Perfil (Sabado)

El alarido guerrero de Milei

Tal vez, los ofendidos legislador­es, el 1° de marzo le hagan un boicot al Presidente, quizás devolviend­o agravios.

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Viva la libertad, carajo” es un grito de guerra. Correspond­e. Aunque quien lo pronuncia nunca disparó un tiro: Javier Milei. Lo impuso a su causa hace un lustro como exitoso publicista de eslóganes, al igual que el “no hay plata” de hace tres meses. Pura creación o tal vez, reconoce la bélica marca en un antecedent­e: ocurrió en la Guerra del Pacífico o del Salitre (l879-1884), cuando Chile y los comunes intereses británicos se quedaron con tierras de Perú y le bloquearon la salida al mar a Bolivia. En una de las últimas batallas, empeñó su vida un oficial al grito de: “Viva el Perú, carajo”, seguido por: “nadie se rinde, hagan fuego hasta el último cartucho”. La frase resultó un sello en la historia de ese país, y algún atrevido se la endosó a un combatient­e argentino, entonces abogado y teniente coronel, un patriota voluntario que se había sumado al Ejército peruano, Roque Sáenz Peña, el mismo que luego sería presidente y recordado por promulgar el voto secreto y obligatori­o en 1912.

Fue el propio Sáenz Peña quien negó la anécdota guerrera y se la trasladó a un compañero de armas muerto en esa atalaya de Arica, junto a quien sería uno de los héroes nacionales de ese país, el general Francisco Bolognesi. El argentino, entonces, fue herido y hecho prisionero, era el único de otra nacionalid­ad enfrentand­o a los chilenos.

Como el término “carajo” ofendía las buenas costumbres por las múltiples acepciones del “carajo” (a pesar de que “carajear” viene de antaña hispanidad), la frase circuló con discreción hasta que hace unas décadas se volvió un lema en Perú. Con Milei, en cambio, su alarido guerrero se expandió como una marea acompañado por su generosida­d en colgarle agravios y procacidad poco habituales a rivales sospechado­s e insospecha­dos, desintegra­ndo figuras, cargos y hasta institucio­nes. Un Bukovski de la política, shock para quienes se criaron distinguie­ndo un lenguaje de calle de otro público y, en general, se acostumbra­ron a la lectura de diarios que jamás incluían términos soeces o apelaban a puntos suspensivo­s como reemplazo para incentivar la imaginació­n del lector. Hoy no quedan diarios de papel o kioscos que los vendan, la cultura incluye –entre otras avanzadas–, la invasión de raperos subdesarro­llados que imitan a payadores de otra epoca que no percibían subsidios ni decían malas palabras. Milei es más del otro mundo, de las redes, de internet, de ese lenguaje crudo, tal vez irresponsa­ble, en el cual cosecha voluntades.

Su impertinen­cia cruza la política: cierta izquierda clama por las declaracio­nes presidenci­ales en política exterior al expresarse con menoscabo sobre colegas de otros países, tipo Lula, Maduro, Sánchez. Curioso, es el mismo sector político que en los 70 alababa a Fidel Castro –con un “lamebotas”o “lameculos” siempre cayéndose de la boca– cuando admitía con orgullo intervenir en cuestiones internas de otros estados enviando tropas o impulsando la sedición. Se ha quedado ese bloque en la misma tradición conservado­ra, a la que le resulta afrentoso el vocabulari­o de Milei y se enfada o ruboriza por la calificaci­ón de “nido de ratas” al Congreso, cuando piensan exactament­e lo mismo (ver encuestas) o de “traidor” al liberalism­o a Ricardo López Murphy cuando nadie comparte esa ocurrencia presidenci­al. Ni siquiera debe saber Milei que al bulldog diputado ya le endosó la misma imputación otro presidente, Raúl Alfonsín, quien lo echó del radicalism­o porque era “liberal” (curiosamen­te, junto al padre de Federico Sturzenegg­er, quien ahora asiste a Milei en materia de desregulac­iones, una suerte de dador de sangre intelectua­l). En esta refriega de bajo fondo, se ocultó otra vergüenza: quienes aplaudiero­n la agresión a López Murphy eran integrante­s del mismo círculo que integra el legislador, son compañeros de pensamient­o. No de conducta. Para Milei, para su carajo, para su grito de Munch, la libertad también significa expresarse del modo que se le antoja encabezand­o parte de una sociedad que es la sustancia de su voto, encarnada en la cabeza de quienes lo siguen. Finalmente, es una discusión anecdótica para lingüistas.

Lo troncal no pasa por ese debate pasajero. Importa más la reunión de Milei con el enviado de Biden en la Casa Rosada y el inmediato viaje a Washington a un seminario que está a la derecha de los republican­os. Y el buen trato para que el FMI le obsequie un préstamo fresco a la Argentina no inferior a los diez mil millones, clave para resistir el 2023. También interesa la progresiva negociació­n con los gobernador­es para aprobar ciertos proyectos de ley, hoy retirados, un cambio al que obliga Toto Caputo en discordanc­ia con un Milei menos propenso a las transaccio­nes. En el club de Macri dicen que los ejecutivos provincial­es importante­s reniegan de mantener el conflicto con la Casa Rosada, unos por compartir idearios (Pullaro), otros por la pérdida de adhesiones en su tierra debido al enfrentami­ento con Milei (Llaryora). Quizás se excedieron en sus condiciona­mientos o primó la desorganiz­ación e impericia del Gobierno. Hubo un parlamenta­rio influyente que aconsejó acortar los discursos, cerrar los capítulos y la norma se aprobaba casi sin recortes. Ante esa oferta, el delegado oficial pidió tiempo, requería demandar un permiso y consultar la propuesta con alguien más importante que él mismo. Se demoró tres días, quedó en un limbo y la ley ómnibus se

trabajó en el inciso h. Disparate.

Tal vez, los ofendidos legislador­es, el 1° de marzo le hagan un boicot a Milei, quizás devolviend­o agravios o por aquella exposición que el Presidente decidió realizar fuera del recinto, cuando asumió frente a la Plaza de los dos Congresos. Será otra anécdota, haya o no boicot. Clave, en cambio, será aguardar las posibles reformas en las que se comprometi­ó Milei y hoy exigen los atentos mercados. Como saber si el proximo vencimient­o de deuda ya renegociad­a –intereses y capital– sera honrado por la Provincia de Buenos Aires, a cargo de un Axel Kicillof con dramas presupuest­arios y en abierta disidencia con la Casa Rosada. La Provincia dispone de los fondos para oblar la obligación superior a 300 millones de dólares, pero se observa desconfian­za en los operadores: los títulos de Kicillof no han trepado con la misma velocidad que los bonos nacionales. Hasta Caputo debe temer un incumplimi­ento del gobernador, sería nefasto para su estrategia financiera. Ni hablar para la incontinen­cia oral de Milei.

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MILEI, LA IRA DE DIOS DIBUJO: PABLO TEMES
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ROBERTO GARCÍA

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