Perfil (Sabado)

Orgullo y teatro

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Escribir las historias que querría ver representa­das en teatro se está convirtien­do en una suerte de mantra. Una vida en otra parte surge de esa sentencia personal que me autoimpuse: hacer visibles nuestros problemas en la cartelera porteña actual y de la manera que a mí me gustaría que las cuenten. Muy caprichoso suena, ¿no? Pero soy yo quien se sienta a diario a darle y darle a las teclas. Entiendo que lo mínimo que puedo hacer es complacerm­e ese deseo.

Las obras de “temática” Lgbtiq+ (y las comillas son adrede. ¿Por qué son obras de temática? ¿De qué se alejan para volverse de nicho? Pregunta retórica (no se asuste lector). Decía que las obras agrupadas en ese concepto que alguien, utilizando los principios de la discrimina­ción positiva, llamó “obrasde-temática-lgbtiq+”

no abundan en la cartelera y decidí aportar mi granito de arena para revertir esa tendencia.

Una vida en otra parte nace a modo de homenaje, como una manera de honrar a las generacion­es maricas que nos antecedier­on y que con su lucha nos han permitido la conquista de tantos derechos. La figura de Carlos Jáuregui siempre me pareció dentro de esos referentes maricas un faro, un ejemplo. Hay una frase que se le adjudica a él que dice: “En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política” y que también desde que la escuché está rondando en mi cabeza y se ha vuelto guía. Una vida en otra parte es una manera de mostrar mi orgullo y de luchar contra la vergüenza en la que me he visto inmerso muchas veces.

El argumento de la obra ronda sobre esa vergüenza. Habla de la expulsión del hijo del seno familiar por maricón. De la decisión de ese huir de esa vergüenza y ese hostigamie­nto. De encontrar el propio lugar y de intentar ser feliz. También cuenta sobre los giros inesperado­s de la vida y el destino cruel de una generación diezmada por la “peste rosa”. Generación a la que Carlos Jáuregui perteneció.

Una vida en otra parte arranca tranquila, con un extensísim­o monólogo de

Lucrecia en donde nada parece alertarnos sobre lo que vendrá. Lucrecia monologa en la casa del pueblo, con esa tranquilid­ad de las antes, de la vida previa al celular y la redes, ante la mirada atenta de la Primi y la historia que ella narra comienza a suceder. Esa magia tiene el teatro: el suceder frente a nuestros ojos.

Y así veremos a Muni y Arnaldo y a la joven Lucrecia bailando Virus o leyendo la revista 7 Días en la que Jáuregui y su novio son tapa con un título lapidario: “El riesgo de ser homosexual en Argentina”. El riesgo es el VIH, la palabra que nadie quiere decir.

La estructura temporal es importante en el relato: hay dos tiempos, el presente y el pasado. Siguiendo la lógica propia del devenir, el pasado sucede hasta que se une con el presente y ahí entendemos que nosotros, las personas que habitamos este mundo, somos el producto de esas decisiones del pasado, que lo que hemos ido afirmando o negando en el tiempo acaba construyen­do nuestra realidad. Primero Muni y luego Lucrecia deciden abandonar su asfixiante familia biológica y construir su familia lógica (concepto más que habitual en el mundillo Lgbtiq+). Por si queda alguna duda, la familia biológica es aquella que, como muy bien define el término, “es pariente genético de otra persona, aunque no sea gestante”, mientras que la lógica es “el grupo humano con el que unx decide pensar, ver, razonar o actuar de forma coherente, racional o con sentido común”.

Es una historia dura, sí, es cierto, pero también está plagada de amor entre hermanos y semejantes y cuenta con pequeños giros hasta cómicos de la mano de la Primi. Es una historia que nos debíamos, nosotros los que hacemos teatro, nosotros lo que pertenecem­os a ese colectivo Lgbtiq+, nosotros lo que hemos dejado la casa familiar en otra provincia persiguien­do un sueño y hemos armado una vida en otra parte para vivir acorde a lo deseado.

*Autor de Una vida en otra parte, que se presenta los viernes a las 22.30 en el Teatro del Pueblo, de Lavalle 3636.

“La figura de Carlos Jáuregui siempre me pareció un referente.”

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FOTOS GZA. DANIEL FRANCO
 ?? ?? PUESTA. La obra cuenta con las actuacione­s de Viviana Suraniti, Lara Singer, Eloy Rossen, Lourdes Varela y Lalo Moro. El premiado Sebastián Suñé narra una historia ambientada en los años 80, en un pueblo, donde se muestran el núcleo de una familia y sus tensiones, que van desde la identidad hasta mandatos anclados que hoy reviven en la sociedad que nos toca vivir.
PUESTA. La obra cuenta con las actuacione­s de Viviana Suraniti, Lara Singer, Eloy Rossen, Lourdes Varela y Lalo Moro. El premiado Sebastián Suñé narra una historia ambientada en los años 80, en un pueblo, donde se muestran el núcleo de una familia y sus tensiones, que van desde la identidad hasta mandatos anclados que hoy reviven en la sociedad que nos toca vivir.
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SEBASTIÁN SUÑÉ *

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