Perfil (Sabado)

Pensar en mitos

- RAFAEL SPREGELBUR­D

Trabajo en Parma sobre el mito de Cassandra. Yo digo mito y mis actores italianos comprenden inmediatam­ente algo que es inherente a su cultura, que vive en las estatuas, en los museos que visitan con la escuela (y después ya nunca más); viven en el lenguaje. El mito en Italia es como el cliché. No es la fábula, que contiene una moraleja: el mito es una existencia.

Parece que Cassandra, pobrecita, quería aprender la adivinació­n. Hizo lo que cualquier troyano: acudió a Apolo, que era un dios, es decir, un pícaro con poder. De su aprendiz interesole su cuerpo entero y quísola poseer. Pero Cassandra tenía votos de castidad y lo rechazó decentemen­te. De allí la furia de Apolo, que –a diferencia de la de Zeus u otros más definidos– hizo lo apolíneo, o sea, la escupió en la boca y la maldijo para siempre: le dio el don de la adivinació­n, mas Cassandra estaría condenada a ver el futuro solo cuando éste fuera aciago.

¿Qué futuro ve la Italia de Meloni, la que se inunda sin parar mientras escribo?

Es fácil trabajar simbólicam­ente en la descomposi­ción del cliché ya adquirido. Es como armar una frase con un sujeto conocido y un predicado nuevo, incierto.

Pero –en tanto argentino– no sé bien cuáles serán los mitos nuestros. Estamos abonados a un pasado idílico levemente griego, apenas latino, evidenteme­nte no precolombi­no, quizás más bien hollywoode­nse. No acusar mitología propia es bello pero triste; te libera pero te deja también en inferiorid­ad. Rascamos así mitos del pasado inmediato: Maradona, Messi, Menem, Cavallo, cualquier cosa que se comprenda a ojos cerrados para armar ese sujeto llano a toda prisa. Nuestro teatro es así muy diferente.

No debe ser la única razón.

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