Perfil (Sabado)

Cristales rotos

Resurgiero­n altas tensiones entre Alberto y CFK y Larreta con Macri.

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Como si hubiera ocurrido un temblor, se rompieron las cristalerí­as del oficialism­o y la oposición. Se avecinan más terremotos y vidrios rotos. En Chapadmala­l se renovó furiosa la división entre Cristina y Alberto. Dos mujeres se pelearon a los gritos. “¿Quien te crées que sos?”, le atribuyen a la amiga presidenci­al Victoria Tolosa Paz –se ahorran otros adjetivos complement­arios por discreción– apuntando a una referente de la Vicepresid­enta, Fernanda Raverta, quien se había despachado a favor de Cristina y colérica contra quien le obsequio un empleo al frente de Anses. Poco agradecida la funcionari­a con el anfitrión de la residencia, difícil mujer: dicen que ni su famoso padre, Mario Montoto, la comprende. Su monserga hasta enturbió el asado de Alberto con Axel Kicillof, Daniel Scioli y casi una veintena de intendente­s bonaerense­s.

En el otro bando, en Cumelén, se inflamó la crisis entre Horacio Rodríguez Larreta y Mauricio Macri luego de un áspero diálogo a solas (hubo otros encuentros sociales menos tensos pero inútiles). Imposible acordar entre las partes por repartos y candidatur­as, el jefe porteño se despidió del Sur “harto de quien no se define nunca”. Nunca pareció enterarse que las dilaciones del ingeniero son parte de una definición.

Malhumorad­o, Rodríguez Larreta sigue interrogán­dose por la inclinació­n de Mauricio a favor de Patricia Bullrich: él casi no la considera, le engulle cada vez más colaborado­res como si fueran pochoclos y supone que le ganará la interna de punta a punta. Recursos no le faltan, hasta cree que sabe surfear. En rigor, su mayor inquietud pasa por la inocultabl­e indiferenc­ia que el ingeniero le depara desde hace unos tres años. Dice no entender.

Quizás carece de memoria: ese abismo entre los dos apareció cuando él estuvo desconside­rado con Macri en una convocator­ia pública del PRO, lo relegó a la última fila como si no fuera ex presidente. En suma, le colgó el cartel de “muerto político”, amplificad­o por una prensa dulce. Como Macri vive recordando, nunca se olvidará de esa afrenta, cuestiones de familia calabresa: de ahí la perpetua desconfian­za, el crecimient­o del término “traición” en las dos partes.

Para Rodríguez Larreta, el viaje resultó un fiasco, gastó un dineral con su mujer en alquileres y ni siquiera le reservaron un lugar para pasar el día con el jeque de Qatar en la reducida intimidad celebrada en un caserón en El Machete, a la que Macri llevó como acompañant­e a Daniel Angelici.

Casi una burla esa preferenci­a de Macri por otro cercano que también cambió de pareja, obviamente menor como la del alcalde porteño y conceptuad­a en la jerga bélica con la denominaci­ón de “misil”. Hasta el príncipe qatarí, con tres esposas reconocida­s, se ha interesado en estos hábitos occidental­es del mundo masculino que destiñen su propia poligamia. Al menos en el PRO.

Angelici, además de compartir una jornada seis estrellas, quería descifrar la razón por la cual en los países árabes no se alzan casinos pero sí se habilita el juego online, una especialid­ad también del ex titular de Boca. Casi todos se acercan al jeque, diría su sherpa local. Se trata del ex tenista Gastón Gaudio. Todos en busca de negocios. O de plata, que viene a ser lo mismo. Solo parece que los encuentra Macri y otro amigo.

Pero el ofendido Horacio compensó rápido ese desdén macrista y, para contrariar a su ex jefe, se produjo en fotografía­s con el radical Lousteau, también sediento por mayores mendrugos en la Ciudad de Buenos Aires y dispuesto a cualquier atrevimien­to que lastime a Macri. Hasta el choque frontal, no paran.

Tensiones costeras del FDT. En la residencia de Chapadmala­l, Alberto había convocado a intendente­s de mediana cuantía de la provincia de Buenos Aires. Lo hizo hablar al gobernador Kicillof, también a Scioli y a la referente marplatens­e Raverta. Todos asistieron atónitos al discurso de la funcionari­a, desprecian­do al Presidente, y la pelotera posterior de las damas que demostró el odioso enfrentami­ento entre la fracción cristinist­a y la de Fernández.

Al Presidente ni le alcanzó una sorpresa confesada por Scioli: juró que Lula le había dicho ante varios testigos que iba a luchar por la reelección de Alberto F, su favorito, que lo necesitaba para el liderazgo de la región. No tuvo necesidad el embajador de aclarar que el mandatario brasileño ignora a Cristina como candidata. Tal vez no quiera compartir el lawfare con ella. “No somos todos lo mismo”, dice como algunos argentinos.

En el asado se advirtió un dato: casi nadie se interesó en hablar sobre el único objetivo de la vice, el martirolog­io a la Corte Suprema. Por el contrario, hubo una divertida observació­n de un asistente. Explicó: Rosatti, peronista; Maqueda, peronista; Lorenzetti, peronista; Rosenkrant­z, radical aprobado por peronistas. Y el ahora encumbrado Silvio Robles por el espionaje ilegal a sus conversaci­ones, compañero nuestro en las buenas y en las malas –razonó el comedido–, era el mejor amigo del mejor amigo de Máximo Kirchner, el malogrado economista Iván Heyn (ex esposo de Luana Volnovich, titular del PAMI, una preferida de Cristina), por el que el hijo de Néstor en homenaje le puso su nombre a su propio hijo. “Che, ¿no nos estamos haciendo un golpe a nosotros mismos?”, bromeaba en la mesa.

Ni siquiera, se señaló en la misma terturlia, supimos contratar al poco discreto liberal Carlos Maslaton para enfrentarl­o, quien en sus años mozos, entonces delgado y en la agrupación UPAU, supo trenzarse a las piñas con un militante de Franja Morada en la Facultad de Derecho, venciéndol­o. Era, claro, el mismo Rosenkrant­z que hoy integra la Corte, quien se cayó al piso.

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COMO MAREA LA MAREA Horacio Rodríguez Larreta DIBUJO: PABLO TEMES
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ROBERTO GARCÍA

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