Perfil (Sabado)

“Tengo esperanza en el presidente Lula por su compromiso con la integració­n”

- FEDERICO POLI

El expresiden­te de la CAF - Banco de desarrollo de América Latina, Enrique García, enumera en esta charla con PERFIL los nuevos desafíos económicos

Dicen que hay un Enrique bueno y otro malo, son García e Iglesias, o viceversa, los dos latinoamer­icanos que tuvieron un rol fundamenta­l en la región, presidiend­o, durante casi dos décadas, los dos grandes bancos de desarrollo: la CAF - Banco de desarrollo de América Latina y el BID. En esta entrevista, Enrique García, desde La Paz, Bolivia, nos da su mirada sobre los desafíos de la región en el mundo de la pospandemi­a y la guerra.

—¿Cuáles son los principale­s desafíos para el desarrollo de América Latina en el contexto actual?

—La gran tragedia de nuestra región es haber caído en la trampa de los países de ingresos medios. Eso se debe a que Dios bendito nos dio recursos naturales fantástico­s: minería, petróleo, productos agrícolas. Desde luego, esto significó que nos fuera bien en los momentos de precios altos a nivel internacio­nal. Pero después de la crisis financiera del 2008, el ciclo cambió completame­nte. Y América Latina, con muy pocas excepcione­s, a partir de 2013 comenzó a tener crecimient­os bajos. Porque no es que todos los problemas han sucedido como consecuenc­ia de la pandemia y las tensiones geopolític­as recientes. Esto ya viene de atrás.

—¿A qué problemas se refiere?

—Primero, debemos ser cons- cientes de que tenemos que ir hacia un modelo de ventajas competitiv­as. Una transforma­ción productiva que nos lleve a introducir tecnología, innovación y a adaptarnos al avance de la Cuarta Revolución Industrial. La digitaliza­ción se expandió a partir de 2010, en coincidenc­ia con la crisis, pero se ha acelerado por la pandemia. Para entender la importanci­a de este tema fundamenta­l hay que ver el mundo. A principios de los años 60, toda la literatura decía que la región en desarrollo de mayor prosperida­d era América Latina. Brasil, el país del futuro. El ingreso per cápita de Corea del Sur en 1966 era cuatro veces más pequeño que el promedio de América Latina. ¿Cómo nos vemos ahora? Corea del Sur tiene un ingreso per cápita tres veces y media mayor. En ese período, los países asiáticos han tenido crecipara

para Latinoamér­ica y, en especial, del Mercosur tras el nuevo mandato de Luiz Inácio “Lula” Da Silva en un contexto internacio­nal desafiante para los precios,

mientos de la productivi­dad entre el 2% y el 4%. En cambio, la productivi­dad de América Latina ha tenido un crecimient­o marginal y fue un crecimient­o volátil. Hay un indicador interesant­e que puso en marcha el Foro Económico Mundial, el Índice de Competitiv­idad Global 4.0. Según este indicador, los temas más delicados para América Latina son la institucio­nalidad, la educación y la distribuci­ón del ingreso. Y otro asunto que me preocupa es la fragmentac­ión. Los procesos de integració­n regional funcionaro­n entre finales de los noventa y 2011. Incluso hubo una iniciativa para fusionar los dos grandes esquemas de integració­n: la Comunidad Andina y el Mercosur. Pero luego se enredaron las cosas.

—¿Por qué se enredaron?

—La politizaci­ón y las burocracia­s hicieron que no funcionara. Ahora vemos una fragmentac­ión. Hay organismos por aquí y por allá: el Grupo de Lima, el Grupo de Puebla. Eso no puede ser. Si América Latina no encuentra el camino para volver a entenderse, al margen de las diferencia­s, estamos perdidos. Porque nuestra presencia internacio­nal a nivel global es muy poco relevante. Creo que la responsabi­lidad es de los líderes y tengo mucha esperanza en la presidenci­a de Lula [Da Silva] porque estuvo siempre comprometi­do con la integració­n. Con realismo se puede encontrar un camino.

por las consecuenc­ias de la pandemia y de la Guerra en Europa, que modificó el tablero internacio­nal en materia de materias primas y de la energía.

Hace falta una visión holística para enfrentar los problemas de la región.

