Perfil (Sabado)

Sobre la forma, el fondo y la doble vara

- JORGE FONTEVECCH­IA

No hay situación de la vida política argentina donde la razón no esté alterada por el sesgo político, priorizand­o según convenienc­ia la supremacía a veces de la forma, a veces del fondo y en todos los casos midiendo con doble vara lo afín y lo ajeno. Vale tanto para los mensajes de Telegram del ministro de Seguridad porteño y sus dialogante­s como para la llegada de los jefes de Estado de Venezuela, Nicaragua y Cuba a la cumbre de la Celac el martes.

El jefe de Estado de Cuba preside una dictadura pero no así el presidente de China, con igual partido único comunista. Puede ser bien recibido Xi Jinping al G20 y no Díaz Cané a la Celac. Sería intelectua­lmente más honesto decir que a China, como en otra época a la ex Unión Soviética, hay que tolerarle su sistema porque es lo suficiente­mente grande y poderosa pero con Cuba podemos darnos el lujo de reclamarle una democracia como correspond­e.

Lo mismo sucede con la valoración de mensajes obtenidos ilegalment­e por parte del periodismo: si son producto de hackeos como los Panamá Papers o en su momento los Wikileaks, merecen ser visibiliza­dos pero si son del caso de Lago Escondido, no. Hechos que podrían generar situacione­s igualmente punibles son de interés público o de la esfera privada, dependiend­o de la proximidad que se tenga con el involucrad­o.

El juez federal Sebastián Ramos cerró la causa por la denuncia originada en la filtración de chats entre el ministro de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires, Marcelo D’alessandro y Silvio Robles, secretario del presidente de la Corte, Horacio Rosatti. El juez escribió en su resolución: “No pueden ser admitidas bajo ningún concepto como parte de un juicio respetuoso del debido proceso pruebas o testimonio­s que hayan sido obtenidos, como a esta altura puede observarse, mediante maniobras organizada­s basadas en actividade­s de inteligenc­ia ilegal”. Lo que resulta indiscutib­le pero no quita que se pueda investigar para obtener pruebas legales que ratifiquen o desmientan las pruebas obtenidas ilegalment­e.

Tanto cuando me tocó entrevista­r al fundador de Wikileaks, Julian Assange, en Londres como, en la vereda ideológica opuesta, al juez del Lava Jato, Sergio Moro, en Curitiba, ambos coincidían en que las pruebas obtenidas por un hackeo en el primer caso, como por un testimonio de una “delación premiada” de un acusado, que brinda informació­n a cambio de obtener una rebaja en su pena, en el segundo, debían luego tener que ser corroborad­as con otras pruebas obtenidas siguiendo los procedimie­ntos jurídicos tradiciona­les porque, sin esa instancia, carecían de valor jurídico y eran nulas.

Tanto en este proceso judicial sobre las filtracion­es de chats como en el caso diplomátic­o acerca de la participac­ión de jefes de Estado de la Celac, lo que verdaderam­ente está en discusión es una lucha de relatos. El sector más duro de Juntos por el Cambio (Bullrich, Wolff y López Murphy), al instalar la discusión sobre la presencia de Díaz Cané, Maduro y Ortega, busca opacar la noticia del regreso de Brasil a la Celac y los beneficios que la Argentina podría obtener del acuerdo entre Lula y Alberto Fernández que se firmará el martes próximo. Idéntica puja de narrativas entre oficialism­o y oposición se produce en el caso de los mensajes de Telegram: para el oficialism­o lo grave es lo que allí se dice, para la oposición lo grave es que se hayan hackeado los teléfonos de su funcionari­o. La forma es más importante que el fondo para el juez Sebastián Ramos, el fondo es mucho más importante que la forma para el ministro de Justicia nacional, Martín Soria, para quien “la doble vara de Comodoro PRO está llegando a niveles nunca vistos. Cuando se trata de defenderse entre ellos y sus jefes, se acuerdan de aplicar las garantías del debido proceso. Ahora, cuando el acusado sabe la marcha peronista, se olvidan del Código Procesal, las leyes y la Constituci­ón”, refiriéndo­se a lo que ocurrió en 2016, cuando Comodoro Py reabrió la causa del memorándum con Irán a partir de una escucha ilegal.

Para Sócrates, no se debía discutir con quien no fuera honesto intelectua­lmente, porque la preocupaci­ón de los sofistas era el poder mientras que la de los socráticos, la verdad. El sofista busca sacar un beneficio, el socrático solo busca la razón. Los sofistas “perseguían la persuasión; mediante argucias

Filtracion­es de chats y llegada de autócratas a la Celac son útiles para el despliegue sofista En la política en forma de guerra, como en la guerra, la primera víctima es la verdad

argumentat­ivas, buscaban el razonamien­to más capaz de emocionar a su audiencia. Usaban el discurso (cerrado) o el agon (debate)”.

Así como en la guerra la primera víctima es la verdad, asumiendo la célebre sentencia el militar prusiano Carl von Clausewitz sobre que la guerra es la continuaci­ón de la política por otros medios, en la política como guerra la primera víctima es la verdad, o verdadero es lo útil para el verdadero fin.

 ?? CEDOC PERFIL ??
CEDOC PERFIL

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina