“La obra propone que hay que aprender y ser ÀH[LEOH´
El multifacético actor cuenta cómo fue crear su último unipersonal, El Brote. Reflexiona sobre los distintos escenarios y anticipa nuevas ficciones.
Tiene el don de multiplicarse: puede ser una secretaria, un príncipe o un profesor, todo es posible para Roberto Peloni. Un nombre que es casi sinónimo de comedias musicales y que gracias a la lista de espectáculos en los que participó se confirma lo multifacético que ha sido desde siempre. Su nueva obra, El brote, escrita y dirigida por Emiliano Dionisi. puede verse lunes y domingos horas en el Teatro Del Pueblo (Lavalle 3636).
—¿Qué diferencia tiene El brote de tu anterior unipersonal Pelonintensivo?
—Esta es una obra en sí misma, mientras que la anterior era una galería de personajes. Es casi un calidoscopio: sigo siendo Beto, el actor, pero los cambios serán a la vista, sin usar ninguna peluca, ni vestuario.todo pasa por los recursos interpretativos. Es un juego que me permite abrir más puertas con sus historias. Pone en boca de él mucho de lo que nosotros queremos decir. Lo siento como el desafío teatral más importante de mi carrera.
—¿Cómo surgió la convocatoria de Emiliano Dionisi?
—Ya habíamos trabajado juntos cuando me convocó para interpretar Cyrano de más acá, fue una temporada en el Cervantes. Luego hicimos Huesito caracú en El Picadero. Durante la pandemia hicimos juntos un espectáculo por streaming, Mientras tanto,
esperando que se abrieran los teatros en pleno cierre. Desde hace un año que estamos ensayando. En cuanto la leí supe que era exactamente lo que quería hacer. Me cumplió un deseo.
—¿Seguís vinculado a los musicales?
—Sí, pero éste no lo es. La historia trata sobre un actor, que integra una compañía donde representan clásicos, porque tienen un repertorio. Se verá la cocina, el detrás de escena del teatro. Así como Ricardo Darín con su Bombita en Relatos salvajes mostraba esa sensación de injusticia, que todos en algún momento sentimos en la vida, aquí le pasa algo parecido a mi protagonista. Todos se van a sentir identificados.
—Eligieron estrenar lejos del ámbito: ¿por qué?
—El compromiso es propio. Le dimos el tiempo que el proyecto necesitaba. Si alguno tenía que viajar nos conectábamos por Zoom. Tenemos proyectado además de hacer los lunes en el teatro Del Pueblo, tal vez podamos agregar funciones, mientras vamos armando giras, empezaremos por La Plata.
—¿Hay humor?
—Sí, es un humor de situación. Tiene mucha ironía, a través de la queja describe las situaciones de manera filosa. Es muy argentino, ya que todos somos directores técnicos, sabemos cómo arreglar o cómo debería ser. Mi protagonista quiere que el mundo sea de una manera y obviamente no es así. La obra propone que hay que aprender y ser flexible.
—Trabajaste en todos los escenarios, comerciales, estatales e independientes: ¿cómo los diferenciarías?
—El teatro oficial es el más cercano al independiente. Te da la posibilidad de estrenar autores. El Siglo de oro trans, excelente versión de Don Gil de las calzas verdes de Gonzalo Demaría no hubiera sido posible realizar en otro espacio que el estatal. Las salas comerciales te dan más dinero y también una gimnasia. Creo que las diferencias a veces está en los tiempos que se le dedica a cada proyecto. Son todos trabajos distintos. Me siento actor. El teatro es todo, no hay divisiones entre el musical, realista o verso. Cuando a mis quince años estudié en la escuela de Lanús comprendí que todo era teatro.
—¿Qué harías con poder? —Hay tanto por hacer que no sabría por dónde empezar. Creo que lo primero sería borrar la violencia. La actualidad en el mundo se parece a las predicciones de Nostradamus. Hay odio por otras religiones y por otras elecciones sexuales. El hombre que pudo llegar a la luna, pero no consigue que un grupo de muchachos no mate a otro a patadas. Habría que iluminarnos. Es como si a los seres humanos nos faltara luz.
“Este trabajo lo siento como el desafío teatral más importante de mi carrera.”