Perfil (Sabado)

“Es una película de un recorte íntimo”

La escritora, dramaturga y actriz debutó como directora en Clara se pierde en el bosque, en línea con su creación previa. Reflexiona sobre ese proceso y cuenta desde la tragedia de Cromañón.

- JONÁS ZABALA

Lo que hice fue tomarlo como punto de partida”, dice la escritora, dramaturga, actriz y ahora directora Camila Fabbri, y sigue: “Un punto de partida para realizar un guion que tuviera algún vínculo con mi libro El día que apagaron la luz, no tenía el deseo de hacer de vuelta de alguna manera lo mismo. El libro ya había pasado por un proceso de escritura de años, entonces desarrollé una historia nueva que tiene algunos puntos en común con el libro”. Fabbri, dueña de mundos cotidianos y más gigantes, precisamen­te, por el filo de su autora, por mi microscopi­o para los vínculos y sus átomos cuando están siendo partidos cuenta: “Clara se pierde en el bosque es un guion que escribí pensando en un personaje que tiene más o menos mi edad, treinta y pico, que es una chica que está teniendo un vínculo muy fuerte con su pasado, con su adolescenc­ia. En parte por un proyecto que está haciendo, y en parte porque siempre está presente. A partir de ese imaginario más visual, que tiene que ver con su adolescenc­ia, está esta idea de cerrar algo ahí para poder ir hacia adelante, que es algo que el personaje no puede hacer. Cromañón aparece de manera más lateral, como de un rayo que un poco viene y acaba con una generación, con ciertas costumbres de la adolescenc­ia de esa generación. La idea original tuvo que ver con contar la historia de una chica que estuvo esa noche ahí”.

—¿Por qué creés que empezaste a recorrer esta historia desde la idea de un personaje de querer maternar?

—Tiene que ver con el momento de la vida en el que está el personaje. Esa especie de mediana edad. Sus amigas empiezan a ser madres, y es algo que empieza a aparecer con mucha más fuerza en ella también. Quizás hasta ese momento no se lo había propuesto, pero es un eje bastante fundamenta­l de la historia de ella, de ese ir hacía adelante, del ¿qué hay adelante?

—Hablás siempre de que esta película tiene una gran parte de tu juventud, ¿cómo la vivís ahora?

—Tiene gran parte de mi juventud. De la juventud compartida, con mis amigos. De ese momento. No tengo muy en claro cuál fue la respuesta. Por mi parte, el deseo tiene que ver con de alguna manera poder contar algo que fue bastante luminoso para mí. Tengo un recuerdo muy lindo, muy constructi­vo con mi adolescenc­ia, con la forma de consumir música. No hay una necesidad de resolver o cerrar ninguna herida universal. Es un recorte más íntimo el de la película. A cada uno le va a pasar algo distinto, o no.

—La música es algo muy poderoso en la película, ¿cómo fue el proceso de decidir qué iba?

—Había dos deseos muy fuertes. Por un lado usar una canción de Los Gardelitos, que es una banda que yo escuché mucho en la adolescenc­ia, y de Intoxicado­s. La idea era poder contar con dos canciones específica­s. No fue posible. Después logramos tener dos temas de Intoxicado­s, que teníamos en claro dónde iban. Una iba al final. La otra tiene algo más luminoso, algo más rutero. En ese sentido, sí, de entrada estuvo muy claro eso.

—¿Qué sentís que define tu universo de relatos en este momento?

—Creo que hay ciertos síntomas que se repiten que tienen que ver con algo de los vínculos primarios, que son la familia y el amor. Los amigos también. Esos vínculos más íntimos y más intensos, más del día a día. Y también cómo son esos vínculos en vidas ordinarias, no son vidas muy especiales, son vidas cotidianas, muchas veces porteñas. Para mí está es una película muy porteña, muy de Buenos Aires, de haberse educado y crecido en Buenos Aires. Dentro de esos vínculos, que es lo que está roto y lo que se puede romper. Hay algo de lo accidentad­o que siempre aparece, que viene a poner en crisis.

La trilogía ha contado lugares de resistenci­a, vidas y sitios donde todo es diferente a lo que acostumbra­mos. Así se filmó Metok, el cierre de la misma, donde el director Martín Solá registra la historia de una monja que va al Tíbet a ayudar a una mujer a punto de dar a luz. El mismo Solá cuenta por qué finalizar con este film su saga: “La trilogía se llama Lucha-feamor, comienza en Palestina con Hamdan, quien fue el hombre que hizo el primer atentado (para los palestinos incursión armada) en Tel Aviv en los años 70. Continúa en Chechenia, con las danzas que hacen los sufíes (Dzikir). Y termina con Metok, una monja tibetana que vive en India y vuelve a Tíbet después de muchos años para reencontra­rse con su familia y asistir un parto. Me parecía interesant­e cerrar con una persona que hace todo lo contrario a la primera, Hamdan, quita la vida, y en esta última, Metok, trae la vida. Ahí se genera un dialogo interesant­e entre las películas además de ser tres lugares que están ocupados por potencias y no son reconocido­s como países. Palestina, Chechenia y Tíbet”.

—¿Qué fue apareciend­o en la película que no esperaste que estuviera ahí?

—Creo que lo que fue un desafío en el rodaje fue filmar el parto, nosotros teníamos pensado registrarl­o de una manera, era algo que veníamos hablando mucho con Metok y el contacto local, pero cuando llegó el momento nos dijeron que no podíamos entrar, que no puede haber hombres, ni siquiera el papá del niño. Entonces no sabíamos cómo filmarlo y no teníamos tiempo para pensar, luchamos para que nos dejen entrar por lo menos cuando la mujer ya estaba acostada, y ahí pudo entrar Gustavo, el director de fotografía, encuadró el rostro de la madre y salió, cuando terminó el parto agarramos la cámara y fue rezar para que haya grabado todo, el resultado fue muy bueno y potente.

—¿Qué sentís que genera la cruzada que contás en la película y qué sentís que dice sobre el mundo en este momento?

—Creo que este film muestra una de las formas de resistir ante un poder que te oprime, y que dialoga con las otras dos películas de la trilogía, que muestran otras formas de resistenci­a. Pero acá Metok entiende que la única resistenci­a que puede salvarla, es la íntima, que la constituye­n nuestros ritos cotidianos; el preparar la mesa y comer con los seres queridos, los gestos con que nos acercamos a los otros, los abrazos, las miradas, todas esas cosas que nos proveen de una verdadera fortaleza en la vida.

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FOTOS: GZA. PRENSA CONSTANZA MAVROYANI
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 ?? ?? ESTILO. La escritora trabaja junto a los actores Camila Peralta, Agustín Gagliardi, Julián Larquier Tellarini, Florencia Gómez García, Maitina de Marco y Pedro García Narbaitz.
ESTILO. La escritora trabaja junto a los actores Camila Peralta, Agustín Gagliardi, Julián Larquier Tellarini, Florencia Gómez García, Maitina de Marco y Pedro García Narbaitz.
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FOTOS: GZA. PRENSA JULIETA BILIK ESTILO. Martín Solá vuelve a su mirada de autor.

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