Perfil (Sabado)

Incertidum­bre y crisis

- *Analista político especialis­ta en políticas públicas. EDUARDO JACOBS*

Cristina Fernández de Kirchner dijo hace unos días en Río Negro que “el pacto democrátic­o del 83 está roto”. Su vocero, el senador Parrilli aseguró ayer que “no puede haber elecciones con Cristina proscripta”. Más allá del debate sobre el hecho concreto, lo más sorprenden­te de semejantes declaracio­nes es el poco impacto político de las mismas. Es como si nadie de la dirigencia política las hubiera tomado demasiado en serio.

Ahora bien, si tenemos en cuenta que al mismo tiempo en la Cámara de Diputados se sigue adelante con el intento de aprobar el juicio a la Corte Suprema de Justicia. Y que el resto del kirchneris­mo y La Cámpora no dejan un minuto de hostigar al Presidente, presionand­o para que desista públicamen­te de su intención de presentars­e como candidato en las próximas PASO. ¿No será que habrá que tomar un poco más en serio semejante embate sobre la institucio­nalidad democrátic­a de la vicepresid­enta y su gente?

Si la Jefa Política de la coalición de fobierno y su grupo más íntimo están “desconocie­ndo” el Estado de Derecho, el resto de la comunidad política debería reaccionar en consecuenc­ia y recurrir a todos los instrument­os legales disponible­s para denunciar e impedir que esas amenazas escalen. Las declaracio­nes y planteos son demasiado graves como para ignorarlos.

Mientras “la política” del kirchneris­mo parece promover una suerte de autogolpe que le permita a la vicepresid­enta “limpiarse de sus causas judiciales”, la política económica del Gobierno comienza a mostrar todas sus fragilidad­es, tanto las que le son propias por las inconsiste­ncias de las políticas macroeconó­micas implementa­das como aquellas que se derivan de las pujas políticas dentro de la coalición de gobierno.

La inflación del 6,6% del mes de febrero y la perspectiv­a de un 7% en marzo, vino a pulverizar las expectativ­as de una baja sustantiva del índice de precios que permitiera llegar a las elecciones de agosto con mejores posibilida­des. El otrora “superminis­tro” Massa ya no es alto y de ojos azules. Ahora comienzan a aparecer los negociados, como los de Aysa o las entradas al fútbol.

La tremenda sequía que estamos atravesand­o y los 20 mil millones de dólares de caída en las exportacio­nes va a implicar una importante baja en los ingresos fiscales por la reducción en los ingresos por retencione­s y una fuerte baja en la disponibil­idad de dólares que ya viene constituye­ndo una traba insalvable a la posibilida­d de crecimient­o durante el año 2023. Si a esto le sumamos la reciente crisis bancaria en Silicon Valley y el impacto que está teniendo en los mercados financiero­s globales el cartón está lleno.

La situación descripta no puede sino generar una tremenda incertidum­bre en la sociedad. Esto se agrava cuando vemos que ninguno de los debates impulsados por las máximas autoridade­s del Gobierno tienen algo que ver con la brutal crisis que estamos atravesand­o. La política de gobierno sólo discute con enjundia temas que les preocupan a ellos. La vicepresid­enta habla públicamen­te y no hace ninguna autocrític­a ni propuesta vinculada a la crisis en las que nos precipitó su gobierno.

Estamos ante una situación crítica, la pobreza aumenta, la inflación supera el 100% anual, la insegurida­d en los Conurbanos no da tregua, la sequía devasta al motor exportador de la economía argentina, las escuelas públicas no tienen clases porque no tienen ni un ventilador, el narcotráfi­co pone a la ciudad de Rosario de rodillas, el colapso del sistema eléctrico deja sin energía eléctrica a cientos de miles de personas y así podríamos seguir mencionand­o problemas que hoy no merecen ni un comentario por parte de los máximos dirigentes del oficialism­o.

El Presidente de la Nación, por su parte, no quiere asumir en “solitario” la crisis en la que nos estamos sumergiend­o y sigue hablando de las bondades de la recuperaci­ón económica que significó el 2022, después de la brutal caída del año 2021.

Así estamos hoy en la Argentina. La incertidum­bre es total. La sensación en la que vivimos y resulta atemorizan­te es que “algo tiene que pasar” antes de las elecciones y que si pasara, no sería para nada bueno. Si algo malo ocurriera y afectara nuestra institucio­nalidad, a 40 años de la restauraci­ón democrátic­a, nadie podría argüir que faltaron las señales.

La política de gobierno sólo discute con enjundia temas que les preocupan a ellos.

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