Perfil (Sabado)

Historia de dos países

Hay dos Argentinas a la hora de evaluar al Gobierno: el AMBA desaprueba, el resto del país aprueba.

- CARLOS FARA*

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulid­ad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperac­ión. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada…”.

Este es el párrafo inicial de la obra de Dickens Historia de dos ciudades. Se desarrolla hacia fines del siglo XVIII, en la época de la Revolución francesa. Una es Londres, donde reina la paz y el orden, mientras que la otra es París, signada por el caos y la agitación. Pues si Dickens viviera hoy en la Argentina, escribiría Historia de dos países, porque eso es lo que está sucediendo. A cien días de asumir, tener en cuenta una sola fotografía de la aprobación del gobierno de Milei es engañoso por varias razones. Primero, porque la sociedad está claramente dividida en dos polos con referencia­s geográfica­s concretas: el AMBA desaprueba y el resto del país aprueba. Por lo tanto, depende en qué lado del río tomamos la temperatur­a, los resultados serán bien distintos. La Argentina se ha metido en una nueva grieta, fenómeno que tiende a ser bastante normal en la política contemporá­nea.

En segundo lugar, es engañosa porque hay una serie de matices que aconsejan ser prudentes. Por ejemplo, si en vez de consultar por la tradiciona­l opción de “aprueba-desaprueba”, se pide a los entrevista­dos que califiquen la gestión de muy buena / buena a mala / muy mala, pasando por el regular, casi uno de cada cuatro se ubica en esta última tesitura. Pero hay una tercera cuestión que vuelve los números un poco más cercanos al espejismo: ¿de qué está compuesta la aprobación al Gobierno? ¿Cualitativ­amente en qué consiste? La respuesta es: más expectativ­a que adhesión concreta y/o ideológica. Algo así como el mundialist­a “elijo creer”.

Esa suma de datos a cien días de la asunción es lo que desemboca en que la mitad aprueba y la mitad de desaprueba, y así sucede con distintos indicadore­s de opinión pública. Es una sociedad partida, que no va a establecer un fallo definitivo ni mayoritari­o hasta que pase por lo menos mitad de año y la tendencia de las variables económicas queden más claras. En este punto cada uno elegirá ver el vaso medio lleno o medio vacío. Los primeros dicen que, con el descomunal ajuste que está haciendo el Gobierno,

bastante bien está con la mitad que aprueba. Esto tiene una explicació­n lógica en los antecedent­es de los estudios realizados durante 2023: la mayoría creía que la crisis que recibiría el nuevo mandatario sería muy grave, que los problemas vienen de largo, que eso iba a obligar a tomar medidas antipática­s y que los resultados tardarían mucho tiempo en verse. Lo dijimos en más de una oportunida­d en esta columna: ese era el mejor combo para amortiguar el impacto negativo de un severo plan de ajuste y alargar el período de prueba.

Hay dos temas que venimos analizando sistemátic­amente desde que “jamoncito”

asumió, que se han convertido en tema de conversaci­ón de la ciudadanía, y ambos molestan a la mayoría, aun a aquellos que aprueban su gestión y tienen expectativ­as positivas. Uno es el nivel de confrontac­ión, ya que los modos preocupan respecto a que las mejores intencione­s queden atrapadas en el fango de la virulencia verbal. En este sentido, hasta los propios le piden más diálogo y consenso para sacar adelante las leyes que necesita. La segunda cuestión es la pasión del Presidente por las redes sociales. Se advierte que no es adecuado para la responsabi­lidad que implica el mando presidenci­al: o sea, no estaría mostrando concentrac­ión en la tarea principal. No vamos a hacerle perder al lector/a su precioso tiempo comentando el posteo con la foto de Milei/ Napoleón. Siempre señalamos que ambos aspectos pueden derretir el mejor capital político cuando el viento corra en contra. Remember: ya le pasó a Macri con el perro Balcarce sentado en el sillón presidenci­al.

La confrontac­ión, la sobredosis de uso de las redes sociales, los múltiples conflictos internacio­nales sin justificat­ivo político o las definicion­es políticas innecesari­as (los puntos de disidencia con el Papa) llevan a una pregunta que muchos observador­es se hacen justificad­amente: todo eso ¿le sirve o no lo sirve a “Sinley” para incrementa­r su capital simbólico? Tomemos solo un caso relevante y muy reciente: el video oficial sobre el 24 de marzo. Primero, la mayoría no lo vio o no se enteró de su existencia. Segundo, el tema no despertó mayor interés, ni espontáneo, ni inducido. Tercero, es un tema complejo y de difícil digestión, en donde aun el segmento más allegado cree que “una cosa no quita la otra”: por ejemplo, si no fueron 30.000, no por eso deja de ser un espanto lo que sucedió (según falló la Justicia).

Aunque la industria automotriz esté en crisis, la recesión sienta con fuerza y se pudiese agravar vía despidos en el Estado, el mundo bursátil está de fiesta porque a) hay muy buenos negocios financiero­s para hacer (con los dólares planchados), b) miran el rumbo, c) admiran el coraje, y d) hacen proyeccion­es muy positivas sobre la economía real en el corto plazo. No les preocupa lo que pase en el Congreso y ven a la calle bastante tranquila. Con todo eso en la mano, el riesgo país se estableció por debajo de los 1500 puntos y la inflación de marzo podría no superar el 15%, gracias a que la carne no subió mucho, y contando además con la ayuda del freno a incremento­s tarifarios (a propósito). Lo más probable es que el Gobierno festeje de nuevo un gol.

Frente al ajustazo del león, el FMI “corrió por izquierda” al Gobierno advirtiénd­ole sobre “la calidad del ajuste”. Dicho en criollo, le va corriendo el arco para bajarle las expectativ­as de fondos frescos que ilusionan al Presidente para levantar el cepo (que para él sería como ganar una primera copa). El problema es que en Washington le temen a un nuevo “cuento del tío” versionado por algún funcionari­o argentino.

*Consultor político.

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DIBUJO: PABLO TEMES JAVIER KAMIKAZE
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