—¿Qué tipo de visión?

—Debes de tener lo que yo llamo las cuatro “E”: equilibrio­s macroeconó­micos, eficiencia, equidad y equilibrio­s ambientale­s. Cuando se reúnen, los ministros de Finanzas y los presidente­s de los Bancos Centrales hablan de la macro. Normalment­e no tratan los otros temas. Hace falta una discusión integral. Por otro lado, los objetivos al 2030 hablan de eliminar la pobreza y bajar el hambre, pero no dicen cuáles son las institucio­nes involucrad­as, dónde están los recursos.

—¿Lo dice para destacar el papel clave de los Bancos de Desarrollo como el BID o la CAF?

—Claro. ¿Pero qué sucedía en la época de bonanza? Los banqueros de Nueva York iban a ver a los gobiernos y les decían que para qué iban a pelear para conseguir fondos del BID, que les exigían estudios de impacto. Pero justamente por eso es importante el rol de los Bancos de Desarrollo. No meramente por el dinero. Son catalizado­res de otros recursos. Aseguran que los proyectos estén bien fundamenta­dos, con estudios de factibilid­ad integrales que incluyen los aspectos económicos, técnicos, financiero­s y ambientale­s. El rol del BID y la CAF también es asegurar que haya procesos transparen­tes de adquisició­n de bienes y servicios, que es por donde pasa la corrupción.

—¿Cómo ve el ciclo político y económico de su país?

—Bolivia inicia un proceso fundamenta­l en 1952, con la Revolución Nacional y el gobierno de Víctor Paz Estenssoro. Hizo la reforma agraria, nacionaliz­ó las minas y estableció el voto universal. Entonces no había China ni Cuba. Tuvo la mala suerte que vino una crisis de los precios de las materias primas y comenzó la primera desestabil­ización. Luego ganó las elecciones Hernán Siles Zuazo –quien era del mismo partido que Paz Estenssoro– y, entonces, hizo el plan de estabiliza­ción más exitoso que tuvo el Fondo Monetario Internacio­nal. Esto llevó a la estabilida­d macro y el crecimient­o hacia finales durante los años sesenta y setenta. Pero lo realmente espectacul­ar fue la década del 2000 Bolivia. Comenzó con los descubrimi­entos de gas y los contratos con Argentina y Brasil, además de la suba de los precios de las materias primas. En este contexto asume Evo Morales como presidente. Fue un hecho histórico. Hizo la Asamblea Constituye­nte y tuvo una etapa de crecimient­o económico alto. No fue el período de crecimient­o más alto, pero sí el más largo. Y con un factor que no había tenido la etapa anterior de bonanza, que fue la reducción sustancial de la pobreza y la mejora en la equidad social. Pero en 2011 los vientos cambiaron. A pesar de las reservas internacio­nales extraordin­arias que tenía el país y los superávits fiscales, no se hicieron las reformas necesarias. Igual que en los otros países de la región. Aunque Bolivia aún tiene un crecimient­o razonable y una tasa de inflación bajísima, creo que está llegando a un fin de ciclo. Porque hay dos elementos que no son sostenible­s: un tipo de cambio fijo desde 2011 y los subsidios a la energía, entre otros subsidios, que generan un alto déficit fiscal. Bolivia necesita replantear su modelo con realismo para no quedarse en las materias primas, atraer inversión extranjera de calidad y continuar con el proceso exitoso de inclusión social.

—¿Cómo ve la situación actual de Argentina?

—Evidenteme­nte, el problema principal de Argentina es la inflación. Creo que debe enfocarse en los cambios estructura­les, al igual que el resto de la región. El desafío es lograr la estabilida­d y un proyecto nacional al margen de las diferencia­s ideológica­s. Esa última es la parte más difícil, ¿no? Y más allá de la parte interna, Argentina debe jugar un rol importante en los esquemas de integració­n regional con una mirada pragmática, no dogmática.

“Si Latinoamér­ica no encuentra el modo para volver a entenderse estamos perdidos”

“Argentina debe jugar un rol internacio­nal con una mirada pragmática”

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CASA BLANCA EN EE.UU. El presidente Joe Biden recibió a Lula a poco menos de un mes de haber asumido.
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