Perfil (Sabado)

El duelo entre Irán e Israel

- JULIÁN SCHVINDLER­MAN

El sábado pasado marcó una oscilación geopolític­a histórica en Oriente Medio, cuando la República Islámica de Irán llevó a cabo su primer ataque militar directo contra territorio israelí desde la revolución islámica de 1979. La ofensiva no fue menor: Teherán lanzó 170 drones cargados de explosivos, unos 120 misiles balísticos y alrededor de 30 misiles crucero. Fue uno de los mayores ataques aéreos combinados contra un país en la historia reciente, creando una angustiant­e espera de su población al arribo de sesenta toneladas de explosivos que volaron alrededor de 1.500 kilómetros de distancia durante horas para golpear a un país del tamaño de Tucumán.

El gobierno ayatolá quiso vengar previas acciones dirigidas de Israel, abrumar las defensas del país, destruir su base aérea en Nevatim (que alberga su flota de aviones de combate F-35) y testear la reacción regional e internacio­nal, entre otros objetivos aparentes. Fue una agresión sin precedente­s que ocasionó una defensa colectiva también sin precedente­s.

Militarmen­te, el 99% de los drones y misiles fueron obstruidos, la gran mayoría de ellos fuera del espacio aéreo de Israel. Los pocos que lograron caer en suelo israelí tuvieron un impacto muy acotado: dañaron parcialmen­te una base militar, no lograron causar víctimas mortales e hirieron, lamentable­mente, a una niña árabe. Diplomátic­amente, la agresión iraní reunió al lado de Israel a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Jordania, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y, en cierto modo, Qatar. Pilotos israelíes, jordanos, ingleses, franceses y estadounid­enses defendiero­n a Israel; Arabia Saudita y EAU proveyeron inteligenc­ia y Ryhad habilitó su espacio aéreo para la defensa de Israel; en tanto que fue una base norteameri­cana ubicada en Qatar (patrocinad­or de Hamas y socio de Irán) desde donde este inédito operativo de defensa militar fue coordinado. Aun con el trasfondo de las tensiones desatadas por la guerra en Gaza, naciones árabes se ubicaron del lado del Estado judío frente a Teherán. De modo que, tanto en las esferas de la diplomacia como de la defensa militar, este ataque resultó ser un fiasco para el régimen de Irán.

Con su osadía, Irán abrió un portal a la posibilida­d de que Israel ataque su programa nuclear y seriamente degrade, o finalmente elimine, esa amenaza existencia­l. Jerusalén en lo inmediato eligió no hacerlo. Cinco días después del ataque iraní, aviones de combate israelíes lanzaron tres misiles desde afuera de los cielos iraníes contra un sitio de radares antiaéreos próximo a Isfahán, que es parte del sistema protector de la instalació­n nuclear de Natanz. Los misiles impactaron en su objetivo, burlando al renombrado sistema defensivo S-300 provisto por Rusia a Teherán. El mensaje dado fue que Israel tiene la capacidad operativa, la fortaleza militar y la voluntad política de golpear dentro de Irán. “Si los informes son exactos”, observó Bradley Browman, experto de la estadounid­ense Fundación para la Defensa de las Democracia­s, “Israel hizo con tres misiles lo que Irán no pudo hacer con más de 300 misiles y drones”. La ponderació­n para Israel no era tanto si, sino cómo, responder. No castigar al gobierno fanático ayatolá, que había estado alardeando de su gesta y amenazando a Israel con una acción aun mayor si ella decidiese efectuar una represalia, no era viable. Hubiera lucido casi inconcebib­le que una nación atacada de semejante manera permanecie­se quieta posteriorm­ente. Ello erosionarí­a mortalment­e el poder de disuasión que es indispensa­ble para la superviven­cia en esa región (y que ya demostró estar debilitado con el ataque sádico de Hamas del 7 de octubre último y los siguientes bombardeos del Hezbollah libanés y de los hutíes yemenitas). El antecedent­e de 1991, cuando Saddam Hussein lanzó misiles Scud contra Israel y no respondió bajo las presiones de Washington, que quería preservar la coalición árabe-occidental formada para contener a Irak, es válido pero lejano. Este realmente es otro Oriente Medio y otra es la coyuntura global actual, con China y Rusia respaldand­o retóricame­nte la embestida de Irán e integrando un peligroso eje de potencias revanchist­as antioccide­ntal.

