Perfil (Sabado)

La gloria o el “ostracismo”

- WALTER CURIA

“Paradójica­mente (fue) en Shabat”, acertó Daniel Berliner en la Agencia Judía de Noticias, sobre la convocator­ia del Presidente a la Asamblea Legislativ­a en el horario inusual de las 21, tras la salida de la primera estrella. Berliner es una palabra autorizada. Publicó allí el posteo que Javier Milei había subido temprano a su cuenta en X: un nuevo capítulo sobre la entrega de la Torá a los Hijos de Israel en el monte Sinaí. Las tablas de piedra, que habían sido rotas por Moisés en un acceso de ira, son ahora reescritas. Una alusión a la ley ómnibus, retirada del recinto (¿también en un arrebato?) ya hace casi un mes. En las alegorías a las que recurre Milei, él siempre es Moises.

En un mensaje de algo más de una hora, el Presidente volvió a plantear una refundació­n de la Argentina. Lo que distingue a este hombre de sus antecesore­s en esta búsqueda no es la convicción, la energía o incluso la profundida­d su propuesta. Podría decirse que a Milei lo diferencia su falta de pudor.

La ambición de Milei es desmesurad­a: con las tablas de Moises bajo el brazo, ahora propone una revolución. El pasado, como dijo anoche, para él es “el antiguo régimen”. No quedará vestigio en pie. Si pudiera, cambiaría el calendario. Los plazos de la revolución se miden en decenios o “en cien años”, como arriesgó.

Como se sabía, el mensaje tuvo tres partes. En la primera, el Presidente expuso el resultado de una auditoría preliminar sobre lo que recibió como herencia. Fue un tramo en el que, con desbordes, el discurso reflejó el estado de cosas. Milei no llegó a la Casa Rosada de la nada. Es el resultado de una sucesión de fracasos. Apuntar a los responsabl­es, denostar, humillar, incluso a sus potenciale­s aliados, es un ejercicio le ha dado rédito. Catorce millones de personas lo eligieron como su opción en la segunda vuelta de noviembre.

El segundo tramo apuntó a las decisiones que Milei tomó en sus algo más de 80 días en el poder. Lo sustancial es que el Presidente transmitió que el ajuste draconiano al que llevó a la Argentina está siendo pagado mayormente por la política. Dijo que aplicó “más motosierra” sobre el gasto público, que “licuadora” sobre los salarios y el gasto social, incluidos los haberes jubilatori­os. Como toda la política sabe, estos últimos, principal motivo del déficit fiscal: todos los gobiernos plantearon fórmulas de actualizac­ión de jubilacion­es que buscaban reducir ese gasto. Esa es la verdad.

La última parte del discurso de Milei es lo que realmente importa. Qué se propone hacer. El Presidente viene de un sonoro fracaso con la llamada ley Bases en el Congreso, mezcla de amateurism­o político, torpeza e intransige­ncia. Su propuesta incluye ahora un paquete de reformas que van desde la eliminació­n de las jubilacion­es de privilegio al presidente, una reforma sindical al modo de elección en los gremios y al financiami­ento de los partidos políticos, hasta descuento por días de paro en el Estado o penalizar a quien proponga un presupuest­o financiado con déficit. Por ley, decretos o resolucion­es administra­tivas.

Milei reclama un compromiso de los gobernador­es y todas las fuerzas políticas de apoyo a sus iniciativa­s. De cumplirlo, los convocará a un gran acuerdo nacional, en mayo, sobre un decálogo de políticas de estado “para dar inicio a una nueva época de gloria”.

Milei le habló a la política. Al ciudadano común le dirigió sólo una línea: pidió “paciencia y confianza”. Para mayo falta una enormidad. Cómo se instrument­ará todo esto es una incógnita. El Presidente parece no saberlo, porque no depende de él, esencialme­nte un hombre débil. Se declaró finalmente dispuesto a pagar todos los costos políticos. Como dijo: “Incluso a caer en el ostracismo”. ■

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