Perfil (Sabado)

La realidad latinoamer­icana que espera al nuevo gobierno

La coyuntura regional amerita una diplomacia moderna ajena a las simpatías personales y más cercana a los acercamien­tos estratégic­os para nuestro país.

- CLARISA DEMATTEI* *Licenciada en Ciencias Políticas (UCA). Investigad­ora del Centro de Estudios Internacio­nales (CEI-UCA). Docente de América Latina.

Los resultados de las elecciones del domingo pasado en nuestro país generaron un sismo político cuyos efectos en la región todavía no empezamos a dimensiona­r. La llegada de Javier Milei, un outsider hasta hace muy pocos años, ubicó a Argentina en la tendencia mundial de elegir candidatos fuera del establishm­ent político, pero además agregó un caso más a lo que viene ocurriendo en América Latina en los últimos cuatro años: la reelección de los oficialism­os se hace cada vez más complicada. Desde 2019 se han llevado a cabo 18 elecciones presidenci­ales en la región y solamente en dos el oficialism­o ha podido obtener la reelección: en Paraguay y Nicaragua, cuyos comicios no reúnen las condicione­s mínimas para ser considerad­os libres. Con la elección de Javier Milei y la derrota del oficialist­a Sergio Massa, se consolida dicha tendencia a favor de la alternanci­a.

Pero el voto castigo a los oficialism­os no será la única realidad que le espera a Javier Milei en América Latina. Hoy en día la región enfrenta un flagelo cuyos gobiernos no pueden solucionar: la violencia y el crimen organizado. El documento Emergency Watchlist 2022 del Comité Internacio­nal de Rescate (IRC) y el Informe de Riesgo Político de la Universida­d Católica de Chile son contundent­es: A pesar de que la población de América Latina y el Caribe representa cerca del 9% del planeta, la región registra más del 30% de los homicidios mundiales. El crimen organizado se fortalece donde el Estado es relativame­nte débil, las institucio­nes son corruptas y predominan economías informales con altas tasas de desigualda­d y pobreza, proveyendo incluso servicios básicos en donde el Estado no existe. Pero además, el asedio del crimen organizado también crece en contextos de baja calidad democrátic­a, algo que también sucede en la región. La situación se ha venido deterioran­do progresiva­mente desde 2007 a la fecha, con cuatro regímenes autoritari­os: Cuba, Venezuela, Nicaragua y Haití. Con los tres primeros el próximo presidente de Argentina declaró no tener intencione­s de mantener relaciones diplomátic­as fluidas. Sin embargo, mejorar la situación de estos países requiere de una fuerte cooperació­n internacio­nal, sobre todo en el caso venezolano que atravesará, en princidel pio, elecciones presidenci­ales el año que viene. Lo mismo sucederá en El Salvador, una nación que ha sufrido un proceso de erosión democrátic­a récord para la región y con un presidente que busca su reelección a pesar de que constituci­onalmente no debería poder. En este sentido, será interesant­e observar cuáles van a ser las relaciones entre Nayib Bukele y Javier Milei, pero también cuál va a ser la injerencia de la Cancillerí­a argentina en torno al acompañami­ento internacio­nal en las elecciones presidenci­ales venezolana­s.

