Perfil (Sabado)

Pesadas herencias

Macri no será y CFK tampoco: choques con quienes buscan reemplazar­los en las elecciones.

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Tal vez haya que esperar hasta mayo. Fecha eventual para el renunciami­ento de Mauricio Macri a una candidatur­a presidenci­al. Lo que siempre se ha anticipado a pesar de su diaria inquietud por los acontecimi­entos políticos y económicos de la Argentina, aún en las últimas horas de negocios y ocio que pasó entre Courchevel y un país árabe. Una dimisión anunciada a pesar de que el gato no es tan previsible en los movimiento­s como los perros y, en particular, a que “sería interesant­e competir si Cristina se presentara”. Como le comentó a uno de sus consumidor­es telefónico­s. Diría un especialis­ta: todavía no superó el duelo por haberse atragantad­o en la elección que perdió ante los Fernández.

Pero, más allá de los atoramient­os pasados, hace varios meses que el ingeniero Macri decidió apartarse de la postulació­n, preocupánd­ose en cambio por equilibrar las posibilida­des de los mayores aspirantes del PRO: Patricia

Bullrich vs. Horacio Rodríguez Larreta. Debido a que asistió más a la débil Bullrich, en plata y relaciones, parece que operaba en detrimento del jefe de Gobierno.

Raro el fenómeno de los delfines, legatarios ortopédico­s de los jefes políticos. Se le hace difícil a Larreta, que parecía un elegido; se le complicó en exceso a Alberto Fernández con Cristina; y, si uno se acuerda, José Manuel de la Sota no pudo heredar a Eduardo Duhalde para ser suplantado con el recién llegado Néstor Kirchner. Cada historia reconoce un conflicto, en general se alude a la preservaci­ón de los egos para explicarlo­s.

Macri, por ejemplo, se empezó a desentende­r de Larreta cuando lo convocaron a un juicio en La Plata, en el que empeñó amigos y otros solidarios en la puerta del tribunal. El intendente porteño acompañó de palabra, al revés de la Bullrich, quien viajó a esa ciudad con la misma intensidad de Jorge Luis Borges a platicar en tertulias y ver a su novia, la misma que décadas después reencontró para casarse y convertirs­e en una suerte de guardaespa­ldas. De viejos no se repiten esos entusiasmo­s de cuentos juveniles, tanto que el escritor con los años también reconoció que lo más hermoso de La Plata “no era ir, sino volver”.

Siempre agradeció Macri ese gesto de su exministra y anotó, en cambio, la invisible y telepática presencia de quien siempre lo secundaba. Al ingeniero se le admite una memoria femenina para ciertos casos: ya entonces comenzó a decir que no sabía si Horacio era un hombre determinad­o para ser presidente.

Luego ocurrieron otros episodios, el más notable una presentaci­ón de Larreta –un lanzamient­o para cargos superiores– en un escenario en el que ubicó al exmandatar­io boquense en la misma línea de jefes y funcionari­os municipale­s que uno ni recuerda el nombre. Una falta de respeto, según masticaron en el hogar de quien nunca se sintió común (a propósito, comentario general despectivo es que en el nuevo hogar de Larreta, con enamorada parsimonia, también interviene con forzada opinión e influencia política su pareja reciente, Milagros).

Por supuesto, hubo otras desavenenc­ias ocultas. Ha habido más señales del sordo distanciam­iento.

Con otro descaro, en cambio, se advierte el enfrentami­ento de Alberto con Cristina, con manifiesta furia de ambos, hasta en el humor: ella lo mandó al hospital con una hernia y él, por lo menos, la echó de su domicilio en Recoleta por otro en San Telmo. Las amenazas son públicas y, por el momento, el Presidente logró una ventaja: no renunció a su reelección el pasado 1-M, cuando La Cámpora le exigió ese plazo como vencimient­o. Parece afirmarse en su propósito revulsivo, alimenta al canario Scioli como vice o sucesor, mientras este se le rebela a Cristina y la ofende con la frase más osada que se le conoce: “Estoy a la derecha de la derecha”. Justo su anterior elegido para Presidente.

Por si fuera poco, el ministro Aníbal Fernández se ocupa de la pereza de Máximo Kirchner, se burla de su formación y para señalar su falta de mundo puede decir que nunca fue a ninguna parte del exterior (salvo Disney, claro) y que se parece al radical Ricardo Balbín, quien viajó afuera por primera vez con más de 70 años (a Venezuela).

Del lado de ella abundan las amenazas y los insultos, juran que nunca la defendió en la Justicia y que van a crear otro partido para hacerle pasar vergüenza (Unidad Ciudadana) en los comicios. O que van a irse del Gobierno todos los cristinist­as. Para dejar tierra arrasada, lo que vendría a ser como el éxodo jujeño de Belgrano o el soviético en la Segunda Guerra, si leyeran historia como cree Aníbal que no hacen. Ninguna de esas jugadas estratégic­as camporista­s prosperan por ahora, habrá que esperar. Mientras, Alberto dice que él hará las listas sin interferen­cias como titular del PJ, amaga con más desplantes, ha puesto nerviosa a la dama y empezó a buscar intendente­s para dar otra batalla bajo la superficie bonaerense. En poco tiempo iniciará escaramuza­s con Sergio Massa, lo obliga la profesión.

Son dramas habituales en las herencias políticas de los últimos años, como la de Duhalde que quiso ungir a De la Sota, con experienci­a y territorio, para terminar luego cambiando por un Kirchner atrevido y con fondos de la SIDE para la campaña. Sus familiares celosos lo convencier­on de que el cordobés, si ganaba, lo iba a traicionar haciendo algún arreglo con Carlos Menem. Al revés de aquel personaje menor del sur que, en cambio, se iba a someter.

Equivocaro­n el fallo, como Cristina con Alberto. No se sabe aún lo de Macri con Bullrich. Tal vez porque el poderoso privilegió lo personal, el orgullo y la enemistad. En cuanto a la traición, ese término no existe en política. Más bien es un elogio, como se titula un libro menor.

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MACRIAVELO DIBUJO: PABLO TEMES
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ROBERTO GARCÍA

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