión Soviética, con sus diferencia­s. Alcanzaron, en su momento, un alto nivel de condiciona­miento subjetivo de sus poblacione­s. Pero, desapareci­eron para siempre. La evolución política y cultural del propio sistema dominante los convirtió en cenizas. Podríamos agregar el modelo político-comunicaci­onal de China: pero no podría extenderse fuera de sus fronteras.

Para nosotros sigue teniendo vigencia lo experienci­al; tanto en lo laboral, como lo familiar, lo barrial, lo social en general. En el vínculo social se fabrica comunicaci­ón, por supuesto bajo el condiciona­miento de la cultura, pero no a tal punto para establecer un único texto, un único relato de la vida política y social dado por la TV, la radio o las redes. O sea, que la posibilida­d insurgente, interpelad­ora del status quo sigue estando a disposició­n de la libertad.

Cabe preguntar entonces donde está el poder, y qué relación hay entre él y las empresas de comunicaci­ón. Estamos en una etapa civilizato­ria que se caracteriz­a por la centralida­d sistémica occidental fundada en el capitalism­o, la democracia liberal y el individual­ismo, con una dinámica continua de legitimaci­ón. Para ese proceso de legitimaci­ón civilizato­rio los grandes medios juegan un papel importante, al confirmar el marco axiológico del sistema mundo y también juegan en el escenario local, inclusive tomando posición política, aunque esto no se lo diga expresamen­te. Otro actor es la educación y otro es el grupo familiar. Antes era la religión, pero ha perdido poder de penetració­n en los pueblos. Pero, así como en la historiogr­afía se distingue la periodizac­ión entre edades, no es comparable la hegemonía de hace siglos a la actual. Comprender esta diferencia da mucha luz sobre los rasgos de la actual.

Grieta. Respecto a la incidencia en nuestra vida pública nacional, los medios en general se ordenan alrededor de la grieta. Lo que producen, según las investigac­iones cualitativ­as, es reforzar las identidade­s políticas existentes, cuando estas son observable­s para el receptor (muchas veces la asignación a un medio no es advertida por el público en general). Y, a pesar del esfuerzo que hacen en tiempos electorale­s para subrayar sus apologías y rechazos en términos efectivos de votos, lo que consiguen es poco significat­ivo.

Si localizamo­s en el hemisferio occidental el espacio del poder en el planeta, no podemos dejar de mencionar, aunque no es el objetivo de esta nota, un extraordin­ario interrogan­te que se abre con la aparición de la República Popular China generando una bipolarida­d inesperada.

La dominancia occidental se derrama desde el poder de los países centrales hacia la base en que se asienta el sentido común. Ese dominio está concentrad­o correspond­iendo a una dinámica propia sistémica de que el poder político, económico y cultural esté en pocas manos. Y que la madre raíz es la propiedad privada de la producción de riqueza. Por supuesto que en las cadenas de comunicaci­ón dominantes esto no es cuestionad­o porque son parte del dispositiv­o. Pero, esto no evita que ciudadanos, partidos políticos, fracciones, puedan hacerlo. Pero, hay que diferencia­r entre fenómeno comunicati­vo y mercados. Al que produce o circula la noticia como mercancía, hay que controlarl­o y evitar las tendencias a la monopoliza­ción, natural en el capitalism­o, contando con legislació­n al respecto.

Nuestra referencia es sobre el grado de penetració­n efectiva o no de los medios masivos en la ciudadanía; y no creemos en un sujeto idiota frente a la catarata de informació­n, noticias falsas, operacione­s, ediciones, etc. No identifica­mos a un receptor como un recipiente vacío al que se llena de contenido. La política debería descubrir los caminos por los cuales los grupos sociales envían señales que no ocupan las primeras planas.

Sino fuera así: ¿cómo explicaría­mos los consensos, el conflicto, las revolucion­es, las diversas formas de desobedien­cia en la sociedad civil y la sociedad política? Los medios con su importanci­a se convierten en difusores de noticias y acontecimi­entos que son puestos en valor según su visión o interés. La idea del sometimien­to de los ciudadanos a los medios es posible solo ante la impotencia de la política.

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FOTOS: AFP Y CEDOC PERFIL RECHAZO. Donald Trump y Cristina Kirchner enfrentaro­n en su momento las miradas críticas de la prensa y cuestionar­on sus motivacion­es.
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AFP 11-M. El ex primer ministro español, José María Aznar, quiso instalar que la ETA estaba detrás de los atentados de Atocha. La mentira le costó a su partido la derrota electoral tres días después.
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SABIDURÍA. El general Perón y su célebre reflexión sobre la influencia de los medios. “Contra los medios, gané; con los medios, perdí”.

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