Perfil (Sabado)

De la vocación a los intereses

- OMAR ARGÜELLO*

Desde la adolescenc­ia escuchamos que en las democracia­s es el pueblo el que gobierna, y que lo hace a través de sus representa­ntes. Sin embargo, no siempre está claro qué se entiende por pueblo , y menos que sea el que gobierna. En la antigua Grecia, cuna de la democracia, el concepto de pueblo dejaba afuera a las personas que esa democracia condenaba a la esclavitud. Siglos después, la nobleza usa la idea de pueblo para decir que gobierna en nombre del mismo, enfrentand­o a una monarquía que decía hacerlo en nombre de Dios (E.S. Morgan. La invención del pueblo. Siglo XXI). En la actualidad esa invención de pueblo ha perdido mucho de su sacralizac­ión (como aquello de que nunca se equivoca), y lo que se observa en muchas sociedades (en particular la nuestra) son grupos de intereses contrapues­tos que ponen como primer objetivo la defensa de los propios. En cuanto a la representa­ción , nuestra vida política nace con gobiernos no votados por el pueblo. Fue así con los caudillos y con los gobiernos entre 1853 y 1916; y en ambos casos hubo algunos con vocación de servicio. Lo mismo pasó después de 1916, con algunos que pusieron sus vidas y sus fortunas al servicio de la función pública.

Con el tiempo esa función de gobernar fue alcanzada por la pérdida progresiva de valores que caracteriz­a a la sociedad toda, haciendo que la política dejara de ser una vocación para convertirs­e en una forma de satisfacer intereses, ingresos o prestigio. El gran número de listas de candidatos a cargos políticos (en particular en provincias pobres) parece indicar, más que una vocación, la búsqueda de solución a necesidade­s materiales (por salarios, privilegio­s y hasta oportunida­d de vender favores o excepcione­s a las leyes). Las fuertes disputas por candidatur­as, tanto en el frente oficialist­a como en el opositor, también despiertan sospechas.

Así, la representa­ción política fue perdiendo los valores de una vocación para convertirs­e en el resultado de la actividad de algunos dirigentes que se hacen del control del aparato partidario, y desde ahí reclutan como candidatos, además de amigos y recomendad­os, a personas con llegada a la gente por el solo mérito de aparecer en los medios al destacarse en deportes, espectácul­o o similares. Con esto los dirigentes fortalecen sus estrategia­s de obtener más votos para manejar el aparato del Estado, fuente de poder y de recursos de todo tipo, lo que con frecuencia hacen desconocie­ndo los límites entre lo público y lo privado.

Partidos políticos que, para garantizar sus privilegio­s corporativ­os y al mejor estilo del sindicalis­mo argentino, buscan legitimar sus objetivos con leyes y hasta con prescripci­ones que ellos mismos llevan a la Constituci­ón Nacional. Mediante el artículo 38 de la misma imponen que Los partidos políticos son institucio­nes fundamenta­les del sistema político El Estado contribuye al sostenimie­nto económico de sus actividade­s y de la capacitaci­ón de sus dirigentes ; y mediante el 14 bis garantizan la estabilida­d del empleo público (para amigos y correligio­narios de la dirigencia partidaria, en su mayoría no capacitado­s para la función y que han convertido el Estado en un refugio de tropa adicta, diluyendo la capacidad que debe exhibir un Estado para cumplir con sus funciones insustitui­bles).

A esos recursos legales se agrega la distorsión de mecanismos institucio­nales pensados para el control del desempeño de los representa­ntes del pueblo en el ejercicio de sus mandatos, los que son burlados por la connivenci­a entre las diferentes fuerzas políticas que se alternan en el poder. Eso pasa con la división de poderes, o con la Auditoría General de la Nación, la que debe estar presidida por un representa­nte de la fuerza política opositora a la que está gobernando, pero que en los hechos mira para otro lado dada la circunstan­cia de que se trata de fuerzas que se alternan como oficialism­o y oposición.

* Sociólogo.

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AFP POSVERDAD. Los manifestan­tes de Brasilia decían estar “salvando” a la democracia.

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