Romántico retrato de un antihéroe imaginado por Jack London
Quizás no sea casual que Jack London le haya puesto ese título a su novela, publicada en 1909. Es que el marinero Martín Eden siendo muy joven descubre su vocación de escritor. Pero cuando lo consigue y hasta logra ser solicitado en los claustros universitarios, o parece llegar a su paraíso soñado al convertirse en una figura reconocida, se autodestruye.
Martín Eden es en parte un relato autobiográfico del propio London. No es la primera vez que se lo adapta al cine, ya en 1942, hubo otra dirigida por Sidney Salkow. Aunque ambientada en Oakland, San Francisco, ciudad en la que nació el autor, el director italiano Pietro Marcello trasladó la acción a Nápoles, en la que el protagonista se gana la vida como marinero. Un día, en el muelle, un borracho acosa a un joven y Martín corre a defenderlo, sin saber que ese muchacho pertenece a una aristocrática familia italiana. Poco después el joven lo invita a su casa y allí conoce a su hermana y se enamora de ella. Pero ella, si bien se enamora del entusiasta marinero, se convence luego que no es así. Martin es muy impulsivo y se deja vencer por cierta “irracionalidad”. Así protagoniza encendidos discursos políticos frente a obreros que elevan las banderas del socialismo, mientras que él pregona el individualismo.
Pietro Marcello viene del documental. Su estilo tiene que ver con esa estética. Incluye imágenes de noticieros para ilustrar la época y resoluciones narrativas en las que su protagonista, parece intentar luchar contra los molinos de viento en un país sumergido en la pobreza después de la Primera Guerra Mundial. Utiliza a su protagonista para contar la historia de Italia, al estilo de Novecento, de Bertolucci. A la vez va mechando datos históricos, inmersos en una coloratura épica, que le permiten hilvanar los rasgos de un héroe de ficción, inspirado en hechos reales. Su film apoya todo su peso narrativo en la excelente interpretación de Luca Marinelli, ganador de la Copa Volpi. Utiliza el recurso de la elipsis para seguir las peripecias de un Martín Eden, inmerso en el inconformismo de una vida que busca el continuo reconocimiento (que recién lo obtiene a sus treinta y pico). Con climas que definen mejor su coloratura neorrealista al estilo del Visconti de Rocco y sus
hermanos, o de un Pasolini, el cineasta acierta menos en sus radiografías de una clase alta, con reminiscencias de un Visconti, inmerso en clisés que muestran el aspecto más esquemático de sus personajes.