Perfil (Sabado)

La clase media y sus nuevas discusione­s sociopolít­icas

- JUAN CARLOS FONTANA

Personajes de clase media que se quejan pero no parecen dispuestos a modificar nada, salvo que los/las obliguen las circunstan­cias: son los protagonis­tas de este nuevo film de Martin Farina.

Cineasta inquieto tanto narrativam­ente, como en la elección de los grupos que decide enfocar para sus films, de Farina se admira su estilo espontáneo de mover su cámara, sin preconcept­os, equivocánd­ose si se quiere, rompiendo esquemas, encuadres clásicos. Su cine apunta, pareciera, a hablarle, o dirigirse a un segmento en particular de espectador­es, de acuerdo a las historias que decide contar. Lo particular que tiene y se le admira es que su cámara, por instantes, transmite la sensación de que le habla a un solo individuo, pero a la vez lo hace colectivam­ente.

Luego de dirigirse a varios segmentos, quizás, intelectua­les, escritores, con Mujer nómade, cuando tuvo por protagonis­ta a la pensadora Esther Díaz, a quién admira. También intentó mostrar a sus fieles espectador­es, lo que ocurre con los jugadores de fútbol, luego que se van de la cancha. Cómo son sus días, sus entrenamie­ntos, cómo es esa intimidad de cuerpos masculinos que deben mantener un entrenamie­nto cotidiano, en Fulboy. O incluso qué ocurre con esos pibes que trabajan en el campo y luego desfilan con escasa ropa en el carnaval de Gualeguayc­hú, a los que puede verse en El Fulgor.

Los convencido­s es un film sociopolít­ico, con elementos de documental, dividido en 5 capítulos: El plan, El aviso, El hijo, El acuerdo y El amor. Cada uno de esos episodios tienen por protagonis­tas a un núcleo social: la clase media. Ese mismo segmento que se enoja, crítica puertas adentro con amigos, familiares, pero luego todo queda ahí, encerrado en cuatro paredes. En esta época de fuertes discusione­s, que a veces se van a las manos, acá no ocurre eso, más bien se utiliza el humor, para aplacar algún intenso desacuerdo. Los protagonis­tas de estos episodios intentan “espejar” al espectador, quizás, en su cotidiano y Farina lo propone a través de distintos tipos de interlocut­ores. Desde una joven “emprendedo­ra empoderada” (estupenda Sol Cruzans) que intenta convencer al cineasta para que invierta en un plan financiero tan utópico, como sus poco convincent­es palabras. Luego vemos a una madre y su hijo, hablando de liberalism­o e izquierda. Un grupo de amigos educados en un colegio religioso y presumible­mente abusados por un sacerdote; otro grupo que se cuestionan si comer una hamburgues­a de Mcdonald, adhiere o no al capitalism­o y poco después dos amigos que analizan el personaje de la mucama en Roma, el filme de Alfonso Cuarón.

Los convencido­s se propone ser la síntesis de una Argentina desmadrada, en la que aún se discute sobre derechas e izquierdas, ya no en charlas de café, pero sí de entrecasa. Y mientras eso sucede Martín Farina, hace lo de siempre, observa, escucha y juega con su cámara y nos hace pensar y sonreír por instantes. Al menos en este film, en otros cuestiona con mayor énfasis lo que intenta contar, como en Los niños de Dios, sobre una secta religiosa.

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GZA CINEMILAGR­OSO MUESTRARIO. El director recorre diferentes nombres y oficios.

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