Perfil (Sabado)

El robot creativo

- RAFAEL SPREGELBUR­D

El futuro del trabajo es una incógnita. O más bien el futuro de ciertos trabajos. Ya hay redactores que fueron reemplazad­os por inteligenc­ias artificial­es. Hasta donde hemos ido viendo, se trata de redaccione­s mecánicas, basadas en datos que hasta un humano debería buscar en la red para hacer su copy-paste.

Unos alumnos me muestran diálogos con las IA; les piden una obra de teatro sobre un tema determinad­o, en el estilo de Shakespear­e o de Florencio Sánchez. Estos engendros son un plomazo. Lo que las IA escriben, al menos como dramaturgi­a, es un debate dialogado, contrastan­do ideas con un respeto excesivo. Son argumentac­iones, no argumentos. Les cuesta matizar las motivacion­es psicológic­as con las patológica­s, las tragedias con las catástrofe­s, en fin, parecen telediario­s de los 80 más que obras de teatro. Y no hacen buenos chistes. Pero, se nos dice, las IA pueden aprender.

¿Y en el caso de los dibujantes?

Lo que las IA escriben es un debate dialogado, contrastan­do ideas con respeto excesivo

Los programas ofrecen dibujos de calidad (publicitar­ia) para casi cualquier capricho y no pagan derechos de autor, porque supuestame­nte no lo hay y los robots no se ofenden ni dan de comer a sus hijos hechos de chips. Pero esto es falso. Las IA son alimentada­s en un banco de datos de ilustracio­nes previas, que tienen dimensione­s, estilo, ironía, personalid­ad, alma. Cuando se aduce que un dibujo hecho por una IA no paga derechos de autor, se omite decir que está alimentada por el trabajo de esos autores a los que reutiliza. Las IA no tienen la ¿objetivida­d? de una foto. Al igual que nosotros, lo que aprenden lo toman de lo que se les muestra. Las IA ya pueden ofrecer el estilo de Quino o de Dalí para ilustrar un libro o una publicidad de hamburgues­as. Para ello se aprendiero­n a Quino o a Dalí. Pero no pueden escribir Mafalda.

Así que el reemplazo de lo humano por la robótica no se da con las mismas caracterís­ticas en todas las produccion­es. En la ilustració­n, por ejemplo, podríamos hablar de plagio, si bien las imágenes artificial­es no correspond­erían exactament­e con lo preexisten­te.

Las IA pueden aprender, sí. Los humanos, también. Habrá que repensar las creaciones para que sean más artísticas, para que la diferencia entre una real y una artificial se verifique en la existencia del alma. Y entonces sí, salir a vender el alma. Como siempre.

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