Con gran despliegue y proezas que recuerdan a Bruce Lee
China se apodera de los superhéroes de Marvel al rescatar casi del olvido a uno de sus personajes, que apareció en sus cómics en los ´70: Shang-chi. Basada en Shang-chi, de Steve Englehart y Jim Starlin, esta, podría decirse, es la saga de un hombre común, asiático, por supuesto, que se ve obligado a enfrentarse a su pasado. O mejor, se ve obligado a saldar cuentas que quedaron pendientes con su padre, un temible y oscuro asesino, que en apariencia intentó redimirse luego de formar una familia.
Shang-chi (Simu Liu) es hijo de Xu Wenwu (Tony Leung, que estuvo en Buenos Aires filmando Happy together, 1997), el que en su niñez intentó entrenarlo en los secretos de las artes marciales. La intención era transmitirle al niño los poderes de los que él era dueño: el secreto de los diez anillos. Pero el hijo ya adulto se rebeló y decidió cortar lazos con su padre hasta un presente, en el que el robo en un micro, lo obliga a tener que reencontrarse con su familia.
Shang-chi y la leyenda de los diez anillos, en manos de un director como Destin Daniel Cretton es un derroche de adrenalina y prodigioso empleo de los CGI, cuyos efectos con agua y energía que desafían las leyes de la gravedad, proporcionan un exultante espectáculo visual. A esto se le debe sumar una narración que equilibra muy bien los sentimientos y los conflictos que separaron y más tarde unieron a una familia. En el último segmento mencionado, su estilo recuerda a lo que transmitió Zhang Yimou en su recordada Esposas y concubinas, 1992.
El guión que, en apariencia poco hereda del cómic original, consigue un equilibrio perfecto en retratar a este flamante superhéroe. A Shang-chi primero se lo muestra bajo la semblanza de un hombre común, pero a medida que avanza el metraje, deja al desnudo los poderes que adquirió en su niñez y más tarde lo enfrenta a las aguas espesas y emotivas de su pasado. Es en esos instantes, cuando la fantasía adquiere niveles tan fantásticos, como míticos.
El redescubrimiento de un personaje como Shang-chi también rescata del olvido las artes marciales de viejos conocidos como Bruce Lee, en su inolvidable Operación
Dragón (1973) o las destrezas que David Carradine exhibió en la serie Kung Fu, por esos años. En este aspecto el director hace volar su cámara para no perder detalle de las entrenadas coreografías. O el enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre Shang-chi (en meritoria interpretación de Simu Liu) y el temible Razor Fist y sus poderosos brazos de filosas hojas de metal con las que intenta aniquilar a este superhéroe asiático que, en apariencia, llegó para quedarse.