Perfil (Sabado)

“Argentina no puede sostener el tamaño del Estado que actualment­e posee”

- FEDERICO POLI* NA *Colaboró Francisco Uranga

“Sin un cambio de EE.UU en su política mundial tendría desventaja competitiv­a”

En la secuencia de entrevista­s que realiza el autor sobre diferentes miradas económica mundiales post pandemia y en plena guerra europea, el ex titular del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario habló sobre la necesidad de profundiza­r el consenso político en el país, para impulsar una transforma­ción más profunda que la de los ’90. Y consideró que actualment­e “el FMI está comprando tiempo para evitar el default argentino en junio”.

Alejandro Werner fue Director del Departamen­to del Hemisferio Occidental del FMI, entre 2013 y 2021, cuando el FMI otorgó un crédito importante al gobierno de Mauricio Macri . A pesar de haber nacido en Buenos Aires, creció en México y desarrolló buena parte de su carrera allá, donde fue subsecreta­rio de Finanzas y Crédito Público y jefe de Gabinete del Secretario de Hacienda. Doctor en economía por el Massachuse­tts Institute of Technology (MIT) y actualment­e a cargo del Georgetown Americas Institute, comparte en esta entrevista con Perfil una visión global sobre el futuro de la región. “Argentina tiene un potencial muy importante si resuelve su problema macro”, sostiene. Por qué considera que América Latina está frente a una oportunida­d para acelerar el desarrollo.

—La economía global cambió tras la pandemia. ¿Cómo describe el escenario actual?

—Tres factores generan cambios en la economía mundial: la pandemia, la guerra entre Rusia y Ucrania, y las tensiones entre China y EEUU. La pandemia terminó, pero dejó cicatrices. Esto se ve en un menor crecimient­o del PIB per cápita en los países emergentes y en la pérdida de capital humano, tanto por la mayor tasa de mortalidad como por el deterioro de la educación. Por otro lado, los riesgos comerciale­s distorsion­aron el comercio internacio­nal y llevaron a que las empresas pensaran en tener cadenas de producción más cercanas, lo que dio lugar al nearshorin­g. La pandemia tuvo también efectos positivos. Algunos analistas dicen que avanzamos siete años en la adopción de tecnología por la necesidad de trabajar a distancia, lo que se va a reflejar en la productivi­dad. También impactó en la necesidad de la reorganiza­ción de la producción tomando en cuenta el distanciam­iento social y los lockdowns, así como el surgimient­o de ideas e innovacion­es en multiples campos.

—¿Qué cambió con la guerra en Ucrania?

—Además de ser un evento humanitari­o terrible, replanteó el mercado de las materias primas. Por la dependenci­a que Europa tenía del gas ruso. Esto incorporó en el mercado de commoditie­s o de alta tecnología, como los chips, la posibilida­d de que mi contrapart­e comercial utilice esa dependenci­a con objetivos geopolític­os. Fomentó así la búsqueda de suministro­s en países aliados, el llamado ally-shoring, que cambia la concepción puramente económica del mercado de materias primas. También vimos un uso más profundo de las sanciones económicas por parte de EEUU.

—¿Y con las tensiones entre EEUU y China?

—Las tensiones entre China y EEUU comenzó con un objetivo comercial y de protección de la propiedad intelectua­l durante el gobierno de Donald Trump. La administra­ción Biden mantuvo los aranceles y profundizó el antagonism­o con China, que no es solo comercial sino geopolític­o. Es un cambio en la concepción de la relación con China. El objetivo de Washington ya no es acelerar la transición hacia una economía de mercado y una sociedad democrátic­a, sino que ve al país como una amenaza a la supremacía de EEUU en el mundo. Por su parte, China ha adoptado una posición más asertiva en su rol geopolític­o, profundiza­ndo la dinámica antagónica. Una política más antagónica exige alineamien­tos claros entre quienes son los aliados de uno y del contrincan­te. Esto hace que se reubiquen las cadenas globales de producción fuera de China. Es un cambio permanente, independie­nte del partido político en el poder. Uno de los pocos temas que unen a republican­os y demócratas en el Congreso de Estados Unidos.

—¿Qué implicanci­as tienen el nearshorin­g y el ally-shoring para América Latina?