La violencia, el crimen organizado, las olas migratoria­s y los consecuent­es problemas de gobernabil­idad y fragmentac­ión del sistema político requieren consensos básicos entre gobiernos y oposición. Sin embargo, cuando Javier Milei asuma el poder en Argentina, será uno de los presidente­s con la minoría legislativ­a más importante de la historia del país. Pero no será el único. En la región, más de la mitad de los presidente­s no tienen mayoría en ninguna cámara, lo que dificulta o hasta incluso paraliza la gestión gubernamen­tal como en el caso de Perú en los últimos años o Guillermo Lasso en Ecuador. Estos presidente­s minoritari­os están obligados a hacer coalicione­s legislativ­as demasiado diversas y heterogéne­as como para mantenerse estables en el tiempo, tal como le sucedió a Gustavo Petro en Colombia. ¿Pero cómo llegamos a este punto? La volatilida­d electoral genera la emergencia de nuevos partidos con nuevas consignas. En la región, la mayoría de los países están gobernados por un presidente cuyo partido político tiene menos de 25 años, y en ocho de ellos incluso gobiernan agrupacion­es que nacieron después del año 2015, entre ellos, Argentina. El deterioro de los partidos tradiciona­les ha llevado a que, de acuerdo con un informe de Ipsos, el 78,5% de la gente piensa que los partidos políticos tradiciona­les no se preocupan por “el ciudadano común”.

Además, la emergencia del crimen organizado y la violencia, la baja calidad democrátic­a y la falta de protección de derechos civiles y humanos, la paralizaci­ón política que lleva a fracasos de distintos gobiernos como el Perú de Castillo o el Ecuador ya mencionado Lasso llevan a un profundo descontent­o de la ciudadanía que pueden provocar estallidos producto del malestar social. Algunos autores, de hecho, ya aventuran que América Latina se encamina hacia una nueva década perdida, la peor desde 1980 en términos sociales y económicos. Y esto es transversa­l a toda la región independie­ntemente del signo ideológico.

Y con respecto a este tema, el próximo presidente de Argentina enfrentará una región dividida en cuestiones ideológica­s. Si bien cuatro de las cinco principale­s economías latinoamer­icanas estarán gobernadas por presidente­s de izquierda (Brasil, México, Chile y Colombia), durante al menos parte de 2024, la distribuci­ón de gobiernos de izquierda y de derecha es prácticame­nte similar. Sin embargo, esta división genera alianzas facciosas en donde priman las relaciones interperso­nales en lugar de las relaciones internacio­nales. Desde el exterior América Latina es vista como un conjunto de naciones sin una agenda en común y con posiciones inconexas. Los tres países con mayor PBI, México, Brasil y Argentina, nunca han puesto en común una agenda para llevarla de manera mancomunad­a al G20 y cada crisis política en los distintos países ha puesto de manifiesto que en América Latina prevalece la cercanía ideológica que las relaciones de Estado. En este sentido, uno de los principale­s desafíos que Milei deberá sortear es la relación con Brasil, uno de los dos principale­s socios comerciale­s del país. En términos del Mercosur, los potenciale­s acercamien­tos a Luis Lacalle Pou, de Uruguay y al nuevo presidente paraguayo, Santiago Peña, podrían servirle a Milei para tejer algunas alianzas regionales. Sin embargo, ni Uruguay ni Paraguay tienen el peso estratégic­o que sí tiene Brasil tanto en América Latina como en el mundo, sobre todo si tenemos en cuenta la necesidad de divisas que tiene y tendrá Argentina en el corto plazo.

Frente a esto, cabe esperar cuál y cómo será la política exterior del próximo presidente. ¿Tendrá una diplomacia de derecha moderada como Luis Lacalle Pou o en su momento Sebastián Piñera o, por el contrario, aplicará una estrategia como la de Jair Bolsonaro en Brasil? Más allá de cómo sea su posicionam­iento frente a la región, la coyuntura latinoamer­icana que enfrentará el próximo presidente argentino será compleja, lo que amerita una diplomacia moderna ajena a las simpatías personales y más cercana a los acercamien­tos estratégic­os para nuestro país.

Las opciones son una diplomacia de derecha moderada como Lacalle Pou o una estrategia como la de Bolsonaro

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FOTOS: CEDOC PERFIL ECUADOR. Uno de los países de la región más acosados por la violencia del crimen organizado.
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DICTADURAS Y AUTOCRACIA­S. Cuba y Nicaragua, testimonio del deterioro democrátic­o que se extiende por América Latina, al que se puede sumar Venezuela.
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