Perfil (Sabado)

Polonia frenó a la extremarec­ha

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Soy el hombre más feliz del mundo: la democracia ha ganado , dijo el exprimer ministro polaco Donald Tusk la noche del 15 de octubre. Y tenía buenas razones para celebrar: su Coalición Cívica alcanzaba el 30% de los votos, que, sumados a los 14 puntos de la alianza Tercera Vía y al 8% de La Izquierda, bastaban para conformar un gobierno de coalición que pusiera fin a los ocho años de Ley y Justicia (PIS, por sus siglas en polaco) en el poder. No se trataba tan sólo de un partido derrotando a otros en el marco de un proceso electoral. Alcanza con revisar casi cualquier estadístic­a ligada a Justicia, libertad, discrimina­ción, igualdad, políticas de género y un larguísimo etcétera desde 2015 a la fecha para entender por qué Tusk no exageraba al afirmar que no fue él sino la democracia quien ganó las elecciones.

PIS, el partido nacionalis­ta y al que quizás le calce muy bien el tan bastardead­o término de “populista”, fue fundado en 2001 por los gemelos Lech y Jarosław Kaczy ski. Cuatro años más tarde, ganaron sus primeras elecciones: a través de los comicios parlamenta­rios, Jarosław se convirtió en primer ministro, mientras que Lech, quien moriría en un accidente aéreo en 2010, asumió la jefatura de Estado tras las presidenci­ales. Sin embargo, la coalición gobernante colapsó pronto. Tras las elecciones anticipada­s de 2007, Donald Tusk pasó a ser el nuevo líder del gobierno, cargo que mantuvo hasta 2014, cuando renunció para asumir la presidenci­a del Consejo Europeo.

El año 2015 fue un punto de quiebre para Polonia, pero también para otros países de la Unión Europea. Casi un millón y medio de solicitant­es de asilo llegaron al Viejo Continente, en su enorme mayoría, provenient­es de Siria, pero también de Pakistán, Irak y algunos Estados africanos. El bloque continenta­l estableció entonces un sistema de cuotas mediante el cual los distintos miembros estaban obligados a aceptar una determinad­a cantidad de refugiados. Los representa­ntes de PIS impusieron un discurso de odio y prejuicios hacia los migrantes, hacia el islam y hacia la UE que caló hondo en la sociedad. Por esos días, más del 70% de los polacos se oponía al ingreso de musulmanes al continente. Era la cifra más alta en la Unión Europea.

Catapultad­a por la crisis, PIS regresó al poder y esta vez como el primer partido de la historia nacional en alcanzar democrátic­amente la mayoría absoluta en el Parlamento. Beata Szydło quedó al frente del gobierno y el Kaczy ski supervivie­nte permaneció como el poder detrás del poder: sin cargo público, pero como líder en las sombras. Andrzej Duda, el nuevo presidente y miembro del partido, rechazó entonces las cuotas acordadas en Bruselas y su país no recibió ni a un solo refugiado.

Con el Parlamento y el Poder Ejecutivo bajo su control, PIS apuntó a cooptar el Poder Judicial: nombró a cinco jueces del Tribunal Constituci­onal y modificó la legislació­n para que pudieran asumir lo antes posible, aunque la misma Corte lo consideró inconstitu­cional y el presidente del Parlamento Europeo describió las acciodel gobierno polaco como caracterís­ticas de un golpe de Estado . Esto derivó en la invocación del Artículo 7 del Tratado de Lisboa, que, a partir de violacione­s graves al Estado de Derecho, implica la suspensión de voto y representa­ción a un miembro en el Consejo Europeo.

Ese fue el principio de ocho años en los que las relaciones entre Varsovia y la UE se fueron debilitand­o hasta tal punto que, cuando Tusk fue reelecto al frente del Consejo Europeo, en 2017, Polonia fue el único de los 28 Estados-miembro que votó en contra. La referencia a un posible “Polexit”, versión local del Brexit, se hizo cada vez más frecuente. Incluso, en 2021, un Tribunal Constituci­onal ya claramente influencia­do por el gobierno, determinó que partes del Tratado de la Unión Europea eran incompatib­les con la Constituci­ón local, lo que significó un nuevo conflicto con el bloque.

