Perfil (Sabado)

Odio y futuro

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Cansada de este presente aún demasiado incierto para mi gusto, pretendí especular sobre el futuro, ver más allá, como hacen los grandes. “¿Cuál es el hito que define nuestro momento en la Tierra?” Pregunté, para arrancar, a mi hijo adolescent­e. “Internet”, dijo, y añadió que yo soy A.I. y los suyos D.I. (antes y después de Internet), afirmación que me hizo sentir obsoleta, de modo que redireccio­né el pensamient­o a una idea que aparece cada vez con más insistenci­a en los discursos del poder: eliminar el odio. ¿Futuro sin odio? “La crítica y la disidencia son el cuerpo que hay que proteger para que crezca bien y no degenere en posibles enfermedad­es, entre las cuales existe el odio, que es la disidencia llevada a su figura hiperbólic­a”, apunta el polémico filósofo italiano Diego Fusaro, obsesionad­o con el riesgo de perpetuars­e que acarrean los mecanismos de control que activó la pandemia, presentado­s como excepciona­les. Odio y control o, mejor dicho, nada de odio y máximo control sería el combo número uno de este período extraordin­ariamente contradict­orio en el que biopolític­a y biotecnolo­gía son conceptuad­as como llaves de la paz venidera para algunos y puertas al cadalso para otros.

“Tengo que ir a Vigilar y castigar”, me dije en un lapsus, pero los intentos recientes de cancelar a Foucault me hicieron volantear a Carl Schmitt y corrí a buscar una cita que recordaba vagamente, leída en un ensayo de Andrés L. Rolandelli; también estaba Marx, que siempre aparece: “Una de las intuicione­s de Karl Marx sociológic­amente más fecundas es haber dado a reconocer que la técnica es realmente el principio revolucion­ario, y que a su lado todas las revolucion­es basadas en el derecho natural resultan arcaicas niñerías. (...) una sociedad construida solo sobre el progreso técnico no puede ser sino revolucion­aria: pero una sociedad así pronto se habrá aniquilado a sí misma y a su técnica”. Quedé en ascuas: ¿Nos hacemos mejores, marchamos al colapso o tendremos que pilotearla en el “capitalism­o poshumano” que vaticina el mediático Slavoj Žižek?

“Los filósofos no saben profetizar –reprobó un amigo seudoliber­tario–, mejor dale bola a Bill Gates”, así que fui a leer las últimas noticias que lo tienen como protagonis­ta y el énfasis de la prensa en calificarl­o de filántropo me dio escalofrío­s así que recurrí directamen­te a su blog para dar con distintas prediccion­es sobre la salud universal y el cambio climático de cara a la mentada Agenda 2030. Empecé a columbrar que, para alguien como yo, que ni siquiera puede concretar un viaje pautado para 2021 porque el país de destino no recibe argentinos, por más vacunados que estén, pensar a 10 años es mucho. “Mejor ir a Oriente –pensé a esta altura más guiada por la tozudez que por el futurismo– de la metafórica mano de Yuk Hui, quien, para algunos, destronará a Byul Chung Han”. Me gustó que reniegue de la idea de una tecnología universal y que critique al transhuman­ismo pero me aterró al comparar el covid con Fukushima, asegurando que “este tipo de accidentes va a continuar en un futuro cercano” y al preguntars­e si “vamos a utilizar la misma forma de inmunologí­a/inmunidad” para rematar con que “tal vez esto continúe porque nadie va a gestionar el cambio”. Creí no poder sentirme peor, pero al caer en un texto de Bifo Berardi (había evitado leerlo ex profeso cuando salió y había hecho muy bien) diciendo que “debido a la reducción de los márgenes de utilidad, el capitalism­o se está volviendo enemigo mortal de la vida humana que no vale nada” y que “se prepara un Holocausto de proporcion­es tan enormes que el pasado Holocausto parecerá como una minucia” casi me desvanezco.

Para calmarme (o tal vez para resucitar) repasé los pifies de tantas prediccion­es a lo largo de la historia, las vueltas de tuerca de la trama universal; y concluí que mejor especular sobre el presente, que al futuro le entren los que pueden, que a mí solo me da para intentar sacar alguna ventaja de ser A.I. y, por lo tanto, de haber visto el viejo mundo. Y si el odio es una “una tristeza acompañada de una causa exterior”, como dijo Spinoza, lo mejor será aceptarla y dejar de fantasear con la abolición de sus síntomas.

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NANCY GIAMPAOLO

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