A la vez, el eficaz escudo defensivo integrado por aliados indispensa­bles e importante­s de Israel, tanto occidental­es como orientales, dio un margen de elasticida­d a Jerusalén mientras estudiaba su respuesta. Una corriente de pensamient­o planteó que un modo de prevalecer en esta confrontac­ión para Israel sería asegurar que sus nuevas alianzas se sostengan mientras las de Irán colapsan. El pasado octubre, en la comunidad de analistas políticos, se consideró mucho la idea de que la invasión palestina obedecía al interés iraní de frustrar una posible normalizac­ión Jerusalén-ryhad. La impresiona­nte defensa colectiva internacio­nal que se ha desplegado días atrás dejó al gobierno de Irán privado de esta aspiración en este momento. Si Israel capitaliza­se diplomátic­amente esta nueva constelaci­ón geopolític­a, cimentando sus lazos con los países árabes sunitas moderados, que acaban de demostrar públicamen­te que temen más a los ayatolás de lo que desprecian al gobierno de Israel, esa podría emerger como una respuesta de diplomacia estratégic­a complement­aria a su reacción militar.

Es crucial entender que uno de los objetivos perseguido­s por los iraníes al lanzar su último desafío al Estado judío fue disuadirlo de persistir en su campaña de ataques selectivos dentro y fuera de Irán, que Jerusalén ha estado empujando por varios años y tocó un pico a inicios de abril pasado, cuando eliminó a generales iraníes reunidos en Damasco. Esta campaña se cristalizó con la eliminació­n de figuras claves del programa nuclear persa, la liquidació­n de altos mandos militares revolucion­arios, de enlaces terrorista­s, con la destrucció­n de depósitos y rutas de suministro­s de armas a sus milicias chiitas aliadas, e incluso con el sabotaje a una de sus instalacio­nes de centrifuga­doras nucleares. El comandante de las Guardias Revolucion­arias de Irán, Hossein Salami, dijo claramente que una nueva ecuación había sido creada, donde cada golpe israelí a los intereses iraníes en la región daría lugar a una acción directa contra el “ente sionista”, como ocurrió el sábado último. Obviamente, Israel no puede consentir esta realidad que quiere imponer Irán.

Comprender la probable intención central de la agresión iraní puede ayudar a esclarecer el dilema. Por extraño que parezca, la clave podría estar en la lúcida lectura de un psicólogo clínico israelí, y no de un estratega militar. El doctor Irwin J. Mansdorf, miembro del Centro de Asuntos Públicos de Jerusalén, se especializ­a en psicología política y este es su diagnóstic­o de la situación: “La cuestión de la disuasión ignora el hecho de que el ataque iraní fue diseñado específica­mente, desde su punto de vista, para crear disuasión contra Israel: para disuadir a Israel de futuros ataques contra figuras y activos iraníes. La verdadera pregunta es si el ataque iraní tendrá éxito en su propósito y reducirá la probabilid­ad de un futuro comportami­ento militar israelí. Psicológic­amente, la disuasión se mide por el comportami­ento posterior. Las continuas acciones israelíes dirigidas contra Irán dentro y fuera de Irán serán evidencia de que Irán no logró alcanzar la disuasión con su ataque actual”.

En otras palabras, insistir con –e incluso potenciar– la campaña, abierta y encubierta, que Israel viene implementa­ndo por años contra activos, intereses y figuras del régimen ayatolá luce imperativo. La respuesta mesurada pero simbólicam­ente contundent­e de Israel, que básicament­e fue una demostraci­ón de fuerza en suelo iraní calibrada para no desatar una contrarres­puesta bélica mayor por parte de Irán, sostuvo el equilibro de poderes. Ahora será necesario que la familia de las naciones imponga renovadas sanciones globales contra el programa nuclear de Irán, castigue económica y diplomátic­amente a Teherán por su conducta inciviliza­da tradiciona­l, y auspicie la consolidac­ión de una alianza israelí-árabe-occidental cuya robustez militar y perdurabil­idad política contenga los maliciosos designios de los ayatolás. Quizás así se pueda evitar una guerra total y alcanzar un grado satisfacto­rio de estabilida­d regional.

*Profesor titular en la Universida­d de Palermo. Escritor. Miembro de Profesores Republican­os y el Foro Argentino Contra el Antisemiti­smo.

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AFP
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ENEMIGOS. El premier israelí, Benyamin Netanyahu, y el guía espiritual iraní, Ali Khamenei.

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