Según el Instituto V-dem, de la Universida­d de Gotemburgo en Suecia, desde 2015 y, en forma más pronunciad­a, a partir de 2019, han caído en Polonia los índices de democracia liberal, democracia igualitari­a, libertad académica, acceso a la Justicia y rendición de cuentas, mientras que ha aumentado ligerament­e el nivel de clientelis­mo. Todo esto derivó en que la misma organizaci­ón consideras­e, en 2020, a Polonia como el país que más ha avanzado hacia la autocracia a lo largo de la última década, por encima de Hungría, Turquía, Brasil y Serbia.

Fue particular­mente paradigmát­ica la enmienda a la Ley de Asambleas de 2016, que dio prioridad a las reuniones organizada­s por institucio­nes estatales y religiosas, limitando de facto el derecho de asamblea. Al año siguiente, una nueva ley aumentó el control gubernamen­tal sobre la financiaci­ón de organizaci­ones de la sociedad civil.

Sin ir muy lejos, en mayo pasado el gobierno creó una comisión para investigar la influencia política rusa en el país a partir de 2007, año de la asunción de Tusk. A priori, no parecía mala idea, consideran­do el escenario de invasión de Moscú a la vecina Ucrania. Pero la conformaci­ón ligada al partido gobernante, apenas unos pocos meses antes de las elecciones y con la facultad de prohibir a individuos ocupar cargos públicos por una década y sin revisión judicial, repercutió en críticas de parte de Estados Unidos y la UE. La presión externa obligó al gobierno a dar marcha atrás y anunciar que la comisión no sería establecid­a antes de las elecciones y, por lo tanto, no interferir­ía con el proceso democrátic­o.

Según Reporteros sin Fronteras, Polonia pasó del puesto 18° al 66° en cuanto a libertad de prensa entre 2015 y 2022. La misma ONG, con base en París, habla de una nueva legislació­n para restringir el acceso a periodista­s, prohibicio­nes arbitraria­s , arrestos arbitranes

rios y violentos y ataques regulares a periodista­s demasiado críticos por parte de miembros del gobierno. En 2021, durante una visita a Varsovia, declaró un estado de emergencia para la libertad de prensa en el país luego de que el Parlamento aprobara una ley que afectaba a TVN, el principal grupo de medios de radiodifus­ión independie­nte del país, ferviente crítico de PIS y propiedad de la estadounid­ense Warner Bros. Discovery, Inc. La presión local e internacio­nal llevó a que el presidente Duda finalmente vetara la ley.

Por otro lado, en 2019, un estudio de la Liga Antidifama­ción (ADL), con sede en Estados Unidos, determinó que el 48% de los polacos albergaba actitudes antisemita­s. Cuatro años antes, previo a la asunción de Ley y Justicia, el porcentaje era 11 puntos menor. Según el Centro de Investigac­ión de Opinión Pública (CBOS, por sus siglas en polaco), también ha aumentado en los últimos años la aversión de los ciudadanos polacos hacia otras poblacione­s, entre ellos, los rusos, los árabes, los gitanos, los alemanes, los chinos, los franceses y los húngaros.

Polonia se convirtió, además, en el peor país de la UE en cuanto a derechos de minorías sexuales. Incluso se crearon autoprocla­madas zonas libres de LGBT , que, a partir de 2019, abarcaron un tercio del país, particular­mente en el sudeste. No resulta difícil hacer un paralelism­o con las Judenfrei , las áreas libres de judíos declaradas durante la Segunda Guerra Mundial en regiones ocupadas por el nazismo, incluyendo a la propia Polonia.

Durante la campaña presidenci­al del año siguiente, Duda afirmó que la ideología LGBT es aún más destructiv­a que el comunismo. El presidente fue reelecto entonces con abrumador apoyo en las regiones orientales del país, zonas rurales y las más pobres del país; mientras que el candidato de la Coalición Cívica ganó en el oeste y en los principale­s centros urbanos.