—EEUU ve América Latina como una región que no está alineada con los jugadores antagónico­s, como Rusia o China, aunque algunos puedan tener simpatías. EEUU se había olvidado un poco de la región, que no es relevante desde el punto de vista geopolític­o, pero ahora regresa porque ve que estos países pueden ser fuente de alianzas en las cadenas de producción. Hablamos de litio, cobre y otros metales raros, necesarios para la transición energética. También están bien posicionad­os para trasladar parte de los procesos manufactur­eros, sobre todo México, Centroamér­ica y el Caribe. Por eso el gobierno de Biden planteó el America ‘s Partnershi­p for Economic Prosperity. Si no viene acompañada de recursos y propuestas concretas de integració­n es bastante débil comparada con la agresivida­d y la visión con la que China implementa su política exterior. Por otro lado, el nearshorin­g implica el regreso de una ideología que cree en la política industrial, algo que no se veía en las últimas décadas.

—¿A qué se refiere con la agresivida­d de la política exterior de China?

—Cuando América Latina necesitó vacunas contra el COVID, la respuesta de China fue mucho más rápida y contundent­e que la de EEUU. Lo mismo ocurre con ciertos créditos.

Cuando algunos países de la región tuvieron situacione­s de urgencia y necesidad, China dio respuestas. Si EEUU no cambia la manera de operar la política internacio­nal, va a estar en una desventaja competitiv­a importante.

—¿Cómo ve el futuro próximo de la región?

—El 2022 nos sorprendió positivame­nte, con una economía colombiana muy dinámica, mientras que Brasil y México crecieron más de lo esperado. Tal vez los economista­s subestimam­os los efectos negativos del COVID a largo plazo. También influyeron los altos precios de las materias primas. En el caso de México, afectó el rápido crecimient­o de EEUU. En el Caribe, la recuperaci­ón del turismo. Y la reapertura de China a finales de año también contribuyó a toda la región. Pero comparto la visión de una desacelera­ción importante de América Latina en 2023, con potenciale­s recesiones en algunos países como Chile. Sin embargo, América Latina está bien posicionad­a a futuro.

—¿Por qué?

—Se espera que las materias primas tengan precios históricam­ente elevados, es una región muy abundante en los recursos necesarios para la transición energética y puede recibir eslabones importante­s de las cadenas globales de producción. Un ejemplo es el anuncio de la construcci­ón de una mega planta de Tesla en Nuevo León, México. Estos procesos van a ser importante­s, pero no creo que alcancen a inducir un proceso de crecimient­o inclusivo que lleve a una convergenc­ia de niveles de ingreso per cápita con los países avanzados. Más bien estamos hablando de un mayor crecimient­o en los próximos 10 o 15 años. Para lograr un cambio en los niveles de desarrollo haría falta, además de factores externos, una aceleració­n en los procesos de transforma­ción estructura­l.

—¿Qué piensa de la situación actual de Argentina?

—Como economista uno se queda enganchado con Argentina como si fuera una mala telenovela. Ve los capítulos y siguen los mismos problemas, que no se resuelven. Ahora visualizo una nueva temporada de ajuste y reforma. Argentina está sobrediagn­osticada, la gran pregunta es cómo lograr los consensos políticos para llevar a cabo un proceso de reformas profundas en un plazo corto. Argentina no puede sostener el tamaño de Estado que hoy tiene. El nivel de impuestos, incluyendo el impuesto inflaciona­rio, la convierte en una economía con niveles bajos de inversión y cerrada al mundo exterior. Porque si se abre, la fuga de capitales sería gigantesca. Nadie tiene confianza en que se puede sostener este modelo. Hace falta una revolución macro y microeconó­mica. Una reforma laboral y de pensiones, abrirse a la minería, proyectos de infraestru­ctura muy importante­s como la hidrovía y el plan de gasoductos, un marco claro para desarrolla­r el litio. Argentina tiene un potencial muy importante si resuelve su problema macro. Es necesario un consenso político para llevar a cabo la agenda más agresiva de transforma­ción que el país haya visto desde los noventas.

—Argentina atraviesa la mayor sequía en décadas y algunos especulan con que el FMI otorgue una ayuda extraordin­aria por esta situación. ¿Es posible?

—La sequía fue un choque negativo muy importante, pero Argentina tuvo un excedente en los dos años anteriores por exportacio­nes adicionale­s y no ahorró ni un centavo. De haberlo hecho, podría manejar la sequía. Dicho esto, es probable que el FMI esté dispuesto a invertir un monto pequeño para cerrar la negociació­n y que el ministro pueda regresar al país a decir que consiguió fondos adicionale­s. El FMI está comprando tiempo para evitar el default de Argentina en junio. Así postergarí­a la situación hasta después septiembre y eso lo pondría cerca de la toma de posesión del nuevo gobierno, con el que podría negociar un nuevo programa.

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REFERENTE. Consideró que tal vez en la región se subestimar­on los efectos negativos del Covid.
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