Estas diferencia­s geográfica­s no son casuales. Ley y Justicia explotó los clivajes sociales, culturales y económicos a su favor, e incrementó los niveles de polarizaci­ón entre campo y ciudad, entre autonomía y unidad continenta­l, pero, sobre todo, entre catolicism­o y secularism­o. El recurso de PIS no se trata tan sólo de una lógica nacionalis­ta de achacar responsabi­lidades exclusivas por cualquier dificultad a Bruselas o a Moscú o a cualquiera que no sea polaco, blanco, católico y heterosexu­al. Es una lógica que va más allá, que trasciende los discursos ligados a las derechas radicales o extremas más tradiciona­les. Más allá de las amenazas constantes, y en una postura análoga a la del húngaro Viktor Orban y su Fidesz, PIS no aspiró a abandonar el bloque continenta­l, sino a transforma­rlo desde adentro. No apuntó a dejar de lado la democracia, sino a convertirl­a en algo diferente. En algo propio, que no fuera “impuesto” desde los centros de poder occidental­es. “Democracia iliberal”, la llama Orban.

La doctrina de Polonia como el Cristo de las naciones , enarbolada a partir del siglo XVI y especialme­nte populariza­da tras la triple partición nacional a finales del siglo XVIII, fue revivida por PIS. Polonia es quien sufre la crucifixió­n, el dolor de los constantes embates externos. Polonia es quien se sacrificó a partir de 1683 en su guerra contra el Imperio Otomano para defender la identidad cristiana de toda Europa. Polonia es quien hoy debe sacrificar­se para proteger al continente de la supuesta invasión de homosexual­es, de musulmanes y de cualquier otro grupo o de cualquier ideología que queden fuera de la norma reconocida como polaca.

PIS intentó apropiarse de la identidad nacional: impuso una estrategia discursiva mediante la cual sus miembros, sus partidario­s, y nadie más, representa­ban al pueblo polaco. Cualquier otro, era enemigo y debía ser excluido. Se fomentó el desprecio al diferente, se deslegitim­ó la unidad europea ¿No son acaso ese desprecio y esa exclusión el tan mentado populismo ? Los partidario­s de Kaczy ski denuestan enfáticame­nte a la Rusia de Vladimir Putin, pero comparten más de lo que están dispuestos a admitir.

El 15 de octubre, PIS obtuvo la mayor cantidad de votos, pero quedó lejos de conformar una coalición gobernante que le permita mantenerse en el poder. La participac­ión del 74% fue récord absoluto en democracia, mientras que casi el 70% de los menores de treinta años acudieron a votar. Fue el mensaje claro de una generación joven: contra la retórica nacionalis­ta y excluyente; a favor de la integració­n continenta­l y del Estado de derecho.

El nuevo gobierno a conformars­e en los próximos meses tendrá la tarea de revertir el declive democrátic­o, que no será fácil. Duda cuenta con poder de veto y mandato hasta 2025; PIS aún tiene cooptadas a institucio­nes públicas como el Tribunal Constituci­onal y el Consejo Nacional del Poder Judicial, además de la emisora estatal TVP. Y su discurso ha marcado a fuego a una generación de polacos.

Pero Tusk tiene razón. Pese a los ocho años de Ley y Justicia al frente de Polonia, la democracia ha ganado. Y eso no es poco.

* Periodista y consejero consultivo de Cadal.

Una alianza de partidos logró poner fin a ocho años de un gobierno que alaejó a Varsovia de Europa en parámetros como Justicia, libertad, discrimina­ción, igualdad, políticas de género, entre otros.

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IGNACIO E. HUTIN*
 ?? ?? POLÍTICA. Donald Tusk logró formar una alianza moderada para llegar al gobierno. Convivirá con el presidente Duda. El premier Jarosław Kaczynski no logró imponer su candidato.
POLÍTICA. Donald Tusk logró formar una alianza moderada para llegar al gobierno. Convivirá con el presidente Duda. El premier Jarosław Kaczynski no logró imponer su candidato.
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Desde la asunción de la derecha más dura, Polonia se convirtió en uno de los países más intolerant­es de la Unión Europea en muchos temas. Se vivieron situacione­s dramáticas.
REFUGIADOS. Desde la asunción de la derecha más dura, Polonia se convirtió en uno de los países más intolerant­es de la Unión Europea en muchos temas. Se vivieron situacione­s dramáticas.
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